lunes, 31 de enero de 2011

Gobernador habemus


Yo, ciudadano
Gobernador habemus
Gustavo Martínez Castellanos

A las 22:00 del domingo 30 de enero de 2011 el IEE Guerrero informaba  con el 66 % de casillas computadas en todo el estado que Ángel Aguirre iba adelante en la elección cuya jornada había iniciado 14 horas atrás. La distancia que lo separaba de su único oponente, el doctor Manuel Añorve Baños, era de 15 puntos; mismos que iniciaron una tendencia irreversible que sólo variaría por centésimas hasta la una del mañana: a esas horas los principales distritos electorales del estado ya habían proporcionado la información correspondiente al cómputo de más del 90 % de sus casillas.
Así Aguirre ganaba en Acapulco, Chilpancingo, Iguala, Taxco, Zihuatanejo y Ometepec; mientras que en los distritos VII Coyuca de Catalán, X Tasxco y XX Arcelia  por una diferencia mínima Añorve iba adelante.
Mientras los datos variaban en la página del IEEG y el equipo de  noticieros de RTG realizaba un excelente trabajo de información con una magnífica cobertura; a las 21:00 Manuel Díaz Balderas iniciaba un programa de análisis político con cuatro invitados. Uno de ellos, el doctor  José Mayagoitia, analista político y ex presidente de la fundación Colosio en Acapulco, unos minutos antes del cierre del programa declaró: “No creo que haya motivos para que esta elección se tenga que resolver en los tribunales”. Su madurez política denota que existe un  sector de priístas concientes de su papel político en beneficio de su sociedad y es un ejemplo a seguir por todo el priísmo. Guerrero merece que esta histórica jornada cívica culmine con ese ejemplo de honorabilidad.  
A las 23:30 y con el 81 % de las casillas computadas –algunas, al 100 %- Aguirre Rivero ya podía decirse el 65º ciudadano en ascender a la primera magistratura de Guerrero y su 75º gobernador. Por segunda ocasión. Después de Inocente Lugo. La vida y la política le hacían justicia y le permitían, así, concretar el proyecto político que el interinato -que por el bien de Guerrero tuvo que aceptar a la caída de Figueroa- le había impidido realizar.
La importancia que el triunfo de Aguirre tiene en la historia de Guerrero es materia de un análisis profundo. Pasa por el ámbito de la psicología del guerrerense y toca, en todo, su ser cultural. También es una constatación de que Guerrero no está dispuesto a admitir más esa forma de gobierno cuyo modelo colapsó con la matanza de Aguas Blancas y que desde entonces se ha sostenido de los saldos ideológicos, los recursos económicos y las trapisondas electorales de un partido cuyo tiempo histórico, ya se ve, también toca a su fin.
Guerrero, aún inserto en el hito histórico que es el neoliberalismo no se ha despojado aún de la impronta primaria de su inadmisible atraso. En ese devenir, cuentan mucho su tenaz urbanización cuando aún no supera sus características prístinas rurales y la oleada tecnológica en la que se ha montado su juventud. Continúa, pues, siendo un epítome de contrastes. Desde esos ángulos, los retos de Aguirre como gobernador adquieren otras dimensiones. A futuro, su triunfo anticipa una nueva forma de hacer política. En lo inmediato, es la concreción del proyecto silente de un pueblo que ha proclamado que la violencia no es más la partera de la historia. Aguirre debe estar atento a todo ello.
En agosto le auguré el triunfo. Ahí está. Ahora estamos obligados a cuidarlo porque ha sido un triunfo social. De la pluralidad que somos. Y de Aguirre. Es de él y es nuestro.
En esta hora luminosa imagino la sonrisa de Guillermo Sánchez Nava…
Nos leemos en la crónica. gustavomcastellanos@gmail.com

miércoles, 26 de enero de 2011

Parra


Yo, ciudadano
Parra
Gustavo Martínez Castellanos

Y finalmente lo hizo. Y con ello, dio pie a que Aguirre mostrara su naturaleza para hacer política. Para consensuar. Para tender puentes de entendimiento. Para unir y sumar. Para conglomerar. Para hacer política positiva. De servicio.
No sólo eso. También dio oportunidad de que pudiéramos observar que Aguirre proyecta, planifica. Avanza en diferentes niveles al mismo tiempo. Y de que cuando convence, convence en serio.
Porque la declinación de Parra hacia la candidatura de Aguirre no representa una alianza de partidos, o un pacto político. O una suma ideológica. O filosófica, fuera de la pragmática de servicio al pueblo. Tampoco es una declinación circunstancial. Es la concreción natural de una decisión pensada y madurada durante esta campaña; aunque asumida desde sus inicios. Parra no dimite: admite, acepta, se integra al proyecto que terminó por con-vencerlo. Parra tiene la convicción de que la de Aguirre es la mejor opción de las dos más fuertes que se encuentran en pugna. Con ello no sólo le marca la pauta al ciudadano promedio, sino que también lo hace para el ciudadano de elevado nivel económico, político, social y cultural. La adhesión de Parra al proyecto de Aguirre  encierra tantos significados y marca tantos alcances que es imposible asumirlos todos en toda su variedad y en toda su dimensión. Sobre todo,  en su dimensión histórica.
Históricamente, su declinación, inicia por señalar de aberrante la posición política y filosófica de muchos actores que abandonaron el proyecto político aguirrista para adherirse al proyecto priísta y asumirse a lo que dialécticamente dio inicio, vida y sustento a un profundo devenir de rechazo a esa fuerza política que ha mantenido en el atraso a Guerrero.
Continúa en el hecho de que cuando Parra abraza el proyecto de Aguirre lo hace porque reconoce su solidez a través del reconocimiento de las similitudes en sus programas y sus alcances y por ello decide darle más fuerza a esas confluencias.
Y se proyecta a futuro como una fuerza de cambio, de modernización. De progreso en la que se entiende nuestra pluralidad indisoluble y la fuerza que adquiere a través de alianzas que son más benéficas para nuestro estado que la lucha necia y torpe que lastima ciudadanos, a las instituciones y a nuestro porvenir.
La adhesión de Parra no redundará en una adición de sus votos a los votos de Aguirre, sino que generará una avalancha de sufragios a favor de Aguirre como resultado del análisis del acto de madurez política de Parra. El servicio que hoy él ha prestado a su estado inicia con el ejemplo que ha dado al ciudadano indeciso ante la urna y culmina con un tremendo rechazo al caciquismo en Guerrero. Con Parra, nuestro estado grita: No, a la violencia política. No, a sus viejas usanzas. No, a la estancia feudal de una familia en el poder.
Ahora, hay que vigilar que Figueroa no se desdiga de esta declaración: “El asesinato político ya no es necesario”; hoy que le tocará ver de nuevo la derrota del PRI en Guerrero.
Son tiempos luminosos. Bienvenidos. Marco Antonio Parra pasará a la historia como una pieza clave en ese cambio tan anhelado por el que Guerrero ha luchado desde siempre.
Ahora, debemos honrar la nobleza política de Parra y hacer nuestra parte: asumir nuestra ciudadanía, sabernos capaces de generar el cambio y salir a votar este 30 de enero por Ángel Aguirre Rivero, candidato de la coalición “Guerrero nos une”.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com.

martes, 25 de enero de 2011

Espionaje, grabaciones y campañas


Yo, ciudadano
Espionaje, grabaciones y campañas
Gustavo Martínez Castellanos

El multitudinario cierre de campaña de Ángel Aguirre dio cuenta de que la grabación ilegal que el equipo del PRI realizó de una conversación privada de Aguirre no funcionó.
Existen varias razones que explican eso. La primera recae en la aplicación de la operación de control de daños del equipo de campaña de Aguirre. Una acción pensada sólo para amainar el impacto de la grabación en su nicho original: los votantes jóvenes de las zonas urbanas del estado. Y que, dirigida contra la plana mayor del PRI -Paredes, Nieto, Beltrones, Salinas- atrajo nuevamente las simpatías de ese nicho hacia Aguirre.  
Además, la reacción del Doctor Añorve, fue de bajo nivel: “Primero que aclare a qué vendrán los zacatecanos”, exigió; pero nunca dijo a quién debía aclararle nada ni por qué, ya que el “para qué” se encontraba establecido en la grabación. Con esa réplica, Añorve pareció dar a entender no sólo que no había escuchado debidamente la grabación sino que no sabe leer porque sus periódicos aliados publicaron la transcripción en su totalidad.
La segunda razón obedece a que, después de las denuncias por la agresión contra Sánchez Nava y por la aparición del manual de Guerra Sucia del PRI para revertir su tendencia a la derrota o para inhibir el voto, el envío de la grabación pareció un acto de venganza: visceral y mal hecho. El electorado lo percibió con claridad y asumió que Añorve había actuado irresponsablemente otra vez.
Sin embargo, la tercera razón parece haber sido la de mayor peso. Desde el inicio de esta contienda advertí en este espacio que durante la precampaña para la gubernatura en 1998 el equipo del aspirante Manuel Añorve había erigido un centro de espionaje cuya existencia fue denunciada en varios medios locales. Era evidente que en esta ocasión ese equipo no podía dejar de erigirla nuevamente; he ahí sus resultados. Por ello la reacción del ciudadano común ante la grabación del diálogo telefónico Aguirre-Corichi fue de preocupación: si el PRI espiaba las llamadas de su contrincante político y podía grabarlas con tanta calidad ¿quién podía garantizar que no lo hubiera hecho ya con cualquiera? Cientos de miles de llamadas telefónicas privadas captadas, grabadas y almacenadas las veinticuatro horas del día. Una invaluable base de datos que  no sólo puede ser usada para fines políticos sino que puede caer en manos de la delincuencia organizada. La idea se vuelve demencial cuando recordamos las llamadas del PRI a todas horas a miles de domicilios: nadie está a salvo. El caso Aguirre-Corichi sacó a la luz esa vulnerabilidad ciudadana ante la visión torcida de la política que el PRI tiene. ¿Quién sigue?
Ante esa verdad que desenmascara al PRI y ante las otras razones citadas, el electorado cerró filas y se volcó en el cierre de campaña de Aguirre. Que haya ido más o la misma cantidad de gente que asistió al evento anterior no es de tanto peso: lo importante es que no haya ido menos. La potencia de la afluencia dio cuenta de que la sucia estrategia del PRI no resultó y que en cambio se le ha revertido porque ha dejado en el ciudadano común la impronta del miedo: agresiones, guerra sucia, espionaje telefónico ¿quién quiere un gobernador que hace uso de esas prácticas nefastas? Creo que, en su sano juicio, nadie.
Para reforzar esa percepción una nueva encuesta ha vuelto a poner siete puntos arriba a Aguirre de Añorve. Lo que sigue entonces, es asistir a votar y vigilar la transparencia de la elección. No debemos tener miedo: somos una sociedad decidida a vivir el cambio.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@mail.com.

miércoles, 19 de enero de 2011

"El ciudadano Aguirre"


Yo, ciudadano
El ciudadano Aguirre
Gustavo Martínez Castellanos
Los lugares comunes que concita un debate siempre evitan escudriñar la profundidad del evento. La sobriedad en los atuendos de Añorve y Parra contra la costeñez sin mácula de Aguirre, la diferencia de estaturas (físicas, morales y de miras), la fluidez en el hablar, la improvisación y la agudeza y la claridad de las propuestas ocupan nuestra atención.
Es difícil hablar de la réplica en un evento de esta naturaleza en la que el formato -más que la gentileza y la diplomacia- impiden a los de la voz decir lo que en realidad piensan de sus oponentes. Aparte de que los discursos están perfilados desde las campañas y del hecho de que –en este caso- ha habido mucha violencia -tanto verbal como física.
Por ello, en el análisis del debate debe irse más allá de esos hitos y ubicarse en otra perspectiva. Sólo así podremos apreciar los detalles: La agresividad institucional de Añorve -fundamentada en una idea política de posesión de la razón y del territorio- se nos presenta no porque agrediera iteradamente a Aguirre sino porque desde el inicio del debate hasta el final Añorve obvió los comicios: de entrada anuló a Parra al preguntar con quién debatiría –como que si el evento hubiera sido preparado para él- y, al final, alzó los brazos ante la cámara como si le hubieran entregado la constancia de mayoría. Más aún, ante los hechos que en la réplica Parra y Aguirre argumentaron, siempre tuvo una actitud de desdén o de justificación, automática y exculpatoria. No como si pretendiera minimizarlos, sino como si no existieran. Como si él y su partido no fueran los autores del desabasto de agua, de la inseguridad, del desempleo, de los bajos índices turísticos, de la mala calidad de las obras realizadas en esta administración y del endeudamiento del erario de Acapulco Si no está viviendo un sueño, Añorve tiene tremendos problemas para leer a sus asesores de imagen. O, caso extremo: es un irresponsable sin remedio. O, sus asesores son esos irresponsables. Con un gobernante con un comportamiento así, desligado de la realidad, es fácil caer en esas aberraciones políticas que terminan poniendo chamarras de colores a los jóvenes.
Marcos Parra, tuvo momentos estelares. Sublimes. En instantes nos hizo recordar la anecdótica participación de Fernández de Ceballos que se alzó con las encuestas después de debate de 1988. Pero él no es “el jefazo”. Ni creo que quiera serlo.
Aguirre, por su parte, sostuvo su postura de conciliación y argumentación. Tanto, que anuló catorce años. Su imagen emitió tal peso moral que su discurso tocó el consejo -casi paterno-: “es una lástima que (Añorve) no haya aprendido la lección” y pasó por alto el formato y fue amonestado por dirigirse en primera persona a su primo y ex subalterno. Y una, por pasarse de tiempo. Aguirre fue él mismo: un costeño grande que declaró en dos ocasiones su ciudadanía: cuando aclaró a Añorve –otra vez- “Mi candidatura es ciudadana”, y al ignorar la agresión primera: “¿Con quien voy a  debatir: con el ex senador priísta o con el candidato del PRD?”. El silencio de Aguirre respondió: “Con los ciudadanos Marcos Parra y Ángel Aguirre”. ¿Añorve habrá entendido eso?, es decir, ¿que Guerrero está conformado por ciudadanos con libertades y derechos? Lo dudo. La agresividad y la irresponsabilidad en su discurso en este debate nos adelantaron que, así sea pasando por encima de todo, él buscará ser gobernador de Guerrero. En ese sentido, creo que el debate prestó un gran servicio en esta contienda electoral pues “descubrió” a  los tres candidatos. Ahora, con esas bases, los ciudadanos emitiremos nuestra opinión el 30 de enero.
Felicitaciones a Lizzete López cuyas mano suave y firme, aguda atención al entorno físico y profesional representación de su papel de moderadora permitieron la realización adecuada de este evento. Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

lunes, 17 de enero de 2011

La semana negra de M. Añorve


Yo, ciudadano
La semana negra de M. Añorve
Gustavo Martínez Castellanos

La pasada, fue la semana más oscura de la campaña del Doctor en Derecho, Manuel Añorve, candidato por la coalición Tiempos mejores para Guerrero. Empezó el domingo 09 cuando en los preparativos para un evento en el zócalo de Acapulco colapsó una estructura metálica que al caer hirió a varios simpatizantes. Algunos periodistas también salieron lastimados: elementos de seguridad del PRI los agredieron cuando tomaban fotos.
El martes 11, a las 23:30 horas, otro ciudadano salía herido: el diputado perredista Guillermo Sánchez Nava, quien por la vera del río Huacapa, en Chilpancingo, iba en busca de personas que en esos momentos destruían propaganda aguirrista. Sánchez Nava quedó tirado ahí, en estado de coma, a causa de la golpiza que los vándalos le inflingieron. El perredismo en masa condenó airadamente la agresión y pidió, entre otras cosas, que el IEEG retirara el registro a Añorve. La resonancia social a esa condena fue contundente.
El miércoles 12, El Universal, diario de circulación nacional, publicó los resultados de una encuesta en la que las preferencias electorales le daban el triunfo a Aguirre por un margen de diferencia de 06 puntos con referencia a Añorve. Ese día inició a circular por la web el documento titulado “Guerra Sucia”, presunto manual de operaciones con que simpatizantes de Añorve intentarán contrarrestar las simpatías electorales hacia Ángel Aguirre y, en caso de no lograr ese objetivo, tratarán de inhibir el sufragio.
El jueves 13, Añorve realizó un evento en Iguala al que asistieron sólo 150 personas. En Chilpancingo, el diputado Carlos Memije admitió que, en efecto, simpatizantes de Añorve, agredieron a Sánchez Nava  porque él les había echado encima su auto.
El viernes 14, en respuesta a la condena a la agresión a Sánchez Nava, el equipo de Añorve inicia a emitir declaraciones desesperadas y contradictorias. Así, llegan al extremo de negar que Sánchez Nava se encuentre herido en un hospital. O a aseverar que fueron sus propios compañeros quienes lo golpearon. Por su parte, Memije se desdice; argumenta que “el diputado Moreno me obligó a declarar lo que declaré”. El sábado 15, los analistas inician a dar crédito al “manual de Guerra Sucia electoral” del PRI debido a que la actitud y  declaraciones de los priístas confirman cada uno de los pasos que el documento contiene.
El domingo 16, Añorve tampoco tuvo descanso: familiares y simpatizantes de Sánchez Nava ayunaron en el Zócalo de Acapulco para decirle al PRI, a México y al mundo que Guerrero está cansado de tanta mentira y tanta violencia priísta.
¿Será el debate de mañana el inicio de otra semana negra para M. Añorve? No lo sabemos. De lo que estamos ciertos es de que el candidato del PRI y el PRI están haciendo mal las cosas. Para hacerlas bien debieron haber entendido desde hace tiempo que Guerrero no es el de antes. Que los guerrerenses queremos un cambio. Que el PRI pertenece al pasado y que sus sucias prácticas lo hacen retroceder aún más.
Hoy, bajo la conducción de Ángel Aguirre, Guerrero vive un hecho histórico: como sociedad por vez primera incide en su propio cambio. Ahora, lo único que debe hacer esa sociedad es votar por él.
Gracias a todos mis amigos por su solidaridad en respuesta a la denuncia por la agresión que sufrimos mi domicilio y yo a manos de vándalos que destruyen propaganda de Ángel Aguirre. Los abrazo a todos.
Ánimo, ciudadano Sánchez Nava: la lucha continúa. 
 

miércoles, 12 de enero de 2011

Añorve: la violencia

Yo, ciudadano
Añorve: LA VIOLENCIA
Gustavo Martínez Castellanos

Escribo este texto herido del ojo izquierdo, saldo de un acto de violencia perpetrado en mi contra en mi domicilio por un sujeto que destruía propaganda del candidato Ángel Aguirre Rivero y a quien filmé en ese deleznable acto.
Eran las 1:40 de la madrugada. Trabajaba en mi estudio. De pronto los perros del vecindario empezaron a ladrar desesperadamente. En prevención de cualquier contingencia mayor me asomé por la ventana hacia la avenida. La razón de la alharaca de los perros eran dos camionetas cargadas con jóvenes y una gran cantidad de gallardetes del candidato de la coalición “Guerreo nos une”, Ángel Aguirre Rivero.
Ante la comisión de ese delito electoral, empuñé mi cámara de video e inicié a filmar el momento en que un mozalbete hacía esfuerzos por arrancar un gallardete más. Cuando al fin logró su cometido, arrojó el gallardete al  interior de la caja de la camioneta de la que recién había bajado; en ese momento, el conductor me señaló. El mozalbete levantó una piedra del camellón que hace un mes inauguró el gobernador pero que en muchos tramos aún está en obra negra y lo arrojó contra mi persona. El proyectil se estrelló contra mi cámara y sus esquirlas se alojaron en mi ojo izquierdo. Herido, me alejé de la ventana, mientras una andanada de piedras golpeaba mi domicilio.
Mi esposa habló por teléfono al 066 para pedir ayuda, pero sólo le pidieron que otorgara las placas de los vehículos. Ella dijo la verdad: ninguna de las camionetas traía placas y, mientras esperábamos la llegada de la ayuda, los jóvenes de las camionetas continuaron arrancando los gallardetes de la propaganda electoral de Ángel Aguirre Rivero que la coalición “Guerrero nos une” había colocado sobre la avenida Ruiz Cortines.
Resultan incuestionables las señales de desesperación que el candidato Manuel Añorve Baños, envía a la sociedad ante su inminente derrota en los próximos comicios.
No le basta con mentir al intentar que las administraciones perredistas carguen con el desfalco que su anterior administración dejó en el municipio y en el organismo operador de Agua Potable y Alcantarillado de Acapulco CAPAMA, sino que ahora, ante la cercanía de los comicios ha ordenado la destrucción de la propaganda de su más fuerte contrincante en un afán de disminuir su presencia en las calles de la ciudad.
No nos sorprende. El PRI es el partido de la represión, (los ferrocarrileros, Tlatelolco, Aguas Blancas). El PRI es el partido de la guerra sucia en Guerrero. De las devaluaciones y de la imposición de un sistema político y económico que ha empobrecido y denigrado a este país por más de medio siglo. Es el partido de la “lucha electoral” basada en el engaño y la violencia. Es el partido de la “operación tamal”, “el ratón loco”, “el carrusel” en los comicios. Es el partido que golpea, amedrenta e intentar quebrantar los espíritus libres, los intelectos no alineados, la disidencia sea cual sea su presentación. Eso es el PRI.
Siempre he sido respetuoso de las expresiones ajenas, pero ante la violencia no puede haber diálogo. Por eso, responsabilizo directamente al Doctor en Derecho por la UNAM, Manuel Añorve Baños, candidato del PRI, por el daño causado a mi persona, a mis bienes y a mi domicilio con este atentado. Lo responsabilizo también por cualquier atentado contra la seguridad y vida de mi familia y de sus propiedades.
Guerrero necesita un verdadero cambio. 
Es evidente: ese cambio jamás se lo otorgará el PRI. 
Nos leemos en la crónica: gustavomcastellanos@gmail.com

lunes, 3 de enero de 2011

Cuatro años y medio

Comparto con ustedes este texto que elaboré a finales de agosto de  2009 y que la Fundación Académica Guerrerense me hizo el honor de publicar en su blog: http://guerrerocultural75.blogspot.com/2010/09/una-aproximacion-historica.html; el domingo 5 de septiembre de 2010. Lo titularon "Una aproximación histórica" pero, el título con que lo envié a algunos amigos fue Cuatro años y medio" en referencia al lapso de mandato del próximo gobierno en Guerrero.

Gracias a la Fundación Académica Guerrerense y a el blog "Historias Guerrerenses" por el envío. Felíz 2011. gmc

Cuatro años y medio
Gustavo Martínez Castellanos
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Algunas preguntas que amigos míos me han enviado me han obligado a ingresar a ámbitos de reflexión que no quería tocar, al menos mientras no termino el trabajo de investigación que estoy realizando. Algunas respuestas a esas preguntas van en este envío.
La mayor parte de los problemas de nuestro estado –he propuesto- se debe a nuestra falta de identidad. El guerrerense no se ha hecho la pregunta correspondiente en tanto ha obtenido una serie de placebos culturales que han paliado profundamente su ineludible duda ontológica. Las leyendas –sobre todo- del suriano temerario y matón terminaron por ennegrecer su imagen y su futuro. Esa condena histórica pudo haber sido conjurada al ingreso de la modernidad después de 1927 cuando se abrió la carretera México – Acapulco; pero por ella sólo ingresaron turistas y “cachorros de la revolución” acompañados de inversionistas rapaces que venían a disfrutar del festín de este pedazo de patria intocado por el desarrollo. Como con el incendio del teatro Flores, esa expresión de la modernidad también fue funesta para Guerrero. De hecho cada vez que la modernidad llega a nuestro estado se disparan sus índices de atraso. Lo hemos vivido desde la consumación de independencia. El general Guerrero fue desplazado de todos los puestos que debió haber ostentado como el patricio que era, porque era un patriota, no un político y lo nuevo era hacer política. Sus compañeros de armas, Nicolás Bravo y Juan Álvarez, descollaron en la palestra nacional hasta la segunda mitad del siglo porque ambos, aunque no eran ilustrados, en algún momento de sus vidas estuvieron en contacto con algún centro educativo. Guerrero, no. La biografía de Guerrero abunda en tantas elipsis que no se sabe con certeza si había sido expósito; o arriero, o comerciante o campesino. Tantos velos en su historia se concretizan con el monumento que se ha levantado en la casa donde nació en Tixtla: un gran terreno vacío. La de Álvarez reporta estudios elementales en el Distrito Federal y un tutor que lo había despojado de las propiedades que le dejó su padre; aparte, lo explotaba como a un peón. La de Bravo lo ubica como el pequeño hijo de don Leonardo y más tarde como un guerrero consumado. Se puede decir que el paso de José María Morelos terminó por definirlos; o por perfilarlos, pero no por descubrirlos. Al contrario, los envolvió en la leyenda encubriéndolos más. Desde el supuesto abrazo de Acatempan Guerrero da muestras de dar fin a esa guerra que no era del todo suya: a pesar de que su “padre” tenía un puesto en la administración pública él no lo hubiera heredado: la ubicuidad de su origen se lo impedía. Con Álvarez y Bravo las cosas fueron distintas. Ellos pertenecían a familias que poseían tierras y peones. De Bravo se dice que la hacienda de Chichihualco era su heredad y que desde niño lo llevaban a allá para que aprendiera a administrarla. Sus tíos y su padre pertenecían a las milicias. Él abandona esa tarea y se suma a la lucha por la independencia que abrazó su familia. Álvarez pasa por el mismo proceso pero a la inversa: él recupera lo suyo al unirse al movimiento. A ellos dos el momento de la consumación los encuentra con propiedades, reputación de libertadores e insertos en el proceso de reconstrucción nacional. Guerrero, en cambio, tuvo que pedir la creación de la intendencia del sur que iba desde la república de Tecpan formada por Morelos hasta el Balsas en el norte; y desde la Tierra Caliente hasta Oaxaca. Ante los cambios vertiginosos en ese segundo cuarto del siglo XIX, la patria que soñó en su proclama áurea no pudo ser. Irónicamente, será fusilado relativamente cerca de sus fronteras. El proyecto, en cambio, sobrevivió; y será concretizado después por Bravo y por Álvarez. El nacimiento de nuestro estado, empero, fue el resultado de una larga disputa entre ambos. Y del producto del choque de sus visiones; ambas distintas e irreconciliables y cuyas secuelas aún padecemos: la del cacique costeño contra la del masón del valle. La pugna fue evolucionando en el tiempo y el espacio: mientras Álvarez se atrincheraba en sus tierras; Bravo sustituyó tres veces a Santa Ana para que la visión conservadora de su logia (la escocesa) pudiera prosperar. Los yorkinos no lo permitieron. Y Bravo nunca pudo ser presidente electo de México. La historia lo escindiría de mucho más: ni siquiera figura como constructor del partido conservador sólo se menciona a Alamán. Mientras Bravo pujaba en la política nacional Álvarez crecía en su territorio e imponía en él su visión: el paternalismo a ultranza que hacía que sus paisanos lo vieran como a un ser providencial. Esa característica, sin embargo, fue aprovechada por los liberales: a la “república” de “la pantera del sur” nadie se atrevía a ingresar; ni Santa Ana. De ese territorio saldrían hombres y recursos para su expulsión, para las guerras de Reforma y contra la intervención francesa. Sin embargo, en ese reino impenetrable defendido con hombres demencialmente fieles al Patrón no había escuelas, ni industria ni comercio exterior. Bravo, debilitado por el ejercicio intermitente de un poder que sólo se le entregaba a pedazos (y en momentos de desesperación) fue declinando su lugar de hombre fuerte de la región. Se retirará descreído del poder y de la política después de rechazar otra invitación a sustituir a alguien. Morirá en su casa de Chilpancingo junto con su mujer. La leyenda asume que fue envenenado. Sin embargo, su pugna con Álvarez sobrevivió a su muerte pues el viejo general ungirá a su hijo, heredero del estado. Muchos “hombres fuertes” que también deseaban gobernarlo cubrirán con sus biografías y maniobras esa parte de la historia de la “política” guerrerense en la que dominarían las “tres erres”: “destierro, encierro o entierro”. Esa historia empezó a escribirse desde la elaboración del Plan de Iguala, continuó con la Constitución de 1824 y se agudizó con la erección del estado. Establecida la hegemonía de los Álvarez –y asentada su visión, en la que no había ni siquiera oposición por parte de la Iglesia- la pugna por el poder, durante el resto del siglo fue entre la costa y el centro (Chilpancingo), después sería contra la imposición (Madero extrapoló la tradición a su triunfo al imponer como gobernador de Guerrero y de Morelos a los hermanos Figueroa) y todo el tiempo contra la desaparición de poderes para imponer interinos. Hacia el segundo cuarto del siglo XX, la visión de Álvarez seguiría evolucionando hasta trasladarse de la costa hacia Huitzuco, y quedaría en manos de otra familia. El Centenario del fin de la a Independencia encuentra al estado de Guerrero sin más cambios que la existencia de nuevos niveles entre las clases económicamente dominantes. En un siglo de libertad nuestro estado no descolló en el pensamiento, las artes, la ciencia y la tecnología. “En Guerrero, la independencia de España, a decir de algunos analistas conspicuos, en realidad se dio en 1921 con el triunfo de Escudero en las urnas a raíz de sus reformas, porque antes de eso Guerrero era un territorio gobernado lejos de los avances nacionales”. Y continuó siéndolo después del asesinato de Escudero, hay que añadir, a instancias de una oligarquía que se sostenía gracias a la estructura política nacional. A la apertura de la nueva carretera, en 1927, esa oligarquía fue desplazada por otra. Más voraz. Más moderna. Y más extranjera porque no era ni católica ni hispánica.
A la vuelta de la primera mitad del siglo XX se da entonces un hecho paradójico: dos maestros, nacidos en nuestras costas, egresados de la misma Normal, inician una nueva revolución de independencia ante la magnitud de la miseria y de la desigualdad, generadas por el modelo regional de gobierno. Los dos iniciarán sus luchas sin un plan estructurado y empujados por las circunstancias. Los dos se internarán en las mismas montañas que siglo y medio atrás albergara a los Bravo y los Galeana. Los dos sostendrán sus luchas con base en una guerra de guerrillas. Y los dos caerán abatidos a tiros por su enemigo común: el ejército mexicano. Al igual que un siglo y medio atrás, dos sacerdotes rebeldes empuñaron las armas contra el modelo colonial, estos dos maestros guerreros serán consumidos por un fuego interno que los empujará al martirologio. No de otra forma se puede explicar su entrega a su causa ya que mientras ellos se batían en las sierras y cañadas surianas, en Acapulco resonaban los altos decibeles de las discoteques y en Chilpancingo, Iguala, Ometepec y Altamirano las clases pudientes rancheras exigían con los corifeos del poder central que enviaran más tropas “para acabar de una buena vez con esos revoltosos”. Guerrero merecía “paz”.
Después de la muerte de estos dos maestros guerreros nuestra tradición caciquil mostró su rostro más cruel: sus postulados fueron decayendo a grado tal que sus banderas olvidadas fueron levantadas y cambiadas por una clase política emergente que enarboló un discurso de izquierda que entre más se desteñía más espacios ganaba en el mapa político. Y cuando arribó por fin al poder, al acceso de los presupuestos y de las vías de concreción de un proyecto que terminara por fin con el caciquismo obviaron su responsabilidad de equilibrar el ejercicio político estatal. Y se adhirieron a la tradición caciquil para preservar el poder. Hoy, después de una década perdida, resulta paradójico que se enfrenten con el caciquismo original. Secular y redivivo. Que reclama su papel de dueño de las vidas y las haciendas de los guerrerenses. Por esa hegemonía, el ex diputado Figueroa Smutny hizo un fuerte reclamo a Aguirre Rivero en Twitter (irónico: cambian las tecnologías, persiste la tradición). Su exabrupto tuvo resonancias seculares por sincera: pues hablaba desde lo más profundo de nuestra tradición y en reclamo de un cambio no de ideología, sino de adeptos. La palabra traidor con que pretendió infligir a Aguirre no resuena con referencia al beneficio y el bienestar de los guerrerenses, sino con el grupo que lo lanzó al poder.
Ante ese reclamo de auténtico guerrerense sólo puede responder la ruptura, es decir, un cambio profundo. El rechazo completo a la tradición caciquil ahora también en práctica por el PRD. Cuando muchos ciudadanos saludamos con entusiasmo la decisión de Aguirre de representar una coalición cuya diversificación estaría completa sin el PAN, previmos la participación de todas las voces, todas las visiones, todos los esfuerzos y, todos, vigilando las manos a todos. Una democracia. No caciquismo. Aguirre Rivero tiene ahora esa tarea, esa responsabilidad histórica de sentar las bases de un estado federativo, no de otro coto de poder para un caudillo, una familia, un grupo o un partido político. Sólo cuenta con cuatro años y medio para cumplir con esa deuda histórica. Pero tiene una ingente cantidad de guerrerenses preparados, cultos e ilustrados que pueden apoyarlo y, o, aconsejarlo para arribar a esa larga aspiración regional que pasa ineludiblemente por nuestro ser cultural: ¿quiénes somos? Guerrerenses. Entonces ¿por qué no hemos podido construir un estado libre, soberano, progresista y desarrollado? ¿Por qué al arribo de nuevas tecnologías continúa habiendo presos de conciencia, miseria, hambre y desesperación en las clases más desprotegidas? ¿Por qué es tan grande la brecha entre la riqueza y la pobreza en un estado tan rico y con tantos legisladores y alcaldes “de izquierda”? ¿Por qué? Los guerrerenses no podemos responder a esas preguntas con más consignas de izquierda por muy radicales que se busquen. La respuesta sólo puede ser encontrada en el análisis y la reflexión de nuestro ser global, universal y único, es decir, en nuestro ser cultural, y en la admisión madura de que al negar nuestra historia nos negamos a nosotros mismos. Nuestro subdesarrollo tampoco puede ser resuelto con golpes de modernidad. Tenemos que cubrir todas nuestras deudas históricas. Tal vez cuatro años y medio sean pocos. Tal vez sólo sean el inicio. Pero lo peor que podríamos hacer sería no intentarlo siquiera, ahora que por fin nos hemos puesto de acuerdo en algo.