martes, 30 de agosto de 2011

El Sur, una vergüenza


Yo, ciudadano
El Sur, una vergüenza
Gustavo Martínez Castellanos

He recibido algunos comentarios y preguntas a la luz de los textos sobre la cultura en el puerto que he subido a mi blog. Pero dos preguntas han llamado poderosamente mi atención y quiero comentarlas en este espacio.
A la primera, ¿por qué José Agustín no asistió a la premiación del certamen en su honor?, mi respuesta es: no lo sé. Aída Espino envió a su hotel (Playa Suites) un chofer por él una hora antes del evento y había hablado con él siete horas antes de enviar al chofer. Además José Agustín tiene quince años de información sobre el certamen que lleva su nombre en Acapulco porque siempre ha estado al pendiente de él. A las ocho de la noche, antes de iniciar la ceremonia Aída volvió a hablarle por teléfono y después de que colgó informó a la audiencia que José Agustín estaba indispuesto debido a una indigestión.
Eso fue lo que ocurrió y es todo lo que puedo decir al respecto de la ceremonia.
Al día siguiente, fui a su hotel a entregarle a su esposa Margarita un par de libros míos (dos premios nacionales) compromiso que tenía con ella desde hacía casi un año. Me encontré con ambos en la salida, los acompañaba una hermana de ella. José Agustín se veía animoso pero cansado, llamaron insistentemente mi atención los hematomas en su rostro. Nos saludamos, intercambiamos impresiones, Margarita recibió los libros, José Agustín los tomó y dijo que los subiría a la habitación para no andar cargándolos porque en ese momento salían a comer. Margarita le pidió que no subiera, Agustín insistió. Ella accedió. Vimos alejarse al gran escritor con pasos muy lentos y cortos. Nos sentamos en el lobby a conversar, Margarita comentó que desde el accidente de Puebla ya no era el mismo. Era evidente. Que los hematomas se los había hecho en una caída reciente en casa, pero que se negaba a atenderse; entre otras muchas cosas. José Agustín bajó; traía los libros en la mano. No pude abrir, dijo. Yo también odio esas tarjetas que han sustituido a las llaves de las habitaciones de hotel, bromeé. Margarita tomó los libros y se los dio a su hermana. Conversando un poco más y nos despedimos, yo tenía una reunión con mis alumnos y el escritor Daniel González Dueñas en el Starbuck’s Condesa y ellos iban a buscar un restaurante para hacer la comida del día. Quedamos de vernos en el Starbuck’s cuando terminaran, pero después me habló Margarita para decirme que unas personas de parte del alcalde habían ido por ellos al hotel para llevarlos al evento final del Encuentro de Escritores Jóvenes, que no podían negarse a ir aunque José Agustín se sentía cansado; me pidió que nos viéramos allá. Yo le dije que en cuanto termináramos nuestra tertulia con Daniel. Ésta se prolongó hasta después de las nueve de la noche; a esa hora el evento ya había terminado y habían llevado a José Agustín a cenar a un restaurante cercano. Daniel,  Aída y yo fuimos al 100 % Natural de Hornos en cuyo muelle, cuando era niño, me echaba clavados al mar con mis hermanos, primos y amigos; yo quería que Daniel conociera esa zona especial para mí. Es una costumbre, con Aída fuimos ahí varias veces con José Agustín, Margarita y otros escritores amigos que han deplorado conmigo cómo Acapulco se nos escapó para terminar siendo “un bodrio de urbanización” (Sabina). En ese muelle aún se puede disfrutar del paisaje y de la fresca nocturna de cada temporada del puerto.
Esa noche ya no recibí llamadas de Margarita, ni he sabido nada de José Agustín, ni por parte de Aída ni de nadie más. Sólo puedo agregar que hay cosas que no puedo ni quiero comentar porque considero que ingresan a un ámbito de privacidad intocable.
La otra pregunta que llamó mi atención fue la siguiente: “¿Por qué no aparece la nota de Aurelio Peláez ‘El Encuentro de Jóvenes escritores, vaca que no da leche’ cuando le doy clic al link que envió en su artículo anterior?” Mi respuesta es nuevamente: No lo sé.
Cuando leí esa pregunta abrí mi blog; vi que continuaban ahí los links y cliqueé el de El Sur; sorpresivamente, apareció la leyenda Not found; posiblemente porque personal de El Sur, que supongo que es el único que posee las claves de seguridad de acceso a su espacio, lo quitó. O lo cambió. Esto, aparte de significar otra vergüenza más de las tantas que ya acumula El Sur, es un atentado contra la libertad de expresión.
El Sur tiene rato desdiciendo en cada palabra, cada nota, cada número su propio pregón de que el suyo es un periodismo independiente, de izquierda (¡!) comprometido con la verdad y en defensa de las libertades de los ciudadanos. Estos  “autoguayabazos” dejaron de leerse en febrero de 2009 mes en dejó aparecer en El Sur “-la 2-” columna  que escribía Juan Angulo, su director. Pero pueden leerse en cada aniversario cuando sus anunciantes se los envían y El Sur los publica para legitimarse a la sombra de la auténtica lucha social suriana y para encubrir que en su ascenso calificaron de “vendidos y espurios” a Novedades de Acapulco, El Sol de Acapulco, Diario 17 y muchos otros medios locales.
En ese afán de construirse una imagen, El Sur ha ignorado, mutilado y/o tergiversado de la forma más cobarde muchísimas de las cartas y réplicas que les envían sus lectores en desacuerdo con su forma de hacer “periodismo”. La práctica de su doble discurso se ha consolidado debido a su pátina de izquierdismo. Y a la ayuda de poderosos amigos.
Pero ahora, al impedir acceder en la web a “El encuentro de escritores, vaca que no da leche”, artículo de Aurelio Peláez (uno de sus fundadores y más emblemáticos articulistas) El Sur no sólo ha atentado contra la libertad de expresión sino que ha dado cuenta del nivel de manipulación de la verdad que impunemente practica. Aunque siga proclamándose como “un referente obligado de la investigación y el análisis en Guerrero”.
Toda censura es mala, pero la autocensura es peor. Es abominación en materia de medios. Al impedir acceder en la web el artículo de Aurelio Peláez El Sur no sólo censura a Peláez; sino que se autocensura. Voltea hacia lo que es y se señala con índice de fuego: “Eres un error”, se dice. Algo peor: “Eres un error cuando me conviene que seas un error”.
¿Por qué un medio como El Sur haría algo así? La respuesta es sencilla: para no ensuciar con sus propias acciones este Encuentro de Escritores Jóvenes y, a su vez, para no ensuciar la campaña a senador del alcalde Manuel Añorve, patrocinador del Encuentro.
¿Qué otros atentados contra la libertad de expresión llevará a cabo El Sur para no perder la dádiva del alcalde? Tampoco lo sé. Aún falta el Encuentro de Escritores del Pacífico que organizan los esposos Jeremías Marquines y Citlali Guerrero, (ella trabaja para Ángel Aguirre y él no ha dejado de insultar a Ángel Aguirre en un blog desde abril). Ellos tienen excelentes ligas con El Sur mismas que éste utilizará para venderse mejor al alcalde.
Que sea El Sur una vergüenza para el periodismo, para la izquierda y para Guerrero es algo que poco a poco está saliendo a flote. De momento, para consumo de ese amable lector que me envío la segunda pregunta, le envío una copia del texto que El Sur censuró y con el que se autocensuró sin pudor alguno.
Mi solidaridad con Aurelio Peláez.
Encuentro de Escritores Jóvenes, vaca que no da leche
Aurelio Peláez (El Sur,  17 de julio de 2010)
Comenzó el Tercer Encuentro de Escritores Jóvenes (no confundir con su par del Pacífico, que no es lo mismo pero es igual). No acabo de entender el fin real de la jornada. Lo que sí sé es que a lo largo del año leo varias y variadas notas de la rebatinga por el dinero para organizar este encuentro, que generalmente termina invertido en la barra de un bar o en el jolgorio –y las corretizas– de las habitaciones de hotel pagadas por el erario a una serie de invitados cuyo criterio para acceder a estos viáticos también desconozco.
No me espanto de lo de la barra del bar y del jolgorio, de los agasajos y regocijos, ni de los refocilgos propios de tal comunidad y convivencia. En principio estoy convencido de que todo lo que se invierta en el rubro cultura es bienvenido. Es más, nada es desperdicio. Lo que me desconcierta es que estos Encuentros son cada vez una inversión perdida a la fiesta de un ghetto de personas, o lo que es lo mismo, una vaca que no da leche.
En el principio, los promotores y detentadores de la franquicia parten del hecho de que la cultura –y la vida cultural en Acapulco– comienza con ellos. No dista mucho de la cosmogonía de mis anteriores amigos, los antecesores inmediatos de este acto, El Sur también existe (a pesar de todo), que partían de la idea de que “en Acapulco no había cultura” ni se apoyaba a los creadores. Angélica y Beto, pues.
Tales ideas por reflejo me obligan a sacar mi 45. Pero mis discos lp de esa revolución, resguardo aún varios rayados acetatos.
En el principio, los promotores y detentadores de la franquicia (de ambos encuentros) parten del hecho de que la cultura –y la vida cultural en Acapulco- comienza con ellos. Está bien, pero la ignorancia cultural es una laguna del tamaño que se forman en mi colonia, Las Cruces. No hay manera de entender porque se forma un charco donde antes estaba lo planito. No hay forma de explicarse el criterio para mandar a traer tanto invitado –gastos pagados, pero ni tanto, con tan poco no me corrompo maestro (o sea que hay cuan más necesitado)– sin una explicación por lo menos curricular o bibliográfica de porqué se los trajo.
El pecado original de estos compañeros es una descomunal ignorancia de la historia de la ciudad a la que dicen representar. Maestro Anituy, perdónalos, no saben lo que hacen.
En esos vientos, todavía no entiendo porque Citlali Guerrero y Jeremías Marquines querían dar un reconocimiento al poeta Alí Chumacero hace dos años en el festival de la Nao. Quizá porque nomás ellos lo habían leído, porque el chuma cero, chuma uno, chuma dos, en su obra, nada tiene que ver con Acapulco.
Los temas que determina el Encuentro a tratar durante estos días afloran la aldeanez. O sea, me tiro a los pies del invitado en turno porque en realidad, traen la neta. He revisado los programas de los últimos encuentros y me da pena ajena que los jóvenes –presuntos– que se quejan de la falta de apoyo, asuman una actitud de subordinación ante lo que venga de fuera, así sea mediocre. ¿Qué Elmer Mendoza invitado? Sus novelas están bien, pero a cuento de qué.
Digo que tampoco mis amigos de El Sur también existe se salvaban. Esa idea de martirizarse de que nosotros hacemos cultura acá olvidadotes del centro, de las becas y los apoyos, nomás terminó por alejarme de ellos.
E igual, cada año peleando el presupuesto para invitar a gente de fuera para que viniera a decirnos la neta, y tras un fin de semana de comilones a cuenta del Conaculta o el ayuntamiento se van, y nos volvemos a quedar pobres.
He revisado –y asistido– sin querer queriendo algunos de los actos del Encuentro de jóvenes: a ver, mi amigo Carlos Ortiz moderando casi todas las mesas de presentación. El mismo que según he leído en los comentarios de ese Aleph que es el Facebook, por comentarios de otros presuntos –escritores– implicados, confiesa que los libros que presenta, no los ha terminado de leer.
A ver: mi amigo Paul Medrano, re-presenta su novela Dos Caminos, tras cuatro meses de que lo hizo en el Palacio de Minería, en la ciudad de México, y en donde de ninguna forma ubica uno que su escenario es Acapulco, como se ufanan sus presentadores. A Paul le temblaron las patitas para decir las cosas por su nombre. Es más, Paul en su autopresentación en la solapa de libro, reseña todos los lugares donde ha trabajado y colaborado y en ninguno cita algún medio de Guerrero. Aunque nosotros lo defendamos como un tamaulipeco adoptado como guerrerense, por su propia autobiografía, él se deslinda de esa circunstancia.
No sé si haga falta apoyo del estado para ser escritor, y otro para organizar encuentros y reconocerse escritor. Y una extensión al bar para celebrarse escritor. Lo que sí sé que hace falta de todo eso es libros, digo, mínimo.
Y bien, esta buena intención del Encuentro se ha convertido en un galimatías. ¿Qué producción literaria ha salido de estos aquelarres? Sólo fotos en Facebook de unos actos que pocos reseñan y con participantes al punto de un colapso etílico (tampoco me espanto, prudencia y adelante). Lo que sí sé que hace falta de todo eso es libros, digo, mínimo.
Espero que estos esfuerzos tomen un cauce institucional, y que en los próximos se trascienda de la pachanga del ghetto de siempre, a un proyecto en donde al menos se entienda que la vida cultural existe más allá de la calle Juárez.
P.D: Abrazos a mi compadrazo Manuel Maciel, a Marisol y a mi ahijado Emiliano. Con este Manuelazo organizamos con una patona de Bacardí, una de tinto Domecq y otra de la que se ha extratraviado el nombre, el Primer Encuentro de los poetas muertos de hambre y su consecuente bebida de los poetas muertos de hambre hace 22 años. Qué poder de convocatoria y a cuenta de nuestros raquíticos bolsillos.
Este es el link en el que hasta hace tres días El Sur exhibía esa nota, hoy la ha censurado impidiendo el acceso a ella.

En la cena en el muelle, Daniel, que es cinéfilo profesional, hizo referencia a la guerra que W. Randolph Hearst, el magnate norteamericano de medios, emprendió contra Orson Welles y su Citizen Kane y refirió también que si éste no hubiera convencido a RKO Estudios de exhibir la película a cualquier costo, el film hubiera sido destruido sin remedio.
Por supuesto, con las distancias de rigor, esa historia de intolerancia y censura sin límites se repite a cada rato en cada latitud del planeta según sea el nivel de la megalomanía que padecen quienes se consideran con todo el poder.
O con la posesión de la verdad absoluta y sus utilidades…
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

lunes, 29 de agosto de 2011

Hacer bien el trabajo


Yo, ciudadano
Hacer bien el trabajo
Gustavo Martínez Castellanos

Algo que no deja de llamar la atención es el hecho de que, después del  horror que sacudió a México por los sucesos en el Casino Royale, las descalificaciones en contra de la petición de tregua del Procurador Guerrerense hayan bajado de nivel hasta desaparecer por completo. Algo que no fue resultado del impacto de la noticia generada en Monterrey, sino debido a un análisis tardío. Otro, serio nos diría que siempre es mejor pedir una tregua a las partes en pugna que vivir el riesgo de que una actúe como lo hicieron quienes bloquearon las salidas del Casino Royale y le prendieron fuego al edificio con más de cincuenta personas dentro, entre empleados y clientes. Hoy, el silencio de los detractores de López Rosas y de los medios que potenciaron la malinterpretación hacia su postura, le da a éste la razón. Además, el silencio de los medios, da cuenta de otros factores que, como siempre que se trata de la lucha de grandes intereses, se han mantenido debidamente ocultos.
Uno de ellos es la vena humanista de López Rosas. Hacia 2002 cuando se postuló para alcalde de Acapulco y empujado por la insania de algunos medios y actores políticos, fue al cementerio a pedirle perdón a la tumba de la pequeña Merle Yuridia porque consideró injusto que lo acusaran de que su actuar como magistrado fuera insuficiente para condenar y castigar a su asesino. En el 2003, ya como alcalde, hizo eco de dos proyectos disparatados de René Juárez: traer a Guerrero al Papa y poner un segundo piso a la avenida costera. Aún más: concedió a un tabloide una entrevista en la que el tema era: ¿Qué haría López Rosas si Dios viniera a Acapulco? En esa entrevista a tres voces el alcalde, el tabloide y los entrevistadores obviaron su izquierdismo y su consecuente materialismo. Pero por aquellos días el PRD, sus tabloides, sus aliados y sus sesudísimos intelectuales le perdonaban todo a aquel alcalde de profunda raigambre local. Lo necesitaban.
Hoy, no le perdonaron la petición de tregua y pasaron por alto muchas cosas muy interesantes de esa petición: al pedir tregua entre bandas y respeto por los códigos (de guerra) López Rosas pedía que los bandos en pugna se percataran de que si no se detenían terminarían por aniquilar a la ciudad a través de aniquilar sus medios de producción, sus fuentes de generación de ingresos y la confianza tanto de inversionistas como de los grandes consumidores. López Rosas no es economista, pero ha sido alcalde, y sabe muy bien qué sostiene a una ciudad como Acapulco. Que su petición podría tomarse como una invitación a continuar delinquiendo a quienes nos han vuelto reos del horror, nadie lo puede negar, como tampoco nadie puede negar que lleva el llamado a evitar la exacerbación. Una banda, cuando menos, respondió positivamente y por fin pudimos acceder a un día sin asesinatos, el jueves 25. El llamado había funcionado. Que esa banda haya intentado encajonar al gobernador exigiéndole que declarara que él no tenía nada qué ver con uno de los bandos en pugna no le funcionó, porque el gobernador ya había aclarado eso (y fuera del contexto de la condición que imponía esa banda). Por lo contrario, esa misma exigencia era ya una iniciativa a entablar diálogo con el gobierno, a escucharlo y a acceder a menguar o a detener las acciones sangrientas. Porque es muy probable que detrás de la petición haya habido un acucioso trabajo de inteligencia. Todo eso tenía que tomarse como un logro político-diplomático, un avance que benefició a Acapulco y alejó a nuestra ciudad aunque sea por un corto lapso de los terribles resultados que arrojan las pungas entre bandas en otras regiones. Véase el caso Casino Royale. Sin embargo, la mayor parte de los analistas lo leyó mal.
Tal vez porque, en efecto, el llamado a la tregua y la respuesta a ese llamado tienen muchísimas implicaciones políticas, sobre todo en tiempos preelectorales. Pero, de momento, debemos observar el avance conseguido por el fiscal guerrerense.
Y en esa misma tesitura deben tomarse otros llamamientos que, desgraciadamente,  muchos líderes de opinión y medios de comunicación han leído con las peores intenciones. Uno de ellos es el que lanzaron las funcionarias de Turismo en el sentido de que Acapulco era seguro pues no había sufrido merma por la violencia en esta temporada.
Las réplicas fueron todas negativas y exentas de análisis en muchos aspectos inherentes a la praxis profesional de esas funcionarias. La primera radica en el hecho de que una de las partes más importantes de su trabajo consiste en promocionar los beneficios de los lugares turísticos a su cuidado, no las desventajas. La segunda es que si bien esa praxis debe pasar por la criba de la verdad esa parte corre a cargo de que quienes consumen esas promociones estén ciertos de que no sólo Acapulco es inseguro, por una parte, y por otra, y de que quién visita cierto lugar lo hace bajo su propio riesgo. Otra más: la seguridad de esos lugares no es un aspecto de su competencia, sino de las fuerzas de Seguridad. Un aspecto que debió haber llamado la atención de esos medios que se cebaron descalificando a estas funcionarias  fue el símil que la titular de Sefotur emitió en una de sus declaraciones: “Miami y New York eran lugares muy inseguros hace veinte años y aún así la gente iba a ellos” pues con ello quiso decir, por una parte, que la inseguridad no detiene el flujo de visitantes a ningún lugar (en medio de ambas guerras, los turistas seguían visitando Irak) y, por otra, que los periodos de agudización de la inseguridad son fluctuantes: van y vienen. Algo más, de parte mía: ¿Qué hacen los norteamericanos con los altísimos índices de inseguridad de sus ciudades? Películas. En México y en Guerrero, en cambio, linchamos a quienes -a través de hacer su trabajo-, tratan de mantener a flote  a la industria turística.
Ambos ejemplos de discursos dan cuenta de que necesitamos también de una prensa y de líderes de opinión con una seria capacidad de análisis. Y con menos insania. La inseguridad nos golpea a todos, por eso, insisto: abatir sus índices y consecuencias nos compete a todos. Véase al alcalde Manuel Añorve, por fin se ha sumado a esa causa y ha dejado de lado sus guerras particulares para ponderar los alcances del gobierno de Aguirre. Entre ellos, no abandonar nunca la promoción de Acapulco, traer embajadores de diversos países que comprueben que la prensa exagera nuestra situación de inseguridad, gestionar la Feria de las culturas y una serie televisiva sobre Teddy Stuffer (con “Canana Films”), llevar nuestra cultura a la capital del país, coordinarse todo el tiempo con los funcionarios de todos los órdenes de gobierno para beneficiar a Acapulco y a Guerrero, atender nuestros problemas internos de manera directa con sus principales actores y apoyar siempre a sus colaboradores (en este caso, Graciela Báez, López Rosas, Ramón Almonte).
Nadie puede decir que no está trabajando y que no está presentando resultados: Acapulco tuvo en este periodo uno de sus más altos índices de ocupación hotelera (85% en temporada de lluvias). Todo eso, en menos de cinco meses, con una tremenda crisis nacional en materia de seguridad, nuestros ancestrales rezagos y el déficit financiero y de credibilidad que dejó el gobierno anterior. Nuevo León, para nosotros hoy es un parámetro. Nadie puede decir que López Rosas y Graciela Báez bajo la dirección Aguirre y Aguirre mismo, están haciendo mal su trabajo. Lo único que podemos lamentar en ese aspecto es que la prensa y los analistas no estén haciendo bien el suyo.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

jueves, 25 de agosto de 2011

Acuse de Recibo: cosas de cultura


Yo, ciudadano
Acuse de Recibo: cosas de cultura
Gustavo Martínez Castellanos
Un amable lector me envió -no sé si como reclamo o como adhesión- un e-mail con la leyenda: “mire lo que ocasionan sus textos” y tres documentos adjuntos (reproducciones de sendas páginas de El Sur). Una, informa que la Secretaría de la Juventud disminuyó el monto de su aportación al Encuentro de Escritores Jóvenes. No creo que mis textos hayan tenido algo que ver con eso; por ello, si el envío era de reclamo quiero informar a ese amable lector que en los documentos que me envió está la respuesta a su inquietud.
En la primera página, fechada el día 23, se notifica que José Agustín será homenajeado en el Encuentro de Escritores Jóvenes; una foto del organizador, detrás de la barra de un bar, y con una cerveza Victoria en la mano, acompaña a la nota.
En la segunda, fechada el día 24, dicho organizador se queja de que pidió 150 mil pesos para hacer su evento y sólo se le han dado 90 mil.
En el tercera (25 de agosto), el organizador se queja –otra vez- de que la Secretaría de la Juventud le redujo el monto de su aportación, aduce que es “lamentable que una de las secretarías dedicadas a apoyar el desarrollo de los jóvenes guerrerenses, quede tan mal ante los principales promotores culturales (sic) en un encuentro al que asistirá gente de otros estados” y que eso “sólo retrasa el avance cultural del estado”.
El asunto de los dineros siempre es importante –si no, ¿por qué se tomaría alguien la molestia de hacer encuentros? Sin embargo, también son dignos de resaltarse otros valores.
Por ejemplo, el de la verdad. El organizador dice en la primera nota que vendrán 50 escritores jóvenes (no sabemos si son 50, ni si son escritores, ni si son jóvenes), 30 de ellos foráneos y 20 del estado de Guerrero. En el del día 24 dice que los foráneos son 20 y los locales, 30. Pero en el del día 25 dice que los foráneos son 40. ¿Qué le creemos?
La coherencia, otro valor. En el primer texto dice que sus encuentros incentivan “a los jóvenes a escribir además de fomentar la lectura entre las nuevas generaciones”. Ningún encuentro literario puede acercase siquiera un poco a esos objetivos en un estado como el de Guerrero en el que el gobierno tiene que regalar uniformes y útiles escolares para que los estudiantes puedan asistir a clases. Una nota aparecida en la misma página del día 25 resalta esa incoherencia: “Escasa participación de jóvenes de Chilpancingo en el encuentro de Acapulco”. “A pesar de convocarlos con tiempo nadie presentó su ficha” para asistir.
El profesionalismo, la seriedad, otros valores. Aparte de sus contradicciones y de su boba visión de nuestros problemas culturales, el organizador de dicho encuentro, al erigirse en uno de los principales promotores culturales, olvidó cuidar su imagen. Promociona su evento cultural (aunque lo haya erigido asaltando los programas públicos en la materia y al erario local) sin el más nimio asomo de respeto por sí mismo, por la sociedad y por las instituciones que lo apoyan, pues aparece en la foto de la página del día 23 con una cerveza en la mano. Mi envío anterior llevaba los links en los que El Sur y La Jornada consignaban con sendas notas el libérrimo comportamiento de los participantes a estos Encuentros.
No sé si la Secretaría de la Juventud decidió recortar su aportación después de haber visto esa foto. O esos links. Lo único que puedo decir es que dicha Secretaría no puede permitirse respaldar la imagen de vicio y disipación que este sujeto promociona entre los jóvenes, así no sean escritores. Creo que todo eso pesó más que mi texto. Servido.
La premiación del Décimo quinto José Agustín.
Que un certamen literario como el José Agustín haya llegado a esta emblemática edad reviste de explosivo júbilo a una sociedad como la nuestra porque da cuenta de que en Acapulco no todo es disipación y hedonismo. Y que el trabajo intelectual y creacional, desinteresado, limpio y constante rinde siempre jugosos y nutricios frutos.
Los beneficios que José Agustín ha reportado a Acapulco son incuantificables. En primer lugar está el legado cultural y educativo de su familia que data desde hace casi un siglo. En segundo lugar está la constante promoción que hace de Acapulco a través de aclarar siempre a quienes dicen que nació en Guadalajara que nació en Acapulco: “Soy orgullosamente acapulqueño”. Esa promoción abarca el binomio narrativo sobre Acapulco: Se hace tarde, el final en la laguna y Dos horas de sol.
En tercer lugar; el trabajo realizado en el concurso que lleva su nombre. Él y Aída perfilaron desde sus  inicios el José Agustín como una estrategia que dinamizara la creación literaria en Acapulco y en Guerrero –después lo hicieron nacional- a través de incentivar a los creadores locales con reconocimientos y el monto de los premios. José Agustín siempre ha estado al pendiente de todo: la selección de los jurados (la gran mayoría han sido escritores de prestigio invitados por él); el funcionamiento del evento en cada una de sus etapas y, cuando su agenda se lo permite, su asistencia a la ceremonia de premiación que siempre es –y será- un gran evento cultural completamente nuestro.
En cuarto lugar, la creación y supervisión editorial de la revista El espejo de Urania bajo la dirección de Aída Espino y la redacción de Alberto Forcada. Las plumas internacionales que participaron en ella lo hicieron a invitación de José Agustín. Por su parte, Aída invitó a actores culturales locales, entre ellos, Marcelo Adano, Isaías Alanís, Maribel Gutiérrez, Edilberto Abarca, Iris García, Federico Vite, Jeremías Marquines, Humberto Aburto, Alejandro Martínez, Claudio Viveros, Marcelo Uribe, Roberto Ramírez, Karina Tejada, Eduardo Añorve y muchos otros. Algunos dejaron de enviar sus textos porque se les pidió que cuando menos procuraran evitar sus faltas de ortografía.
El espejo de Urania se distribuía a nivel mundial. En 2001 y debido a su alta calidad,  obtuvo el premio Edmundo Valadés que la hacía acreedora a financiamiento por parte de CONACULTA. Dejó de salir cuando Aída Espino tuvo que enfrentar al alcalde López Rosas y la insania de muchos actores culturales locales.
En quinto lugar, José Agustín, aún con ser el más grande escritor guerrerense -sólo después de Altamirano- y con ser el más grande escritor acapulqueño de todos los tiempos, siempre ha mantenido una actitud de respeto al ámbito cultural suriano no interviniendo en el devenir cultural local a pesar de que siempre deploró la insania de la comunidad cultural y de algunos medios que se cebaron contra  su prima Aída y su familia. En cambio, y de manera silente, siempre ha apoyado los proyectos culturales locales que le han presentado y, por supuesto, todos los que Aída ha creado.
José Agustín, sólo los necios y los ignorantes se atreverían a negarlo, ha beneficiado de forma transparente, amplia, profunda e histórica al panorama cultural guerrerense. Es un orgullo totalmente nuestro, y su presencia en nuestro entorno cultural, un valor.
Hoy, que el certamen que lleva su nombre (y que han tratado de hacer naufragar muchos necios e ignorantes) llegue a los 15 años, es un motivo especial de celebración.
Nos vemos este viernes 26 a las 19:30 en el salón Coral del Hotel Ritz (Costera) y,
Nos leemos en la crónica: gustavomcastellanos@gmail.com
www.culturacapulco.com; http://culturacapulco.blogspot.com

miércoles, 24 de agosto de 2011

El Parque de Diversiones II

Yo ciudadano
El Parque de Diversiones II
Gustavo Martínez Castellanos

Otro de los grandes y profundos problemas que enfrenta Acapulco es la visión de sus alcaldes. La mayor parte de ellos lo han visto como un peldaño hacia posiciones políticas más altas y rentables; dos han logrado ser gobernadores: Zeferino Torreblanca y René Juárez. Añorve, nuestro primer edil, ha intentado también ese camino. Desafortunadamente, su partido le dio esperanzas en lugar de haberle exigido lo de siempre: “respeta tus votos de obediencia y  disciplina: espera tu turno”. Así, Ángel Aguirre le ganó las elecciones de abril pasado con la aprobación de un electorado que en las urnas acapulqueñas mostró su rechazo a Añorve quien, además, ya había gobernado Acapulco en un interinato. Sin embargo, haber perdido la gubernatura por un pequeño margen de votos dio a Añorve la esperanza –otra vez- de poder alcanzar otro puesto de elección popular: una senaduría. En el camino a ese escaño, Añorve nuevamente ha desdeñado los inaplazables problemas de Acapulco y se ha puesto a privilegiar su imagen tratando de asegurar su futuro político.
Su camino al senado pasa por el pleito con el poder federal en manos panistas y la resucitación de la consigna ruizcortinista “Acapulco también es México” en un mal momento. En su sexenio, Adolfo Ruiz Cortines deseaba que los inversionistas mexicanos voltearan hacia los sectores productivos estratégicos de la economía nacional, no sólo hacia el turismo al que Alemán le había dado un inusitado auge al final de su sexenio y del que extrajo jugosísimas ganancias personales. Hoy, aquel nacionalismo, aparte de anacrónico es contraproducente: lo que Acapulco requiere es más inversiones. Más apertura.
El camino al senado también pasa por la izquierda. Al menos por una parte de lo que en Guerrero se ha dado a conocer como “izquierda”. La imposición del nombre del extinto Armando Chavarría a un parque acapulqueño ha propiciado que su viuda, sus hijos y seguidores se acerquen al actual acalde priísta. Los acapulqueños, en cambio, nos preguntamos qué tenía o tiene que ver Armando Chavarría con Acapulco para que uno de nuestros espacios urbanos lleve su nombre. A contrapelo, el Almirante Argudín Alcaraz, uno de los más recios y preclaros alcaldes acapulqueños sólo alcanzó, en esa carrera hacia la senaduría de nuestro edil, que una calle lleve su nombre. A Argudín Acapulco le debe una visión de gran ciudad; el almirante había previsto sus profundos problemas y había propuesto diversas soluciones que podrían cambiar el rostro de Acapulco. Argudín era un hombre culto y de mundo; una de esas soluciones fue ampliar Juan R. Escudero –nombre emblemático acapulqueño- hacia Costera y, otra, ampliar Cuauhtémoc hacia Hurtado de Mendoza. Desafortunadamente diversos actores políticos, empresariales y populares no entendieron la necesidad de desahogar el centro de Acapulco con vías más amplias. Hoy padecemos las consecuencias de aquella reticencia. Sin embargo, López Rosas –otro acapulqueño-, sí entendió a Argudín y amplió Cuauhtémoc hasta Humbolt. Faltaba que Félix Salgado continuara aquella obra urgente, pero él prefirió hacer el puente inservible –pero muy rentable para sus finanzas personales- sobre Hurtado de Mendoza. Con Añorve renació la esperanza de que continuara aquella ampliación, pero Añorve prefirió seguir los pasos de Félix y erigió otro puente inservible. Argudín nos dejó el parámetro del alcalde que se preocupa por su ciudad y trata de mejorarla. A Chavarría ¿qué le debemos los acapulqueños?, sólo Añorve y su cabildo lo saben.  
Claro, ni Añorve, ni Félix, ni Chavarría son acapulqueños.
Pero el camino al senado no se detiene en la “izquierda” pasa también por una visión cultural cojitranca, grotesca. En ese rubro, el gobierno de Añorve salió peor que el de Félix quien cuando menos–y esto no lo exonera ni de sus inmensos yerros ni de sus latrocinios en la materia- tenía tríos y danzoneros trajinando todo el tiempo en el zócalo (salvo cuando los indígenas artesanos se pusieron en huelga de hambre para protestar por haberlos dejado sin espacios para subsistir); Añorve, ni eso. En cambio ha preferido volver a financiar un Encuentro de escritores que pagará de nuestros impuestos la estancia, bebidas alcohólicas y comida de medio centenar de escritores foráneos en hoteles locales. Ya en dos ocasiones  se comprobó que esos Encuentros sólo sirven para que sus organizadores asalten el erario. Son tan deplorables que, el año pasado, los dos tabloides que primero propiciaron su existencia (y la de otros eventos no menos costos e igual de inútiles) protestaron por sus excesos**. El Sur, a través de Aurelio Peláez, uno de sus fundadores y más representativos editorialistas, consignó que el Encuentro de Escritores pecaba de excesiva vacuidad y aldeanez y, La Jornada, cuyo director es el exalcalde Félix Salgado (que protegió, alentó y financió a esos cultureros que lo ayudaron a desviar los recursos del área) publicó la reproducción de un chat en Facebook en el que los “escritores” invitados festejaban entre otras cosas la estancia gratuita en los hoteles porteños “para pasársela bien”, los vales para bebidas alcohólicas –que fotocopiaron para comerciar con ellos (¡!)- y los desperfectos ocasionados en las hospederías que los albergaron. Todo, con cargo a nuestros impuestos. Ahora, para intentar darle un atisbo de respeto a uno de esos Encuentros la alcaldía propuso otorgarle en él un reconocimiento al escritor acapulqueño José Agustín. Lástima que lo vaya a recibir rodeado de los “escritores” que durante los trienios de López Rosas y Salgado Macedonio acusaron a la Directora de Cultura Aída Espino de haber desaparecido los recursos del área (cuando quienes disponen de ellos son los titulares de Desarrollo Social, en aquel entonces, Rossana Mora y Fabiola Vega). Esos mismos “escritores” que rodearán a José Agustín fueron los que en contubernio con El Sur y La Jornada pugnaron por defenestrar a Aída Espino de la Dirección Municipal de Cultura hasta lograrlo y trataron de aniquilar al José Agustín, concurso de cuento que Aída erigió 15 años atrás en honor a su primo.
Sin embargo, que la alcaldía quiera entregar a José Agustín un reconocimiento en los días en los que Aída Espino, el Jurado del José Agustín y José Agustín mismo entregarán el premio homónimo a los ganadores del certamen, lleva una carga de insania única pues podrían empalmar su evento con el de Aída sólo para que José Agustín no esté en el de ella.  Hacer eso bien podría tomarse como un acto diabólico.
Desafortunadamente el camino al Senado no pasa por una seria visión cultural de nuestra ciudad. De ser así el gobierno de Añorve hubiera apoyado el trabajo de Aída Espino cuando menos no obligando a la profesora Themis a echarla con sus talleres de la biblioteca que dirige. O, aportando recursos para el José Agustín (¡y ahora Añorve quiere entregarle un reconocimiento!). Con los Encuentros de escritores este gobierno gastará más de un millón de pesos. Infame forma de traer turistas a Acapulco. Y sucia: con cargo a nuestros impuestos. Con gobiernos y posturas así, ¿cómo no entender que las mafias –incluidas a las culturales- vean a Acapulco como un botín de guerra? Difícil que ganemos esa guerra.
Nos vemos en la premiación del José Agustín este viernes 26 en el salón Coral del Hotel Ritz a las 19:00 Hrs.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

** Para acceder a las notas de El Sur y La Jornada citadas: 
"El encuentro de jóvenes escritores: vaca que no da leche":

http://www.suracapulco.com.mx/opinion02.php?id_nota=6599

 "Cerveza y tequila, con cargo al erario":

http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2010/09/21/index.php?section=sociedad&article=008n1soc


sábado, 20 de agosto de 2011

El parque de diversiones


El parque de diversiones
Gustavo Martínez Castellanos
Una de las mayores desgracias de Acapulco es que su nombre se relacione sólo con el boato, la alegría, el placer. Y no con su cualidad de sitio humano. Esta relación –y esta es otra desgracia sobre aquella- no deviene de quienes acuden desde cualquier punto del país o del orbe a “pasársela bien” sino de quienes lo promocionan. Con la primera desgracia pagamos el hecho de aceptar la categorización de parque de diversiones y todas sus concomitancias; con la segunda, pagamos la imposibilidad de acceder a organizarnos de otra forma en cuanto se avecinan las desgracias.
¿Quién puede interesarse por la inseguridad en un parque de diversiones? Nadie, salvo quien asista a él. Para evitarla lo más prudente es no asistir a ese parque. ¿De qué manera se organiza la gente en un parque de diversiones cuando ocurre una tragedia o la inseguridad aumenta? De la forma en que los responsables del lugar lo indiquen: es su parque. ¿Qué ocurre cuando los responsables sólo promocionan el parque pero no se responsabilizan por él porque jamás contemplaron que podía ser inseguro?: lo que está ocurriendo. Los acapulqueños esperamos a que los responsables -aquellos que se han erigido en dueños del puerto y lo han organizado a su modo-, ahora hagan algo por él.
Pero ellos, los empresarios, los políticos, los funcionarios, no se hacen responsables. No lo organizan en caso de contingencias. Y menos aún en este tipo de contingencias. Si la inseguridad del parque crece o se desborda, culpan a otros, fingen demencia. Enloquecen.
Nuestra segunda gran tragedia es que quienes administran Acapulco: el alcalde, los grupos políticos y empresariales, sólo se lamentan de que puedan cerrarles el parque, no de las víctimas de la inseguridad. De hecho, la inseguridad y sus víctimas abren otro tipo de nicho rentable: la información amarillista que presenta siempre la foto sangrienta con una relatoría de hechos y que se erige en índice de fuego que señala a los responsables del parque; pero que nunca ofrece análisis. Jamás presenta las causas profundas de la inseguridad. Claro, la prensa también es empresa y, de alguna manera, es también responsable de la forma en cómo se organiza el parque. Pero eso no lo dirán nunca.
Entre las causas profundas de la violencia en el parque de diversiones se encuentra por principio el rechazo de los administradores a que sea tratada como ciudad. Acapulco está lleno de gente que vive aquí. No es sólo un centro de diversiones. Hay educación, en un nivel muy elemental y restringido; hay niños y jóvenes que estudian. Hay comercios de todo; servicios médicos, legales, contables. Espirituales. Sus calles están siempre llenas de gente. Cuando los que administran el puerto promocionan sus ciclos turísticos esas calles, esos servicios y toda la ciudad resultan insuficientes. Sí, Acapulco está mal regulado. Lo sabemos también porque la derrama económica que esos ciclos turísticos dejan nunca alcanza para desempeorar los servicios que requiere la ciudad. Por ello, Acapulco es un gran negocio: mucha gente local, mucha gente que viene a divertirse, mucho dinero. Y poco análisis, para que “nuestros visitantes” no se sientan incómodos con protestas ni inconformidades de “los nativos” (según la “poeta”). Ciudadanos bien controlados. Ese orden de cosas, perfecto para que un grupo –o un grupo de grupos- controle la ciudad, es propicio para que cualquier grupo pueda acceder fácilmente al control de toda la ciudad
Acapulco no es como otras ciudades. En aquéllas, las libertades ejercidas operan en función de una visión de la ciudad como tal, no como de un centro de diversión.
En aquellas, esas libertades no están completamente ni supeditadas ni depositadas en determinados grupos. En ellas no todo gira en torno -o en función de- su principal producto y sus mecanismos de producción –es decir, que ni la prensa los alaba siempre ni de forma tan idiota; y posiblemente haya un ejercicio intelectual respaldado por respetables instituciones de investigación y análisis ajenas al principal producto.
En aquellas ciudades, en fin, se organizan de otra forma que tal vez opere cuando menos en función de evitar -o no padecer tanto- los niveles de inseguridad que en Acapulco empezamos a padecer de cinco años a la fecha.
Otra de las causas profundas de la violencia que los emisores de opinión nos deben como información es el de la coyuntura histórico-política. Se acerca el fin de este sexenio, los principales actores políticos ya están más metidos en la próxima contienda electocal  que en solucionar los problemas del país. Ante estos “descuidos” los grupos delicuenciales medran. Pero no sólo ellos, sino también la “oposición”. La relatoría de la violencia desatada en el sexenio de Calderón beneficia a los partidos opositores al suyo; y, en los estados en los que gobierna la “izquierda”, beneficia al PRI. Los periódicos y noticieros que potencian esa violencia le hacen propaganda al tricolor. Si les pagan por ello o si lo hacen gratis, allá ellos, pero con eso no ayudan al país.
Otra causa es la estrategia de la guerra de Calderón. La dinámica en el norte del país ha conseguido abatir a los sicarios de allá, pero ha fortalecido a los del sur. O ha orillado a aquellos a replegarse hacia esta zona. Una vez aquí luchan con todo por el control.
Otra causa: la crisis económica por la caída de las bolsas, por la lenta recuperación de las economías regionales, por el desastre del 2009, porque con seis mil pesos no alcanza o por la búsqueda de salir de pobre sin “irse al otro lado” o sin “pegarle al gordo” (no me refiero a Castrens). Esa crisis continúa proporcionando reclutas a los grupos delictivos. También, el abatimiento de los grupos en el norte y el control de los controladores locales que abren la posibilidad de que cualquiera  pueda robar y matar impunemente.
No creo que solo en Acapulco pase eso. Twitteros, facebuqueros y blogueros que son la única prensa libre que nos queda, dan cuenta de ello en todo el territorio
El problema es que Acapulco siempre se ha promocionado como el centro de diversiones de México, el más grande, el más barato, el mejor. La violencia en su perímetro lo ensucia, fractura y desmorona. Más aún cuando aparece en las primeras planas nacionales. Sobre todo porque Acapulco es sólo otra ciudad. Y como tal debería ser tratada, analizada y organizada. Quienes detentan su control no han querido acceder a ello porque sería tanto como humanizarla. Admitir que es contradictoria y falible. Y lo es.
Los acapulqueños que la amamos y deseamos que sea percibida menos frívola y menos falsa de lo que la han hecho, estamos condenados hoy a padecerla como un botín de guerra de todos los grupos de poder. A sufrir sus balaceras. A ver morir a nuestros vecinos inocentes. Y a acceder al hecho de sentir que la hemos perdido para siempre, que tal vez nunca vuelva a ser  el remanso de paz que alguna vez fue.
El problema de la inseguridad en Acapulco es muchísimo más complejo que el de cualquiera otra ciudad. Y se agrava con la inquina e indolencia de los grupos de poder político, económico e informativo. Con la desinformación que sufren sus habitantes. Con su falta de una idea de pertenencia y de identidad. Aunque no se considere de esa forma ni en ese nivel, es también un serio problema cultural, y humanístico, porque los líderes de opinión hoy se duelen más de que la derrama económica baje, que por las vidas perdidas.
Una forma de abatir la inseguridad que nos aqueja sería comenzando un serio análisis de lo que somos. De inicio expongo que la nuestra es una ciudad, no un parque de diversiones. Nos leemos en la crónica. gustavomcastellanos@gmail.com