Yo ciudadano
IGC: Balances
Gustavo Martínez
Castellanos
Según el INEGI, hasta el 2010, en el
estado de Guerrero habíamos 3,388,768 (tres millones trescientos ochenta y ocho
mil setecientos sesenta y ocho) habitantes. ¿Cuántos de ellos se han
beneficiado de los servicios culturales que el gobierno del estado nos debe
proporcionar a todos por igual? Muy pocos. Posiblemente el .1 % (punto uno por
ciento), es decir, unas 3000 (tres mil) personas desde que el Instituto
Guerrerense de Cultura existe.
Estas 3000 personas son fácilmente ubicables:
han obtenido becas, espacios, cursos, promociones, viajes, viáticos, hospedaje,
publicaciones, empleos y otros beneficios en Guerrero, en el país y en el mundo
con el dinero de cultura de nuestro estado en los últimos años. Y son muy
conocidos, seguido aparecen en los tabloides izquierdistas locales.
La ofensiva brecha que media entre
esos privilegiados y el resto de los guerrerenses (unos tres millones
trescientos ochenta y seis mil) habla de la visión elitista de la postura
oficial cultural; pues, al beneficiar a unos cuantos -y así justificar la parte
del presupuesto que tiene permitido gastar- niega todo indicio democratizador. Aún
más: exhibe la falta de conciencia de esos guerrerenses privilegiados, de los
analistas y de los medios de comunicación que año con año alientan, sostienen y
promueven desde sus respectivas trincheras esa discriminación pues, ellos, sus
amigos, sus invitados a sus encuentros y los funcionarios de Cultura del
gobierno del estado se benefician de ella.
No es noticia nueva que el ámbito
cultural también sea botín. Ni que, enquistados en sus presupuestos, muchos
“creadores” consigan dinero, viajes, representación, status y favores
políticos; como se vio en el trienio de Félix Salgado en el que Fabiola Vega y
Citlali Guerrero pugnaron por una curul en el Congreso local o una regiduría
como pago a sus buenos servicios en el manejo discrecional del presupuesto de
cultura. Lo que es nuevo es que alienten el crecimiento de la estructura
oficial de cultura sólo para aumentar sus privilegios e ingresos. Así, a los
demás guerrerenses sólo nos toco atestiguar el nacimiento de una nueva casta
político-económica siempre hambrienta de poder.
Mi envío anterior suscitó opiniones
que, desafortunadamente, sólo señalaban la voracidad de la actual directora del
Instituto Guerrerense de Cultura y dejaron intacta esta lacerante nueva realidad
en Guerrero: la discriminación gubernamental también lastima a los más
necesitados desde el ámbito de la cultura.
Sin embargo, algunas de esas
opiniones dieron cuenta con una claridad inédita de lo que cito arriba y de
otras caras del problema. Reproduciré sólo algunas:
“La Secretaría de Cultura
fue un experimento de gobiernos pasados que no funcionó”. “Una Secretaría sólo
generaría más burocracia y ya estamos hasta la madre de mantener a tanto
burócrata güevón” “¿Qué beneficios puede traer una Secretaría que no puedan
obtenerse con una Dirección bien administrada?” “¿Por qué mejor no una Secretaría de Diversión y Entretenimiento?,
se la pasan haciendo festivales”. “La diferencia entre el ‘Festival de Acapulco’
y ‘Acuérdate de Acapulco’ es que el primero lo hace Televisa” Y ésta que no
tiene parangón: “Si para erigir una Secretaría de Cultura este gobierno utilizó
recursos públicos, acarreados y el madruguete, ¿qué no va a hacer el PRD para
ganar las elecciones del primero de julio?” Alejandra Frausto ha de estar de
plácemes.
Inclusive, el emperador Maximiliano
de Habsburgo envió un e-mail; mismo que no abrí porque no consumo anónimos. En
este ejercicio de libertades siempre he marcado la pauta al exponer seriamente
lo que pienso y firmar mis envíos. Pido a cambio lo mismo
A pesar de que ninguno de los envíos
señale la discriminación con que los gobiernos se ceban en los más necesitados
debemos reconocer que reflejan otra parte de la realidad. No tanto por el hecho
de que la propuesta de la erección de una Secretaría haya sido completamente
antidemocrática; ni porque, de hacerse, genere más burocracia; ni porque la
política cultural en un estado tan atrasado como Guerrero se base en festivales
de farándula, sino porque señala desde otros ángulos, el origen de las
lacerantes carencias que Guerrero padece: cuando un funcionario adquiere poder
en Guerrero usará toda la infraestructura a su alcance para enriquecerse y
enriquecer a sus amigos para que lo catapulten a puestos de elección popular. Es
decir, para adquirir más poder.
Esa verdad es altamente aplicable al
IGC porque no presenta informes ni avances ni proyectos de lo que hace ni de lo
que hará. Tampoco explica en qué gasta el dinero de los guerrerenses, ni pone a
consideración nada. El IGC es la dependencia con mayor libertad, más
presupuesto y más alta falibilidad de todas las que conforman el gobierno del
estado.
Su libertad consiste en que no rinde
cuentas a nadie. A nadie pide opiniones. Elabora sus programas en petit comite y proyecta siguiendo –lo
hemos visto y comprobado- los altibajos del criterio de su titular. En ese
libérrimo comportamiento, reparte poder siguiendo también criterios personales:
contrata personas para cargos directivos por dedazo, por amistad o por
complicidad. Pero además ahonda la brecha de la ignorancia en Guerrero al contratar
espectáculos que no resuelven ningún problema local. Da golpes de timón según
se mueva la marea política y privilegia el populismo a grado tal que parece que
siempre está participando en un concurso de belleza y simpatía.
Si bien el presupuesto del IGC no es
tan grande como el de otras dependencias, a cambio cuenta con recursos por los que
no tiene que pagar: bibliotecas, plazas públicas, kioscos, sitios
arqueológicos. Sólo se responsabiliza de las casas de cultura del gobierno del
estado porque las casas de cultura de los municipios no son de su incumbencia.
Más aún: cuenta con el más grande recurso de todos: la creatividad de nuestra
gente. Fuera de eso, el dinero que el IGC maneja jamás es auditado.
En sentido contrario a esa
disipación, el IGC es altamente falible. No ha reunido –porque no ha querido-
todos los talentos para sacar adelante a todas las regiones. No ha erigido un
edificio teórico ni ideológico sobre nuestra identidad ni ha marcado las pautas
o las directrices de nuestro ser cultural. Tampoco ha sentado las bases de la
producción de un sistema o estructura de análisis de lo que somos los
guerrerenses. En pocas palabras: no ha propiciado el ejercicio de
profundización que pueda, en un momento dado, determinar la existencia de un
periodo dorado de nuestra cultura o de su erección.
Si el IGC no ha hecho nada de eso,
entonces ¿qué ha hecho en todos estos años?, la respuesta es sencilla:
cualquier cosa; por poner un ejemplo: generar en su entorno una rémora
parasitaria que al aprobar todo lo que su titular propone le hace asumir que el
resto de los guerrerenses participamos en ese ejercicio de servidumbre.
Analizar al IGC es un ejercicio
inédito. Es tiempo de iniciarlo para evitar que esta dependencia gubernamental
termine torciendo lo que somos al torcerse a sí misma. Exactamente igual que
como lo han hecho otras dependencias que hoy son un desastre.
Aviso: Al amable lector cuyo envío señalaba
que mis textos son de despecho porque no participo del presupuesto que maneja
el IGC le informo que este Marzo rechacé el beneficio del PECDAG (60 mil pesos
que gané limpiamente en diciembre) en protesta contra las sucias
maniobras de los funcionarios del IGC. Servido.