miércoles, 27 de junio de 2012

Josefina: una gran mujer de nuestra historia


Yo, ciudadano
Josefina: una gran mujer de nuestra historia
Gustavo Martínez Castellanos

Un “conspicuo” analista dice en la televisión: “Si no hubiera gente corrupta no hubiera funcionarios corruptos”. La frase es inútil si no se toma en cuenta que la gente requiere soluciones a sus problemas y que si quien debe solucionárselos es alguien que asume su cargo como una prebenda, un premio o un coto de poder, entonces es imposible que se den soluciones si no es por la vía del cohecho.
La vida moderna de México -todos lo sabemos- inició con la pesada burocracia que los exrevolucionarios crearon. Excombatientes que saltaron del surco al Congreso, a las gubernaturas. A la presidencia de la república. Dueños de un país casi nuevo. Fuertes, detrás de una idea de instituciones avanzadas. Atrincherados en un partido monolítico. En su avance en un país que debió haber pasado de la subindustrialización a la completa tecnologización forjaron inmensas riquezas y complicidades cuyas estructuras siguen en funcionamiento. A pesar del “cambio” o “alternancia”.
El enraizamiento de esa estructura tardó medio siglo. Su madurez, veinte años -los más críticos de nuestra historia reciente-, pero sus signos de decadencia se han retardado porque todo proceso “democrático” por vivir está sólidamente fundido a esa estructura en la que los poderes fácticos preservan contra viento y marea el “orden”. El status quo.
Parece perogrullada pero su caída sólo puede darse a través de la violencia. Pienso no en la fuerza bruta, ni en el derramamiento de sangre, sino en un giro repentino y eficaz de acción de pensamiento y patriotismo que sea contundente en un acto único: el voto.
Es iluso pensar que todos los votantes de un país despierten en una elección del sueño de opio que durante toda su vida les han vendido los massmedia. Además, está la sucia maquinaria del fraude electoral de cada comicios. Y los grandes empresarios.
Visto así, que en unos comicios un país dé un giro de timón no es fácil. Empero, la metáfora náutica exige que uno de los tres capitanes en la cabina decida apoyar a otro.
México ya vivió la revolución institucionalizada. Ya vivió la acción nacional. Falta que se le dé la oportunidad a la revolución democrática. Si, como los candidatos dicen, su verdadera y única preocupación es México, supongo que quien va en tercer lugar tiene la obligación patriótica de apoyar a que el país viva nuevos cambios. Nuevas rutas. Nuevas ideas. Un nuevo tiempo y una nueva realidad.
En Guerrero, tuvimos esa oportunidad gracias al PAN. A unos días de la elección, el candidato de Acción Nacional declinó a favor del candidato de la coalición de las izquierdas y Guerrero se salvó de un retorno –que desde cualquier ángulo hubiera sido un retroceso (véase el caso del municipio de Acapulco)- a la férula del PRI.
Josefina Vázquez Mota y el PAN tienen en sus manos la oportunidad histórica de dar ese giro de timón por el bien de México; de evitar que ingrese a una etapa de inestabilidad (véase las muestras de rechazo contra el duopolio televisivo y Peña Nieto); de detener el regreso del PRI al que, más tarde, sea imposible derrotar o volver a sacar de los Pinos.
El 1º de Julio todos lo votos por la izquierda en México serán vitales. Pero la Historia de México hoy exige un voto, uno solo, que sería histórico porque le permitiría cambiar su historia para bien: el voto del PAN. Josefina Vázquez Mota tiene, hoy, la oportunidad de elevarse al sitial de las grandes mujeres de México. La elección es suya.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

martes, 26 de junio de 2012

La cartografía del desastre 3


Yo ciudadano
La cartografía del desastre 3
Gustavo Martínez Castellanos

Vemos el cuadro de O’Gorman en el lobby de la Torre Latinoamericana en el Distrito Federal y no podemos casar la idea de aquél entorno idílico del valle de México antes de que ingresara al universo de la cultura occidental con la ciudad que ahora es.
Acapulco acaba de recibir oxígeno desde el gobierno del estado que por todos los medios a su alcance busca “rescatarlo”. Desgraciadamente, para ello ha puesto lo más valioso de su patrimonio cultural, su identidad,  a los pies de la visión cultural de la capital del país. Atraer ese mercado es, en buena medida, una forma de llenar de turistas al puerto, aunque no tengan un alto poder adquisitivo ni dejen divisas. Además, ha invertido en infraestructura y ha realizado mucha promoción en los mercados nacionales más rentables. Pero eso no ha sido suficiente. Como no lo fueron campañas tales como “Habla bien de Aca”, ni todas las ofertas que algunos empresarios y el mismo gobierno expusieron para que el puerto no colapsara. En efecto, no tocó fondo, pero no se ha recuperado ni ha alcanzado los niveles de ocupación que los gobiernos suponen en sus proyectos.
Sin embargo, no se les puede culpar de no ser eficaces; la ciudad creció a tal grado que como en el antiguo valle de México, sepultó el paisaje, eclipsó la postal idílica y perdió su identidad. Es bizarro escuchar a Hugo Stiglitz hablar de “Acapulquito”.
Acapulco es una ciudad con problemas muy complejos sin soluciones a la mano. En primer lugar porque no se asume como ciudad, sino como centro recreativo. En segundo, porque todo el aparato productivo y la visión administrativa de estado tienen como única mira al turismo. En tercero, porque su infraestructura está muy deteriorada: no es lo mismo un antiguo castillo europeo recientemente adaptado como hotel que edificios de más de cincuenta años que no han tenido mantenimiento desde hace veinte. En cuarto lugar, porque la investigación en materia de turismo no ha crecido ni se realizado innovaciones: exportamos hasta las ideas. Y en quinto lugar porque sociológicamente tampoco tenemos conocimiento del problema ni de sus estratificaciones ni de sus soluciones.
El Distrito Federal, lo sabemos, tiene las más altas instituciones de investigación y de análisis del país. Es la sede de los poderes federales. Allá llega todo lo que el país produce. Y es el más abigarrado vecindario de intelectuales del país. En Acapulco, no tenemos nada de eso, y si existe un grupo intelectual, se ha puesto al servicio de las mismas miras que tienen la empresa y el gobierno: el turismo.
 Cuando escuchamos a los candidatos decir que quieren recuperar Acapulco o que son acapulqueños fieles, sabemos perfectamente que tienen una idea turística de la ciudad. Ninguno ha criticado el entreguismo cultural del IGC, ni la apatía cultural del gobierno municipal. Y ninguno ha reconocido lo que han aportado sus partidos al desastre que hoy es Acapulco. Sabemos que quieren ser parte de la solución, pero no vemos cómo puedan solucionar nada si sus discursos no profundizan en el ser interno de la ciudad ni en el ser único de ese fenómeno irrepetible que es el acapulqueño. En su lugar, sólo ofrecen soluciones administrativas. En otras palabras, no confían en el acapulqueño ni cuentan con él como no sea para pedirle su voto. Como carne de elecciones.
Sin embargo, aún es posible que Acapulco detenga su caída. Ya sea a través de un cambio cultural interno o de un cambio político administrativo nacional. Siempre es preferible que sea por ambas vías. Y que quien gane las elecciones sea capaz de entenderlo.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

domingo, 24 de junio de 2012

La cartografía del desastre 2


Yo ciudadano
La cartografía del desastre 2
Gustavo Martínez Castellanos

Un joven deja su pueblo, llega a Acapulco. Como no sabe trabajar en ninguna de las ramas de producción local ofrece su fuerza de trabajo no calificada y mira que lo que gana no es suficiente para alcanzar un buen nivel de vida. Un día pide permiso para lavar camiones urbanos, se le concede porque no pide ni sueldo ni prestaciones. Luego asciende a “chalán”; se hace amigo del chofer sirviéndole en todo y así consigue que le enseñe a manejar el camión. Más tarde lo cubre y, finalmente, cuando el dueño del vehículo tiene problemas con otro chofer lo pone al cargo. No ha conseguido el nivel de vida esperado pero ahora domina un vehículo de tres toneladas cuyo motor le permite acelerar en las rectas del entramado vial de Acapulco y apartar a todo mundo aventándole la unidad. Un día atropella a alguien, lo sabe: si lo deja vivo, tiene que pagar de por vida; si no, sólo una vez. Elige esta opción. Misteriosamente, a pesar de que todo señala su responsabilidad, el ministerio público no lo encuentra culpable ni lo detiene, ni a él ni al camión que manejaba. Seguramente cualquiera de nosotros se ha topado con él alguna vez.
Esta historia se repite en otros niveles y rubros: con la misma impunidad alguien pone un puesto de dvd’s o cd´s en la banqueta; o extiende su restaurante hacia el mar; o pone a indígenas a vender artesanías, quesadilla, mariscos, plumas, bronceador; o a dar masaje y no hay autoridad que rescate esos espacios porque con el tiempo han “generado derechos”
Empero, el problema no son esas personas que buscan cómo ganarse la vida, sino quienes no vigilan que ese derecho no lastime los intereses del resto de la ciudad y permiten que operen con toda impunidad porque de cada líder de cada grupo, reciben una “tajada”.
Como por cada policía, los altos mandos reciben también las suyas.
Esta línea de corrupción funciona en ambos sentidos y es inmensa. Y ocupa casi todo el espectro productivo de la ciudad: desde talleres de cualquier actividad y tiendas que arrojan sus desechos al drenaje o cantinas que expiden alcohol adulterado y contratan menores de edad, hasta escuelas “patito” que “gradúan” ipso facto a quien sea.
La corrupción es el lubricante que mueve una ciudad a la que viene todo mundo a hacer dinero. Tanto los depauperados como el gran empresario que promete invertir pero que a través de “padrinos” y amigos en el poder consigue todo sin dar nada a cambio.
El problema, sin embargo, es mayor: nuestros recursos naturales, la ecología, la belleza, la limpieza, cada vez son menos; los servicios escasean y la población en etapa altamente productiva ya está buscando una plaza de maestro, una banqueta o un metro de playa en donde poner un puesto de lo que sea. Dinero fácil.
En el debate de los candidatos a gobernar Acapulco ninguno expuso el ingente problema que ya es la ciudad y sólo prefiguraron entre acusaciones mutuas el tremendo entorno que anticipa al desastre y de paso –para ganar adeptos- la idea de que tienen todas las soluciones en el bolsillo. Con ello sólo ocultan que el problema no está en la gente sino en el modelo económico nacional, generador de pobres y de carne de elecciones.
Uncido a una economía que aún funciona acorde a los tiempos políticos de nuestro centralismo, Acapulco, como puerto turístico, tiene un pie en el abismo. Como ciudad, tiene muchas soluciones, pero falta que quienes lo gobiernan quieran en realidad rescatarlo.
Una forma sería ampliar sus miras y abrirse al diálogo. Sólo para empezar.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

jueves, 21 de junio de 2012

La cartografía del desastre


Yo ciudadano
La cartografía del desastre
Gustavo Martínez Castellanos

El debate de candidatos a la alcaldía de Acapulco organizado por el grupo ACA dejó en claro muchas cosas, pero ninguna como la idea de decadencia que de este destino de playa tienen los cuatro aspirantes a regir sus destinos los próximos tres años.
La principal premisa fue la presentación iterativa de sus problemas de inseguridad como resultado de sus profundos problemas políticoadministrativos, desafortunadamente, como un referente del motivo toral que es la caída del mercado turístico local.
No creo que sea conveniente enlistar las descalificaciones mutuas en que incurrieron los candidatos. Las más sonadas y demoledoras, entre los punteros Luis Walton y Fermín Alvarado, abanderados de “Morena” y la coalición del PRI respectivamente.
Y no es conveniente porque ambos vienen de tradiciones diferentes: Walton exitoso empresario que se ha codeado con políticos de talla nacional e internacional que han visitado Acapulco y que -se dice- algunos se han hospedado en su casa. Con dos periodos de representación popular y la presidencia nacional del otrora Convergencia.
Y Fermín Alvarado desde su trinchera de político de tiempo completo que ha alcanzado no sólo una maestría en Derecho sino que ha sido secretario de educación, de gobierno y diputado federal.
Y no es conveniente porque a pesar de esas distintas expresiones políticas, ambos son hijos de los barrios históricos y de la llamada “cultura del esfuerzo”. De tal manera que cuando exponen en el otro las carencias y los errores de la política local en realidad complementan el cuadro de los más grandes yerros que como ciudad hemos vivido en las últimas décadas: altísimos grados de corrupción; ausencia de un proyecto de ciudad –y de sociedad- eficaz y eficiente y carencia de órganos ciudadanos que vigilen el devenir político administrativo y propongan soluciones acordes con nuestros problemas.
Pero algo más: que Acapulco ha vivido la experiencia de haber sido gobernado por ambas expresiones, el priísmo centralista y el izquierdismo que prometió un verdadero cambio pero que una vez en el poder se montó en la estructura que el priísmo dejó. Por señalar un ejemplo, el caso de la “máquina dragón” en el trienio de Félix Salgado.
En su descargo, podríamos decir que el sesgo del discurso de ambos se debió al formato del debate y a los temas propuestos por el grupo ACA, sin embargo, la oportunidad de debatir no era privativa a los intereses de ese grupo, sino con base en la idea que ellos tienen de todo Acapulco.
La contaminación, el medio ambiente, el municipio libre, otras formas de gobierno compatibles con nuestro federalismo, la libre expresión, la participación ciudadana, la educación, la investigación, el análisis y la cultura, el empleo en general, la sobrepoblación, nuestra diversidad, no aparecieron en el debate como problemas de fondo.
Desde ese ángulo fue interesante observar no la superficialidad de sus miras sino la falta de profundidad en su sentido de nuestra ciudad pues la cartografía que los cuatro armaron de ella anticipa el desastre. Una inminencia que nos preocupa a todos y que no habríamos podido atestiguar si el grupo ACA no los hubiera invitado a debatir. Y que, al menos en la idea que de gobierno expusieron, no se vislumbra de pronta solución.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

viernes, 15 de junio de 2012

Carlotta

Yo, ciudadano
Carlotta
Gustavo Martínez Castellanos

Una rara noticia llamó la atención de muchas personas hace un par de semanas: “Dos tornados destruyen tiendas de campañas en el zócalo de la ciudad de México”. Fue en el marco de las primeras lluvias de la temporada que, oficialmente, dura del 15 de mayo  al 15 de noviembre. Una rara aparición meteorológica se dio en Acapulco por las mismas fechas; vecinos de Pie de la Cuesta, Caleta y las Playas atestiguaron varias “culebras de agua”.
No sé si los “tornados” de la ciudad de México hayan sido de la calidad y potencia que tienen los que se dan en el norte del continente, pero en Acapulco todos sabemos que las “culebras de agua” son fenómenos en los que el agua del mar es succionada a través de remolinos hacia el cielo lluvioso. Otro fenómeno fue el del “olor de mar”, vecinos de algunos puntos del anfiteatro reportaron que por las noches era muy intenso.
La precipitación nocturna de este martes llegó con un ventarrón inesperado después de una semana de intenso calor. Llovió exactamente treinta y cinco minutos; cesó repentinamente. La lluvia del viernes 08 en la noche tuvo las mismas características.
Este comportamiento atmosférico local, que podría resultar cíclico a la memoria de nuestros ancianos (me refiero a periodos que los jóvenes no pueden recordar porque no los vivieron) hoy tiene nuevas alternantes.  A nivel mundial, los tsunamis que se han registrado desde la navidad del 2004, los terremotos como el de Haití, las tormentas tropicales como Catrina, la recurrencia de las intensas olas de calor que han devastado pastizales  y montes en Australia y EE UU y; en lo nacional, los fuertes movimientos telúricos cuyo ciclo inició el 10 de diciembre y las continuas erupciones del Popocatépetl. En lo local, los temblores que ocuparon buena parte del primer cuarto del año, la intensa y prolongada marea roja, calor excesivo y lluvias repentinas.
Con esto  no deseo conducir a mis lectores a pensar en profecías mayas o en el fin del mundo -comportamiento social en boga en los setentas con la aparición de El retorno de los brujos y que decayó para resurgir hace un par de años con mucha potencia -; sino a una visión en la que perciba que el equilibrio natural -si se encuentra en un ciclo de reacomodo, o si ha sido momentáneamente alterado- nos indica que hay que estar preparados.
Carlotta, una tormenta tropical que surgió hace dos días frente a las costas de Oaxaca, ya tocó tierra y se aproxima a Guerrero. Ha adquirido el nivel uno, pero se cree que puede elevar su potencia. Se anticipa que el sábado tocará Acapulco y que lloverá hasta el domingo. Fuera de eso, no hay más datos sobre el comportamiento atmosférico.
Hay una alerta amarilla, Protección Civil Guerrero ha preparado 350 albergues, 150 en Acapulco. Se ha pedido a la población que tome precauciones y haga acopio de botiquín, linternas, documentos importantes, alimentos enlatados, agua embotellada.
Lo que no se nos ha dicho es qué se va a hacer si el día de los comicios el clima está muy mal. Después de todo, alguien debió haber previsto que Julio pertenece a la temporada de lluvias en México y, que en este año, se ve que viene con severidad. Esperemos que ya se hayan tomado las providencias correspondientes y que se nos vaya a informar a tiempo, porque esta elección está muy reñida y toda contingencia podría convertirse en subterfugio.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;
Mañana sábado, Astrid Paola y Ari Jonathan (Culturacapulco) presentarán sus avances del programa PECDAG en la plazoleta del barrio las Crucitas a las 18:30 Hrs. Adjunto la invitación. Ahí nos vemos.
http://acapulcoenbreve.wordpress.com/ 
este es el link del trabajo de Astrid Paola, un blog en el que se puede leer sus textos y se puede opinar.

domingo, 10 de junio de 2012

Yo ciudadano
IGC: Balances
Gustavo Martínez Castellanos

Según el INEGI, hasta el 2010, en el estado de Guerrero habíamos 3,388,768 (tres millones trescientos ochenta y ocho mil setecientos sesenta y ocho) habitantes. ¿Cuántos de ellos se han beneficiado de los servicios culturales que el gobierno del estado nos debe proporcionar a todos por igual? Muy pocos. Posiblemente el .1 % (punto uno por ciento), es decir, unas 3000 (tres mil) personas desde que el Instituto Guerrerense de Cultura existe.
Estas 3000 personas son fácilmente ubicables: han obtenido becas, espacios, cursos, promociones, viajes, viáticos, hospedaje, publicaciones, empleos y otros beneficios en Guerrero, en el país y en el mundo con el dinero de cultura de nuestro estado en los últimos años. Y son muy conocidos, seguido aparecen en los tabloides izquierdistas locales.
La ofensiva brecha que media entre esos privilegiados y el resto de los guerrerenses (unos tres millones trescientos ochenta y seis mil) habla de la visión elitista de la postura oficial cultural; pues, al beneficiar a unos cuantos -y así justificar la parte del presupuesto que tiene permitido gastar- niega todo indicio democratizador. Aún más: exhibe la falta de conciencia de esos guerrerenses privilegiados, de los analistas y de los medios de comunicación que año con año alientan, sostienen y promueven desde sus respectivas trincheras esa discriminación pues, ellos, sus amigos, sus invitados a sus encuentros y los funcionarios de Cultura del gobierno del estado se benefician de ella.
No es noticia nueva que el ámbito cultural también sea botín. Ni que, enquistados en sus presupuestos, muchos “creadores” consigan dinero, viajes, representación, status y favores políticos; como se vio en el trienio de Félix Salgado en el que Fabiola Vega y Citlali Guerrero pugnaron por una curul en el Congreso local o una regiduría como pago a sus buenos servicios en el manejo discrecional del presupuesto de cultura. Lo que es nuevo es que alienten el crecimiento de la estructura oficial de cultura sólo para aumentar sus privilegios e ingresos. Así, a los demás guerrerenses sólo nos toco atestiguar el nacimiento de una nueva casta político-económica siempre hambrienta de poder.
Mi envío anterior suscitó opiniones que, desafortunadamente, sólo señalaban la voracidad de la actual directora del Instituto Guerrerense de Cultura y dejaron intacta esta lacerante nueva realidad en Guerrero: la discriminación gubernamental también lastima a los más necesitados desde el ámbito de la cultura.
Sin embargo, algunas de esas opiniones dieron cuenta con una claridad inédita de lo que cito arriba y de otras caras del problema. Reproduciré sólo algunas:
“La Secretaría de Cultura fue un experimento de gobiernos pasados que no funcionó”. “Una Secretaría sólo generaría más burocracia y ya estamos hasta la madre de mantener a tanto burócrata güevón” “¿Qué beneficios puede traer una Secretaría que no puedan obtenerse con una Dirección bien administrada?” “¿Por qué mejor no una Secretaría de Diversión y Entretenimiento?, se la pasan haciendo festivales”. “La diferencia entre el ‘Festival de Acapulco’ y ‘Acuérdate de Acapulco’ es que el primero lo hace Televisa” Y ésta que no tiene parangón: “Si para erigir una Secretaría de Cultura este gobierno utilizó recursos públicos, acarreados y el madruguete, ¿qué no va a hacer el PRD para ganar las elecciones del primero de julio?” Alejandra Frausto ha de estar de plácemes.
Inclusive, el emperador Maximiliano de Habsburgo envió un e-mail; mismo que no abrí porque no consumo anónimos. En este ejercicio de libertades siempre he marcado la pauta al exponer seriamente lo que pienso y firmar mis envíos. Pido a cambio lo mismo
A pesar de que ninguno de los envíos señale la discriminación con que los gobiernos se ceban en los más necesitados debemos reconocer que reflejan otra parte de la realidad. No tanto por el hecho de que la propuesta de la erección de una Secretaría haya sido completamente antidemocrática; ni porque, de hacerse, genere más burocracia; ni porque la política cultural en un estado tan atrasado como Guerrero se base en festivales de farándula, sino porque señala desde otros ángulos, el origen de las lacerantes carencias que Guerrero padece: cuando un funcionario adquiere poder en Guerrero usará toda la infraestructura a su alcance para enriquecerse y enriquecer a sus amigos para que lo catapulten a puestos de elección popular. Es decir, para adquirir más poder.
Esa verdad es altamente aplicable al IGC porque no presenta informes ni avances ni proyectos de lo que hace ni de lo que hará. Tampoco explica en qué gasta el dinero de los guerrerenses, ni pone a consideración nada. El IGC es la dependencia con mayor libertad, más presupuesto y más alta falibilidad de todas las que conforman el gobierno del estado.
Su libertad consiste en que no rinde cuentas a nadie. A nadie pide opiniones. Elabora sus programas en petit comite y proyecta siguiendo –lo hemos visto y comprobado- los altibajos del criterio de su titular. En ese libérrimo comportamiento, reparte poder siguiendo también criterios personales: contrata personas para cargos directivos por dedazo, por amistad o por complicidad. Pero además ahonda la brecha de la ignorancia en Guerrero al contratar espectáculos que no resuelven ningún problema local. Da golpes de timón según se mueva la marea política y privilegia el populismo a grado tal que parece que siempre está participando en un concurso de belleza y simpatía.
Si bien el presupuesto del IGC no es tan grande como el de otras dependencias, a cambio cuenta con recursos por los que no tiene que pagar: bibliotecas, plazas públicas, kioscos, sitios arqueológicos. Sólo se responsabiliza de las casas de cultura del gobierno del estado porque las casas de cultura de los municipios no son de su incumbencia. Más aún: cuenta con el más grande recurso de todos: la creatividad de nuestra gente. Fuera de eso, el dinero que el IGC maneja jamás es auditado.
En sentido contrario a esa disipación, el IGC es altamente falible. No ha reunido –porque no ha querido- todos los talentos para sacar adelante a todas las regiones. No ha erigido un edificio teórico ni ideológico sobre nuestra identidad ni ha marcado las pautas o las directrices de nuestro ser cultural. Tampoco ha sentado las bases de la producción de un sistema o estructura de análisis de lo que somos los guerrerenses. En pocas palabras: no ha propiciado el ejercicio de profundización que pueda, en un momento dado, determinar la existencia de un periodo dorado de nuestra cultura o de su erección.
Si el IGC no ha hecho nada de eso, entonces ¿qué ha hecho en todos estos años?, la respuesta es sencilla: cualquier cosa; por poner un ejemplo: generar en su entorno una rémora parasitaria que al aprobar todo lo que su titular propone le hace asumir que el resto de los guerrerenses participamos en ese ejercicio de servidumbre.
Analizar al IGC es un ejercicio inédito. Es tiempo de iniciarlo para evitar que esta dependencia gubernamental termine torciendo lo que somos al torcerse a sí misma. Exactamente igual que como lo han hecho otras dependencias que hoy son un desastre.
Aviso: Al amable lector cuyo envío señalaba que mis textos son de despecho porque no participo del presupuesto que maneja el IGC le informo que este Marzo rechacé el beneficio del PECDAG (60 mil pesos que gané limpiamente en diciembre) en protesta contra las sucias maniobras de los funcionarios del IGC. Servido.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com