Yo, ciudadano
Del día de muertos
Gustavo Martínez Castellanos
Tres eventos culturales a revisión:
el concurso de poesía, cuento y dramaturgia María Luisa Ocampo, la fiesta de la
nao y la celebración de día de muertos.
La celebración de día de muertos de este
año viene signada por el hecho de que será la última del sexenio de Felipe
Calderón. Esta observación va acompañada de dos datos únicos: por primera vez
en la historia de ambas naciones –y de sus respectivas celebraciones- los
medios electrónicos admiten, por un lado, que ni el Hallowen pudo ingresar a
nuestra cultura; ni nuestra celebración de Días de Muertos terminó del todo
pura.
Esta declaración que escuché a una
comentarista de Milenio noticias iba acompañada de una palabra difícil de
digerir para la idiosincrasia de ese medio: sincretismo.
Por supuesto, la visión es una
concesión a la cultura estadunidense y, como siempre, una merma a la nuestra:
el Halloween no ha podido crear un espacio de interacción cultural en México
con nuestra celebración de Días de Muertos porque aquella sólo se celebra -y de
forma mexicanizada- en ciertos estratos, para mayor precisión: los de clase
media. Aunque no sé qué celebren estos días –si es que algo celebran- nuestras
clases altas nadie puede negar que nuestros intelectuales se inclinan
indefectiblemente por la profundidad de Días de Muertos en todas sus
manifestaciones. Y, en el otro extremo, la cultura popular.
En ese sentido sobresale el segundo
dato: el fin del sexenio de Calderón conlleva un tremendo empuje publicitario
que intenta cubrirle las espaldas en la recta final de su mandato (le queda
sólo este mes). Una avalancha de innovaciones, bondades y virtudes del sistema
dando cuenta de nuestros “avances” y de nuestros “progreso y desarrollo” puede
verse en a publicidad del gobierno federal. Avalancha que intenta sepultar la
cifra de más de 60 mil muertos que costó su guerra contra el narco (más 150
mil, según cifras de Washington) y el análisis que pudiera decirnos qué tanto
hubiéramos avanzado en serio en todos los rubros de la vida nacional (desde la
economía hasta derechos humanos) si el ejército ni hubiera tomado las calles e
intimidado con su presencia todo el espectro de nuestras cotidianidades.
Más aún: el análisis que con
referencia a la muerte y sus manifestaciones ha vivido el pueblo de México en
este sexenio en particular.
¿Murió también el México que le
cantaba a la pelona, el que se enamoraba de ella, el que la tenía “parida”, el
que le pedía un beso, amor, lealtad y entrega de mujer? ¿El que la retaba, la
pedía, la exigía a gritos o en silencio no como un sedante para el dolor sino
como una constatación de que la muerte no es el último escaño de la vida; sino
uno más; otro, cotidiano y relativo? La muerte nuestra de cada día, pero
hogareña, dulce, materna; la que nos legaron nuestros grandes movimientos
armados y el sincretismo único de las visiones precolombina e hispánica durante
la conquista, ¿ha muerto, como dice la televisión?
En el vacío de ese análisis, la
publicidad delgobiernodelpresidentedelarepública pretende insertar esa idea del
amalgamiento con el Halloween, también para acallar la especulación: si a cada
generación le es dada armar el rostro, el sentido, el objetivo de la muerte
¿que es lo que esta generación nuestra, de la guerracontraelnarco, dejará?,
¿cuál será nuestro legado a esa historia de nuestra cultura de la muerte?
Espero que no el silencio.
En las siguientes: el María Luisa
Ocampo y la fiesta de la Nao.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com