viernes, 23 de agosto de 2013

28 años menos 29 días



Yo, ciudadano
28 años menos 29 días
Gustavo Martínez Castellanos

     La violencia del movimiento telúrico que despertó a más de diez grandes ciudades en el centro-sur de México éste miércoles 21 de agosto nos hizo recordar que hace casi tres décadas la naturaleza sacudió como pocas veces a la capital del país en muchos sentidos.
     Uno de ellos, quizá el más importante, es la conciencia de que se encuentra en una zona sísmica de alto índice de actividad y, por ello, la falta de certeza sobre la llegada de un movimiento de grandes magnitudes es un factor que puede potenciar otros aspectos que la caracterizan: su alta urbanística y su sobrepoblación, principalmente.
     Ambos factores inciden en la mala calidad de las instalaciones de muchos de sus servicios, tales como las redes de agua potable, alcantarillado, gas doméstico, calles y avenidas, transporte público y albergues para casos de emergencia.
     En las grandes ciudades, los encargados de estos factores, el personal de protección civil y la gente tienen que saber manejar los mismos códigos no sólo de entendimiento sino de conducta que los vuelvan operativos en caso de cualquier desastre.
     ¿La ciudadanía entiende esos códigos, esos procesos y las metas a alcanzar?
     La mañana del 18 de septiembre de 1985 nadie sabía ni siquiera que hubiera en México una dependencia llamada protección civil, la cultura emergida de las políticas de represión de aquellos gobiernos hacía que la gente entendiera lo civil como la situación ciudadana opuesta a lo militar, no como una postura hacia los problemas de su ciudad como de la competencia de todos, tanto en sus orígenes como en sus soluciones.
     Por ello, podemos decir que la más grande sacudida que sufrieron la ciudad de México y el país por el terremoto de 1985 fue una sacudida de conciencia.
     Sin embargo, aún con eso, a casi tres décadas de distancia, hay partes del país en las que aún no se entiende el significado de lo civil ni de la protección civil.
     Con Paulina, (1997), la gente no veía el problema a nivel ciudad: algo que nos fuera a afectar a todos; sino a nivel personal, familiar y, si acaso, barrial. Para ella el resto de la mancha urbana era problema de las autoridades. Y continúa creyéndolo.
     Este miércoles 21, todos o casi todos los padres de familia llevaron a sus hijos a las escuelas. Y después de la segunda réplica tuvieron que regresar por ellos. Las autoridades tardaron en dar la voz de alerta sobre posibles réplicas de alta magnitud. Las alarmas sonaron tarde. No hubo información inmediata en los medios sobre el suceso. Pocas personas encendieron el televisor o la radio para escuchar las instrucciones de las autoridades locales. Mientras la tierra aún se movía, la ciudad no acababa de despertar.
     Contradictorio, Acapulco aún cuando es una ciudad grande no es una gran ciudad: nuestras tecnologías tanto en materia de detección temprana de temblores como en materia de comunicación son muy rudimentarias. De hecho, la televisión “local” no tiene capacidad para dar información local, sólo repite lo que pasa en el centro del país y la radio no tiene informantes que puedan monitorear lo que ocurre en el momento a esas horas del día.
     Sin embargo, la peor carencia tecnológica es la ausencia de una cultura de protección civil a través de la cual supiéramos actuar con precisión ante estos embates de la naturaleza.
     No es difícil arribar a una cultura así. Sólo bastaría con que nuestras autoridades dejaran de jugar con la semántica y echaran a andar las soluciones.
    Nos leemos en la crónica: gustavomcastellanos@gmail.com

viernes, 16 de agosto de 2013

Artistas: desmemoria y estupidez



Yo, ciudadano
Artistas: desmemoria y estupidez
Gustavo Martínez Castellanos

     Llegó a mi bandeja de entrada una nota de El Sur en la que da cuenta de que retiraron con algunos días de anticipación la exposición “Punto Ciego” de la Galería Ixcateopan del Centro Cultural Acapulco para poner otras bajo el cuidado de la SDENA. La nota daba cuenta también de las opiniones de desacuerdo de algunos artistas locales ante ese acto.
      “Areli Eunice, (pintora y profesora de la Escuela Municipal de Iniciación Artística), culpó al área de Galerías porque –según ella- a la gente que está a cargo le falta “clase y formación”. Calificó la sustitución de una exposición por otras como un atentado “contra el arte y la dignidad de los artistas, en general” y la calificó de “exceso de soberbia y de prepotencia porque (…) lo más educado, lo más diplomático, es que te avisen”.
     Malena Steiner dijo, según El Sur, que “al artista local, lo menosprecian y si bien, no seremos los grandes artistas no por eso nos van a tratar de esa forma”.
     Jorge Alfaro, presidente del Consejo Municipal de Cultura, dijo -según El Sur- que “el artista que tiene ofrecida la galería de arte por un tiempo tiene todo el derecho a gozar el tiempo total que se había considerado” y se preocupó por “que existiera presión de una institución de la magnitud del Ejército a una Secretaría, lo que se me haría un problema muy serio, una falta de una magnitud (sic) muy grande”.
Héctor C. Massiel consideró que a un artista se le debe respetar “sus tiempos, fecha de inicio y de terminación pues se hacen invitaciones carteles, documentos donde una institución se compromete para exponer el trabajo, de lo contrario hay problemas”, y recalcó la falta de respeto y mala organización que hay en la SECUG, según El Sur.
     Tres aspectos llaman la atención de la postura de El Sur y de sus opinantes. El primero deviene del hecho de que ni ellos ni El Sur recuerden que hace nueve y seis años, respectivamente, ellos hayan hecho lo mismo para defenestrar a Aída de la Dirección de Cultura. Dos veces. Es raro leer que Areli Eunice pida respeto, educación y diplomacia cuando con Citlali hasta obligaba a los artistas disidentes a salir de las oficinas del ayuntamiento para que Félix no los escuchara pedirle que liberara el presupuesto de cultura. O firmar de espaldas al pueblo la rarísima venta de la Casona de Juárez.
     Jorge Alfaro se alarma por la presión que pudo haber ejercido la SEDENA pero ya olvidó la presión que su grupo, comandado por Citlali, Jeremías y El Sur, ejercieron ante López Rosas y Félix Salgado para defenestra a Aída. Massiel los apoyó con su silencio.
     A Malena Steiner se le puede excusar la desmemoria por su edad.
     El segundo aspecto que resalta es la perversidad de estos artistas ¿qué querían que hiciera el bisoño Manuel Zepeda ante una petición de la SEDENA?, ¿negarse? ¿Oponerse?
     El tercer aspecto salta a la vista ante los hechos: si hace nueve y hace seis años, ellos violentaron el estado de derecho ¿cómo piden que las instituciones los traten de otra forma?
     Por su parte, El Sur tal vez considere que nadie lee entre líneas que con notas como ésta lo que busca es defenestrar a Manuel Zepeda. Como ya lo hizo con Aída. Dos veces.
     Pero en Acapulco no todos padecemos desmemoria. Ni estupidez. Y ante este grupo de artistas que el gobierno de Ángel Aguirre ha engordado y protegido, seguimos marcando nuestras distancias. No vaya a ser que alguien nos quiera confundir con ellos.

Nuevo número de www.culturacapulco.com

viernes, 2 de agosto de 2013

Sonidos de Acapulco II



Yo, ciudadano
Sonidos de Acapulco II
Gustavo Martínez Castellanos

     El “sonido” mató a la orquesta y al grupo musical en los setenta. La discoteque (hoy “antro” sólo para que los jóvenes se den vuelos de perdularios imaginándose entre prostitutas de la época de oro del cine nacional, pero miedosos de los narcos de nuestra sangrienta realidad) emergió como una forma de conectarnos con el mundo norteamericano ya en pleno vuelo tecnologisista derivado de los avances técnicos aplicados a sus naves en la guerra de Vietnam y en la conquista del espacio y de los avances en materia de diversión: etiología y estupefacientes.
     Sumiso al corredor cultural que conformaba el puente San Francisco - Acapulco (todo costa oeste) en aquellos años era más fácil encontrar avances en acústica musical en cualquier changarro de la costera que en todo el país. Hoy, hasta esa ventaja nos ha sido arrebatada.
     Nietos de aquellos disc jockers que hicieron contorsionarse a varias generaciones de acapulqueños los urbaneros de hoy aparte de sembrar de cadáveres y heridos nuestras calles van dejando un reguero de músicas bizarras (desde José José hasta el último regeatton o narcorrido) por la ciudad.
     Los antiguos cantarrecios que con guitarra en ristre y repertorio en pecho pedían permiso para externar sus sinsabores, sus desamores y sus “calores” en ritmos campiranos o rabiosamente bolerísticos fueron desapareciendo de la escena local.
     Ya ni en Caleta se encuentran tríos (conjunto formado por tres instrumentos de cuerda y tres voces, no hay que pensar mal) y, si acaso, los trashumantes de la redova y del bolero acaso se dejan ver en un restaurante o mercado no falta el envidioso que le sube a su estéreo hoy modernamente alimentado desde un lector mp3 o desde su celular.
     Acapulco ya no suena a voces humanas, a cuerdas, ni a trompetas. El mariachi, aparte de caro, ya no accede con facilidad a salir de los enclaves en los que se siente seguro: clientes conocidos y dentro del anfiteatro.
     Hace unos días, subí a un camión y un triste y solitario anciano, gris como su cansada guitarra interpretó con voz cascada e inaudible viejas canciones que por momentos consiguieron armonizar con el run run del viejo motor del autobús. La audiencia, conformada casi por personas de más de medio siglo, callada y atenta miraba al vacío mientras el espiral de notas incautadas al ambiente acariciaba con mirada triste todos nuestros recuerdos. Florecieron los antiguos lotes baldíos; renacieron los barrios hoy arrasados por herrerías de resguardo y puertas claveteadas de seguridad; regresaron los amigos idos y aquellas niñas a cuyas manos recibimos la primera carta de amor escondida en un libro o un cuaderno escolar.
     Pero todo desapareció cuando otro urbano nos rebasó con su estridente bum bum de discoteque.
     ¿A qué otras cosas que añoramos ya no suena Acapulco?
     Habrá que vivirlo para saberlo.
     Nos leemos en la crónica. www.culturacapulco.blogspot.
     Ya está en la red el nuevo número de www.culturacapulco.com, los invito a visitarlo.
     A través de la doctora Gela Manzano me llegó la invitación a la “Semana de voces y cultura de los pueblos originarios”; se las reenvío en Datos Adjuntos