Yo ciudadano
14 años
Gustavo Martínez
Castellanos
El último concierto de la Filarmónica de
Acapulco padeció otra vez la ausencia de uno de sus fundadores: el gobernador
Ángel Aguirre, quien últimamente parece no tener tiempo para asuntos
culturales. Empero, el Ruiz de Alarcón lució completamente lleno y los fans de
nuestro mayor conjunto musical disfrutaron de un evento inédito: por primera
vez en 14 años, el maestro Eduardo Álvarez ejecutó el segundo instrumento con
que se graduara: el violín (el primero fue el acordeón y el tercero fue toda
una orquesta).
En el programa de este aniversario, también
se dio otros gustos.
El primero fue abrir con la
“Obertura Festiva” de Shostakovich, una pieza que hace honor a cada letra de su
nombre. El segundo fue realizar ese primer dúo en su orquesta con una de sus
alumnas, la maestra Laura E. Águila quien tiene un amplio currículo como
ejecutante y como solista. Interpretaron el “Concierto para dos violines y
Orquesta” de Vivaldi. En este caso la “orquesta”, sólo de cuerdas, estuvo
formada por elementos femeninos de la
OFA, y ataviadas con vestidos de noche. Ese detalle sorprendió
a muchos quienes, acostumbrados a ver sólo el conjunto y vestido uniformemente,
no habían podido reparar en la sutil belleza de esa parte de nuestro conjunto
orquestal. Excelente detalle.
El tercero fue otorgar un
reconocimiento personal a cada uno de los ochenta músicos, cuya entrega corrió a
manos de personalidades locales.
Mientras sus compañeros recibían ese
reconocimiento, comenté con Eduardo algunos aspectos de este concierto y de
este aniversario.
El cuarto fue ejecutar el “Capricho
Italiano” de Tchaikoski sólo para
calentar los ánimos del público y de la orquesta misma, en adelanto al
siguiente y último gusto que Álvarez se dio: ejecutar “Pinos de Roma”. Esta
obra de Otto Respighi, representa en cada uno de sus cuatro movimientos sendos
pinares: Los pinos de Villa Borghese, Pinos cerca de una catacumba, Los
pinos del Gianicolo y los de la
Via Appia. Para Álvarez cada pinar representa una parte de la
vida de Guerrero: un inicio arcádico, inocente; periodos de cierta estabilidad
pero interrumpidos por etapas oscuras e infelices. La salida a esta depresión,
de la que, en perspectiva suya, estamos viviendo se le prefigura potente, apoteósica;
como el cuarto movimiento en el que retrata al ejército consular marchar hacia
la colina Capitolina.
La pieza hace
honor a esta visión en la que Eduardo Álvarez se ha envuelto como en una
bandera. A su calor y su sombra, se abraza como el guerrerense que ya es,
convencido de que el nuestro es un gran pueblo con una historia y un futuro luminosos.
Emocionado y orgulloso
de su pertenencia, sus timbales continúan marchando en cada rincón de Guerrero a
los que ha llevado en 1070 conciertos su ejército de músicos. Haciéndolos uno
con él. ¿Qué le ha dado Guerrero a Eduardo Álvarez? “Todo”, respondió. En honor
a esa simbiosis, repitió el cuarto movimiento y nuevamente todo el programa
tomó sentido: 14 años son apenas el comienzo de esa marcha que se antoja consular. ¿Por qué no
piezas guerrerenses?, atajé. “Porque la música guerrerense la tengo reservada
para la gran fiesta de quince años que le estoy preparando a nuestra orquesta”,
dijo sonriendo y volvió a escenario a recibir la ovación que el público le
brindó de pie. Felicidades catorce, Eduardo. No olvides el también merecido
reconocimiento al espectador fiel de tu orquesta.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
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