Yo, ciudadano
El air show: coherencias
Gustavo Martínez
Castellanos
Hace una semana que el air show no cumplió parte del compromiso
de que sus aviones volaran tres días sobre playa Revolcadero.
Las razones por la cuales no cumplió
no tienen ninguna importancia; que haya dejado al descubierto su vulnerabilidad,
sí: hoy sabemos que cualquier funcionario menor puede bajarle el switch en
cualquier momento y su organizador no podrá hacer nada para evitarlo.
En México, esta vulnerabilidad no es
nueva. Lo nuevo es que haya promotores de espectáculos que crean que nunca les
va a pasar. El exceso de confianza en
las autoridades locales también da cuenta de que el promotor del air show olvidó que “siempre hay un pez
más grande” y de que en México se perdona todo, menos la ingenuidad. Sobre todo
si no se puede garantizar que “el show debe continuar” y no se cuenta con un
“plan B”.
Sin embargo, lo sucedido alecciona
en algo más: contratar espectáculos como el air
show para solucionar el problema de promocionar a Acapulco denota,
nuevamente, que las autoridades y los empresarios del ramo turístico no tienen
ya confianza en el producto que venden:
sol, playa, arena, descanso y un largo
etc.
En efecto, desde hace años se
pronosticó la muerte del modelo turístico que aún priva en Acapulco y, aunque
ha dado muestras de no querer expirar, los subterfugios de los que echan mano
los turisteros y las autoridades actuales no pueden ser más alarmantes. Como
sus resultados: la huída del turismo extranjero, de los spring breakers y de los cruceros; sólo por mencionar tres de los
más significativos pues generaban ingreso de divisas.
Por si fuera poco las
contradicciones en que incurre constantemente el gobernador Aguirre Rivero en
su discurso ayudan a acrecentar la desconfianza en los mercados turísticos,
sobre todo estadunidenses; la última, fue en el sentido de que el
incumplimiento del air show no redujo
el flujo turístico porque Acapulco es en realidad clima y naturaleza.
En efecto, Acapulco tiene bondades y
virtudes naturales que deben ser potenciadas para causar buena impresión en ese
nicho internacional. Nadie puede bajarle el switch a nuestro sol, a nuestro
mar, a nuestro clima, a la calidez de nuestra gente. A lo que somos. Pero nadie
en el mundo se atrevería a visitarnos si entre esas ventajas privan la
inseguridad, la violencia y la falta de seriedad de las autoridades que por una
u otra razón deciden cancelar un espectáculo al último minuto.
La confianza también es un valor y
si el gobernador minimiza los alcances de una acción como la perpetrada contra
el air show no es posible confiar en
su gobierno.
Aparte de la vacilación que el
gobierno demuestra con esa postura que parece decir “Ni me dolió”, existe otra,
cuya profundidad ha sido obviada por los analistas: si Acapulco es bellezas y
bondades naturales y la cancelación de última hora de espectáculos como el air show no merman su flujo de turistas, entonces ¿para
qué contratar esos espectáculos?
Más aún: para qué contratar tantos?
Es bueno que este gobierno dé rápida
respuesta a los problemas que se le atraviesan (aunque sea sólo a través de un
discurso) pero también sería bueno que mostrara coherencia. Aunque sea sólo en
el mismo nivel, porque la coherencia también es un valor. Y el sensible mercado
turístico no es ajeno a su vacío.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
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