Editorial
Acapulco,
hoy
Gustavo
Martínez Castellanos
La
temporada vacacional de diciembre mostró un rostro distinto de Acapulco con
referencia a sí mismo en su devenir histórico y con referencia al de otros
centros de diversión del país.
Con
referencia a su devenir histórico, Acapulco este fin de año fue el lugar en el
que medio millón de mexicanos –según las cifras oficiales - vinieron a gastar
por última vez sus ahorros o sus aguinaldos antes de la reforma hacendaria.
En
ese sentido desde 1993 que con el gobierno de Salinas de Gortari la moneda
mexicana perdió en su nominación tres ceros debido al mil por ciento de
depreciación con referencia al dólar, esta es la primera vez que un cambio tan
drástico debido a una propuesta presidencia se vive en México.
Acapulco,
-al menos para ese medio millón de mexicanos- fue un distractor.
Esto
se tiene que ver forzosamente con otro aspecto de la naturaleza de Acapulco:
ese distractor este fin de año incluyó globos gigantes, popularización de
espectáculos –en Mundo Imperial el ingreso a ver a artistas como Emmanuel
“cayó” hasta 150 pesos, incluidos los juegos y la estancia en las instalaciones
por más de ocho horas- y más tiempo en juegos pirotécnicos.
Pero
no sólo eso; la Autopista del sol –una de las más caras del planeta- en este
fin de año fue gratuita.

Esta
bizarra “popularización” de Acapulco, tiene concomitancias que no han sido
apreciadas en su dimensión –ni desde sus orígenes ni hacia sus objetivos y
consecuencias- porque la discusión en torno a las reformas aprobadas por el
congreso unos días antes del fin de año administrativamente no ha dado espacio
para apreciar en su justa dimensión el cambio que han sufrido y están sufriendo
la ciudad, su entorno y su gente. Entre esos denominadores la visión de los
acapulqueños con referencia a sí mismos y hacia su propia ciudad…
(Texto completo en www.culturacapulco.com;)
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