Yo, ciudadano
Acapulco, basura y
economía II
Gustavo Martínez
Castellanos
El problema no es que en Acapulco el
empleo se haya desplomado o que actualmente, como en las peores crisis del
motor económico local, el turismo, los analistas no sepan qué se pueda hacer (y
los políticos, menos). El problema es que los gobiernos estatal y municipal
sigan actuando como si la solución sea el turismo y en ese afán destinen la
mayor parte de los recursos tanto económicos como sociales a rescatar el nicho.
“El pobre” es un subproducto de la
ciudad; ahora con marinas y muelles por todas partes, a punto de detonar como
una nueva urbe: condominios de más de siete pisos que trasgreden todo ámbito
legal, ecológico y paisajista, y que dan cuenta de las arengas del gobierno por
“remodelar o vender” a tono con la visión del hombre más rico del planeta.
En esa perspectiva, el pobre es
aquel que no aspira ni siquiera a un empleo y si lo consigue no sabe qué hacer
con él. Salido de su hábitat rural presta su fuerza de trabajo en cualquier
actividad –sin estar “a prueba” y sin ningún derecho, (modelo perfecto de la reforma
laboral que en estos momentos mastica el Congreso)- y termina rodeado de hijos
a los que no puede mantener porque no sabe o porque no puede –falta de
documentos, capacitación, malicia- insertarse en ningún ámbito empleo.
Durante mucho tiempo, este ciudadano
pudo adquirir un oficio –albañil, carpintero, talachero, chalán y después
chofer de camión o taxi amarillo- pero el narco le cerró el paso para
subarrendarlo como menudista, “halcón” o sicario. De cualquiera de esas formas
terminaba su vida de forma violenta –no importa la condición: los cambios de
códigos no perdona ni sexos ni edades, así atestiguamos hace un mes una rara
racha de muertes violentas de mujeres embarazadas-, por ello, prefirió los
ámbitos menos “álgidos”: de “viene, viene”, “lavacoches”, “pepenador”. Forma una
auténtica tribu urbana que elude de cualquier forma la subcontratación del
narco para preservar la vida; son otro parámetro de la guerra de Calderón:
prefieren ser pobres entre los pobres que flamantes sicarios abatidos a tiros
con un inolvidable corrido que los englobe.
Cada tarde llegan en familia, rodean
el contenedor, lo “limpian” y después se van.
Una tribu gitana tendría brillo y prosapia
ante estos trashumantes que se saben sin origen y sin mañana. Como pobres aparecen en las estadísticas. Y
es cierto, los miserables (o “en
situación de pobres extrema”) son otros, de ellos hablaré en la próxima
entrega.
Parece ser que después de culturizar a los Países Bajos ya regresa
el IGC a Guerrero ¿vendrán tras él contingentes de turistas o de
inversionistas?, ¿y la tuerca de “El toro”?
Nuestro buen amigo el doctor Jaime Gracía
Leyva nos ha enviado la invitación al “Segundo Congreso estatal de desarrollo
lingüístico Ñuu savi”; reenvío en datos
adjuntos.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com