Yo, ciudadano
Acapulco, basura y
economía
Gustavo Martínez
Castellanos
No voy a hablar sobre los problemas
financieros que enfrenta el gobierno municipal de Acapulco a causa de las
libertades con que las leyes amparan a los gobiernos cuyo modelo administrativo
les permite gastar más que sus ingresos con la alegre aprobación de cabildos y
congresos y la vista gorda de contralorías y auditorías correspondientes.
Hablaré de la relación entre basura
y economía local a través de la observación de un contenedor de basura que recientemente
los servicios de limpia pusieron frente al edificio en el que vivo -y después,
frente a mi ventana-. Todos los días, mientras preparo el café, observo –a la
distancia del ancho de la avenida- un panorama de la economía acapulqueña pues en
torno a el contenedor se reúne un grupo de personas que en las estadísticas
figurarían como desempleado, pobre o en situación de pobreza extrema pero cuyas resonancias, al menos para
mí, no eran tan plásticas como lo son ahora.
El desempleado podría ser ese joven que tres veces al día llega al
contenedor con una carretilla rebosante de bolsas de lo que podemos presumir es
basura. No sé de dónde viene; los vecinos me han dicho que lo han visto varias
calles más allá de nuestra cuadra arrastrar su carretilla; es decir, la basura
que trae no pertenece a locales de este vecindario sino a los de otros barrios.
El muchacho no ha de pasar de los treinta años de edad, es muy delgado, viste
playera, jeans y cachucha. Lo más representativo, sin embargo, no es que su
fuerza productiva –joven y aún sano, a pesar de su patente desnutrición- no sea
parte activa de una economía saludable, sino que antes de arrojar la basura que
transporta, meta sus manos en el contenedor y hurgue en busca de cosas de
valor. Lo he visto sacar calzado, cachuchas, ropa –se ve que le gustan mucho-
libros y revistas que hojea con una fruición cáustica y, sobre todo, cajas de
cartón que acomoda cuidadosamente sobre su carretilla.
Una vez lo vi discutir con otro desempleado por las cajas que llevaba
una camioneta y que él le había pedido al chofer previo a que las arrojara al
recipiente. El desempleo en Acapulco abre esos ámbitos miserables de
competencia: pelear por desechos, pero el ámbito del siguiente nivel abre otro
tipo de conflictos: “el pobre”.
No parecen ser vecinos de este
barrio; al caer la tarde pasan como gitanos empujando carretones en los que
transportan pilas de desechos. A pesar de que se autoemplean no son los “Pepe y
Toño” de los changarros foxianos que el duopolio nos presenta sonrientes; ellos
van de contenedor en contenedor y en cuanto se detienen en uno se posicionan
dentro o fuera de él y no lo abandonan hasta que le extraen todo lo vendible o
aún utilizable.
Ellos demuestran que, en Acapulco,
la principal ciudad del estado, no sólo el turismo es industria sin chimeneas.
En la próxima entrega continuaré con este tema y con el de la “miseria extrema”
que este contenedor expone como un reflejo de nuestra economía.
Dos invitaciones que llegaron a mi
bandeja de entrada y que con gusto comparto:
* Este martes 25 de
septiembre a las 19:00 hrs., se presentará el libro La función social de
la historia de la autoría del Dr. Enrique Florescano en “Librería
Rosario Castellanos” del FCE; sito en Tamaulipas 202, esq. Benjamín Hill.
* El Centro
Cultural Condesa presenta este sábado 29 a Jorge Lan en concierto.
Dos preguntas
que también con gusto comparto. A ver quién responde:
* ¿Qué hace el IGC en Bélgica?
¿Beneficia en algo a Guerrero su presencia allá?
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
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