Yo, ciudadano
Seis
turistas españolas: comportamientos
Gustavo
Martínez Castellanos
La
violación que sufrieron seis turistas españolas en la inmediación entre
Acapulco y la Costa Chica hizo aflorar algunos comportamientos locales que es
imposible soslayar.
Acapulquismo
exacerbado:
La mayor parte de los funcionarios y turisteros que hicieron declaraciones al
respecto no condenaron el acto barbárico perpetrado contra esos turistas sino
el hecho de que la difusión de esa agresión lastimara la imagen de Acapulco. “Eso
no les hubieran pasado si se hubieran hospedado en un hotel registrado”, y la
declaración del alcalde, denotan que al gobierno no le importa tanto la persona
humana como la rentabilidad de la parte correspondiente al balneario de toda la
ciudad.
Cinismo: Ninguno culpó demasiado
al clima de inseguridad que padecemos.
Alarmismo: En ese tono, en
cambio, otros empresarios declararon a viva voz que la situación los estaba
orillando a portar armas de fuero para su defensa personal.
Olvido: Muchos de los
declarantes (funcionarios y turisteros) y muchos medios no fueron capaces de
recordar cuánto han satanizado las alertas que las embajadas emiten a sus
ciudadanos cuando vistan México, todas sobre la inseguridad en el país y en
Guerrero.
Amiguismo: En Acapulco, la
oferta extrahotelera es una realidad contundente, pero el gobierno no ha hecho
nada por insertar ese sector a la férula de una reglamentación que pase también
por la observación de los más elementales estamentos de seguridad.
Más olvido: nadie recordó
ni se pronunció contra el hecho de que el gobierno municipal de Acapulco aún no
cuente con un Director de Seguridad Pública.
¿Y la
inteligencia?:
Gobernación municipal ¿no tiene la cartografía y el perfil de los grupos
delictivos locales? Que aún no hayan atrapado a los violadores resulta
altamente significativo. Una propuesta: que se le encargue a los grupos de
autodefensa. Es en serio.
Racismo: Los violadores
y asaltantes ya habían sido denunciados por otras víctimas de la misma zona desde
noviembre pasado, pero como éstas eran nacionales no se hizo nada al respecto.
En cambio, por las turistas españolas, se implementó un aparatoso despliegue
que revivió retenes y cateos, aprehensiones al vapor e interrogatorios barbáricos.
Publicidad a
toda costa:
Hace unos días un funcionario municipal declaró en una charla: “a mí no me
importa si el concierto de Plácido Domingo cumplió o no con sus expectativas de
recaudar dinero para niños pobres; a mí, con que le haya hecho publicidad a
Acapulco me basta y me sobra”. Esa mentalidad insulsa mostró hace una semana su
rostro más macabro: la violación de seis mujeres de nacionalidad española le ha
dado a Acapulco una publicidad mundial sin precedentes. Tal vez ese funcionario
esté satisfecho.
Quienes
no estamos satisfechos somos los vecinos de esta ciudad que vemos que esta
administración tiene planeado dar soluciones turísticas a todos nuestros problemas,
en concordancia con ese Acapulquismo ramplón que siempre pregona “no dar de
patadas al pesebre”, “nunca hablar mal del camello” y, pase lo que pase, “hablar
bien de Aca”.
Es
tiempo de que el gobierno abandone esa política de avestruz y evite pensar
únicamente en promocionar a la ciudad. Tiene que avocarse a su tarea de atender
todas las áreas que la conforman para evitar hechos lamentables como el de las
turistas españolas. Que Acapulco sea catalogado la segunda ciudad más violenta
del mundo no es producto de la casualidad. Podríamos cambiar esa visión
desterrando ciertos comportamientos.
Nos leemos en la
crónica gustavomcastellanos@gmail.com;
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