Yo, ciudadano
¿Libros?
Gustavo Martínez
Castellanos
El reclamo que Carlos Ortiz, joven
escritor chilpancinguense, hace con referencia a que el programa de publicación
de libros del Instituto Guerrerense de Cultura no contempla una adecuada
promoción de las obras seleccionadas, da cuenta de que el IGC sigue haciendo
mal las cosas y que amenaza continuar así hasta que su titular sea removida o
el Movimiento Ciudadano decida tomar el Zócalo y Reforma en la ciudad del
México para que nuevamente se vaya a organizar eventos en ese plantón como lo
hiciera en 2006.
Carlos Ortiz deja entrever con su
reclamo que no tiene ni la más remota idea de lo que el IGC está haciendo y por
qué lo está haciendo. En primer lugar, Praxis, la editorial contratada para
publicar los libros no distribuye en librerías; sólo vende por Internet. Carlos
Ortiz nunca verá ni en estantes ni en aparadores de “librerías de prestigio” o de
las cadenas comerciales, su libro. Quienes quieran leerlo tendrán que comprarlo
con tarjeta o depósito bancario y esperar a que se los entreguen por
paquetería.
Empero, por la calidad del trabajo
editorial de Praxis no podrá quejarse: es excelente.
En segundo lugar; Carlos Ortiz no
sabe que la convocatoria para la edición de libros no fue pública, sólo se la enviaron
a algunos escritores. Él entre ellos.
En tercer lugar, que el proyecto de
publicación del IGC obedece a una política cultural que privilegia el trabajo
de los jóvenes (que revise la lista de los “favorecidos”, el único no joven es
José Dimayuga) porque en los esquemas de contención social e ideológica, los
jóvenes son más fáciles de controlar porque no tienen formación ideológica.
En cuarto lugar; porque el IGC trabaja
en la formación de cuadros de artistas cuya alineación beneficie al
proyecto ideológico cultural del gobierno en turno, en lugar de centrarse en
los principales elementos de conformación cultural: conocimiento, análisis y
propuestas que fomenten o refuercen la identidad de todo el pueblo. Por ello,
el proyecto de publicación no contempla la obra de los clásicos guerrerenses
cuyo, algunos nombres sólo fueron usados para distinguir las “colecciones”:
Manuel Altamirano, José Agustín, Rubén Mora, Sánchez Andraca (nadie del nivel
de Rulfo, Pellicer o Vasconcelos),
En quinto lugar: al erigir cuadros se estandariza la visión
cultural: no debe llegar a todos los ciudadanos, sino sólo a unos cuantos,
debidamente seleccionados y en sintonía con el proyecto cultural gubernamental.
Que vea la réplica de Edgar Pineda en El
Sur: cualitativa y cuantitativamente Edgar Pineda no tiene ni el trabajo ni
la presencia cultural de Carlos Ortiz en Guerrero quien dirige desde hace
muchos años “La tarántula dormida” y ha publicado en diversos medios; mientras
que a Edgar Pineda, nadie sabe aún a santos de qué le publican sus fallidos
versos en las rejas del Centro Cultural Acapulco y ya se hizo meritorio a que
le publiquen un libro. Por supuesto, él está feliz: ha obtenido lo mismo que
Carlos Ortiz sin haber sudado. Al menos no en el trabajo cultural. Otro ejemplo
es José Dimayuga que se prestó dos veces a sustituir a Aída Espino en la
dirección de Cultura de Acapulco y a justificar sendos desvíos de recursos: es otro
“artista” del sistema.
El proyecto editorial del IGC, es
más de lo mismo: privilegiar a unos y, encima de eso, lo hace mal. Insisto:
¿esto es lo que Ángel Aguirre quería para los guerrerenses? ¿O sólo es producto
de la torpeza y vacuidad de su directora de Cultura? Por cierto: ¿y el festival
cultural de verano? ¿Y el seminario de literatura? ¿Tampoco hay dinero? (Hubo
elecciones). Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;
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