viernes, 28 de diciembre de 2012

El air show: coherencias

Yo, ciudadano
El air show: coherencias
Gustavo Martínez Castellanos

Hace una semana que el air show no cumplió parte del compromiso de que sus aviones volaran tres días sobre playa Revolcadero.
Las razones por la cuales no cumplió no tienen ninguna importancia; que haya dejado al descubierto su vulnerabilidad, sí: hoy sabemos que cualquier funcionario menor puede bajarle el switch en cualquier momento y su organizador no podrá hacer nada para evitarlo.
En México, esta vulnerabilidad no es nueva. Lo nuevo es que haya promotores de espectáculos que crean que nunca les va a pasar.  El exceso de confianza en las autoridades locales también da cuenta de que el promotor del air show olvidó que “siempre hay un pez más grande” y de que en México se perdona todo, menos la ingenuidad. Sobre todo si no se puede garantizar que “el show debe continuar” y no se cuenta con un “plan B”.
Sin embargo, lo sucedido alecciona en algo más: contratar espectáculos como el air show para solucionar el problema de promocionar a Acapulco denota, nuevamente, que las autoridades y los empresarios del ramo turístico no tienen ya confianza en el producto que  venden: sol, playa, arena, descanso y un largo  etc.
En efecto, desde hace años se pronosticó la muerte del modelo turístico que aún priva en Acapulco y, aunque ha dado muestras de no querer expirar, los subterfugios de los que echan mano los turisteros y las autoridades actuales no pueden ser más alarmantes. Como sus resultados: la huída del turismo extranjero, de los spring breakers y de los cruceros; sólo por mencionar tres de los más significativos pues generaban ingreso de divisas.
Por si fuera poco las contradicciones en que incurre constantemente el gobernador Aguirre Rivero en su discurso ayudan a acrecentar la desconfianza en los mercados turísticos, sobre todo estadunidenses; la última, fue en el sentido de que el incumplimiento del air show no redujo el flujo turístico porque Acapulco es en realidad clima y naturaleza.
En efecto, Acapulco tiene bondades y virtudes naturales que deben ser potenciadas para causar buena impresión en ese nicho internacional. Nadie puede bajarle el switch a nuestro sol, a nuestro mar, a nuestro clima, a la calidez de nuestra gente. A lo que somos. Pero nadie en el mundo se atrevería a visitarnos si entre esas ventajas privan la inseguridad, la violencia y la falta de seriedad de las autoridades que por una u otra razón deciden cancelar un espectáculo al último minuto.
La confianza también es un valor y si el gobernador minimiza los alcances de una acción como la perpetrada contra el air show no es posible confiar en su gobierno.
Aparte de la vacilación que el gobierno demuestra con esa postura que parece decir “Ni me dolió”, existe otra, cuya profundidad ha sido obviada por los analistas: si Acapulco es bellezas y bondades naturales y la cancelación de última hora de espectáculos como el air show no  merman su flujo de turistas, entonces ¿para qué contratar esos espectáculos?
Más aún: para qué contratar tantos?
Es bueno que este gobierno dé rápida respuesta a los problemas que se le atraviesan (aunque sea sólo a través de un discurso) pero también sería bueno que mostrara coherencia. Aunque sea sólo en el mismo nivel, porque la coherencia también es un valor. Y el sensible mercado turístico no es ajeno a su vacío.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com