viernes, 23 de diciembre de 2011

Diciembre: Juan R. Escudero, Cabañas, Lennon…


Yo, ciudadano
Diciembre: Juan R. Escudero, Cabañas, Lennon…
Gustavo Martínez Castellanos

Diciembre los unió, como una advertencia ante los riesgos del olvido. En esa lista que engrosan los lamentables sucesos del 12 de diciembre y la designación que The Times hizo del “manifestante” como “personaje del año” se mueve la rara filiación del abogado acapulqueño Alberto López Rosas, ex procurador de Guerrero, que pugna en solitario por demostrar la inocencia de los policías que estuvieron bajo su órdenes.
La muerte de Escudero, el día 21, cierra este mes. Había nacido en Acapulco en 1890. Su padre, próspero comerciante, lo envió a Estados Unidos a estudiar; pero él se regresó sin previo aviso; cargado de ideas y de ideales, así como de un afán por reformar la realidad de la ciudad en la que había nacido. Una vez aquí organizó a los trabajadores y los opuso a la explotación  que un par de “compañías” ejercía en el entorno, cuando allá, en Estados Unidos, los trabajadores tenían derechos; entre ellos, el de exigirlos. Y a exigirlos se abocó en ese universo local en un tiempo del que aún nadie ha reparado cómo es que pudo haber ganado tres elecciones. Fundó escuelas, impartió justicia, replanteó la economía y el laborismo regionales. El nuevo orden asustó a aquella oligarquía que terminó pagando por su cabeza. Escudero recibió una descarga de fusil el 21 de diciembre de 1923 y luego el tiro de gracia, pero murió muchas horas después. Su única muerte, sin embargo, está signada por el olvido sistemático a su obra y a su ideal humanístico en Acapulco y en ambas costas.
El 2 de diciembre de 1974, el ejército regular “pisaba los talones” a Lucio Cabañas. En aquel paraje serrano llamado el Otatal -dice su leyenda-, él se detuvo, se puso la boca de su fusil en el paladar y disparó: se había jurado a sí mismo que no lo atraparían vivo. Había estudiado en la Escuela Normal de Ayotzinapa. Se afilió al partido comunista. Daba clases en una primaria y luchaba contra la injusticia social en Guerrero. Después de un fallido intento del ejército por matarlo en un mitin, se subió a la sierra. Su movimiento armado (guerra de guerrillas) fue producto de dos fases significativas de la Historia en Guerrero: la más cruda represión gubernamental y el boom turístico; saldo de la huída de capitales estadunidenses de la Cuba de Castro. El humanismo de Cabañas lo volvió legendario.
En New York, el 8 de diciembre de 1980, John Wiston Lennon fue asesinado de un tiro en la cabeza por un fanático que confesó que lo hizo porque lo admiraba. Lennon había emergido como figura  internacional con sus protestas pacíficas –desde una cama- y las letras de sus canciones que empoderaban a la gente y pedían una oportunidad para la paz. Su Merry Christmas, dice: “el año ya pasó ¿qué has hecho por el mundo?”, no “¿qué puedes hacer por tu país?” El humanismo de Lennon era rechazado por Washington. En los 70´s su música se volvió un arma poderosa para una juventud que exigía paz y espacios cansada de ver al mundo manipulado por sanguinarios empresarios armamentistas.
El 12 de diciembre de 2011, dos alumnos de la normal de Ayotzinapa caen abatidos durante una protesta entre el caos urbano que sus compañeros propiciaron. A diez días de los sucesos las autoridades aún no encuentran a los responsables. Esperamos, con López Rosas, que no se equivoquen. En Guerrero estamos cansados de llorar a gente inocente.
También esperamos que el gobierno encuentre ya y regrese con vida a los ecologistas Eva Alarcón y Marcial Bautista, desaparecidos este miércoles 7 de este diciembre.
La Navidad es un respiro. Esperanza. Fe. Te abrazo Acapulco donde quiera que estés.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellano@gmail.com

López Rosas: luchas


Yo, ciudadano
López Rosas: luchas
Gustavo Martínez Castellanos

En una conferencia dictada en este puerto, el licenciado Alberto López Rosas, ex Procurador de Justicia del Estado de Guerrero, insistió en la defensa de los policías ministeriales que tuvo a su cargo, hoy detenidos por el caso Ayotzinapa.
El evento ocupó el encabezado de la edición del lunes 19 del  Sol de Acapulco y, la nota, más de la mitad de la página 7-A. En ella, José Francisco Zorrosa reproduce detalladamente la exposición del ex fiscal y menciona los elementos en que éste se apoya para probar la inocencia de sus ex agentes. Al final de la media plana, aún resuena potente su pregunta: ¿Por qué la PGR aún no ha encontrado a los verdaderos culpables?
Para López Rosas limpiar el nombre de sus ex agentes es limpiar su propio nombre. Y el del gobierno de Aguirre. Sin embargo, detrás de esos objetivos puede advertirse una aspiración  mayor: dejar debidamente asentado que ni entre nuestros policías, ni entre sus mandos, ni en este gobierno, se encuentran los asesinos de los estudiantes normalistas: los guerrerenses no matan guerrerenses. La Procuraduría General de la República debe buscar en otro lado y debe buscar bien. No puede permitirse equivocarse en este caso.
Es por ello que, presumo, López Rosas presentó inmediatamente su renuncia y que, después, aceptó sin reparos su cese: para encarar con entera libertad al sistema judicial mexicano. Esa libertad, lo sabe, es imposible dentro del gobierno.
Y para el gobierno; obligado a moverse en la pesada institucionalidad que imponen los márgenes y los tiempos burocráticos y legales. Por ello, es que López Rosas tampoco replica al continuo “desmarcarmiento” que el gobierno hace de sus declaraciones. Ni, a su vez, refuerza el respeto con que el gobierno hace ese “desmarcamiento”, que si bien no reconoce su lucha, tampoco la descalifica. En esa sana distancia entre ambos hay un espacio en el que puede vislumbrase que de una u otra forma siguen trabajando juntos.
Vista así, es posible pensar que, hasta el momento, la lucha de López Rosas haya impedido que sus colaboradores sean injustamente declarados culpables. Y, además, que pueda orillar a la PGR a encontrar a los verdaderos responsables de la tragedia que enlutó Guerrero, a hacer justicia a los normalistas caídos y, con ello, dar consuelo a sus familias.
A partir de eso, y como una concomitancia, de ganarla, su lucha también podría conseguir revertir la mala imagen que este lamentable suceso imprimió a su carrera pública. Y al gobierno de Aguirre. Y, dentro de esos saldos, podría, inclusive, propiciar que, de ser hallados inocentes, sus muchachos puedan regresar pronto con sus familias.
Empero, desde un superior nivel, la lucha de López Rosas es una admonición, la justicia real debe exigirse con inteligencia y dentro de la legalidad: Ius semper loquitur; sí en beneficio y para, pero desde la sociedad.
Quienes me han leído recordarán que he señalado el daño que el gobierno municipal de López Rosas inflingió a la cultura en Acapulco al defenestrar a Aída Espino e imponer a José Dimayuga en su lugar, ya que éste, a su vez, catapultó a la mafiecita cultural que ahora nos agobia desde el IGC en persona de Citlali Guerrero. Con ese mismo afán de señalar la verdad, reconozco la entereza y el intelecto de López Rosas en esta lucha que, de ganarla, le daría a la Justicia en México –y en Guerrero- nuevos horizontes. Pero, sobre todo, daría sosiego a las dolientes familias de los estudiantes caídos y justo descanso a su memoria.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellano@gmail.com

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Luto


Yo, ciudadano
Luto
Gustavo Martínez Castellanos

Ningún interés común, ningún llamamiento al orden puede justificar la muerte de seres humanos. Aún cuando toda trasgresión a ese orden o interés adquiera la calidad de ser altamente punible, la muerte siempre será la peor de las salidas, porque sobre cualquier interpretación posible siempre prevalecerá el hecho de que la muerte de ciudadanos a manos de sus policías, aparte del dolor y la ausencia que propician en sus familias, desdice todo indicio de civilidad, de reflexión, de convivencia republicana y permite que se asome, día tras día, el rostro del terrorismo de Estado. Del abuso del poder. De la dictadura. Y ese rostro siempre invitará a la masa a la protesta; a la anarquía.
La muerte de dos estudiantes de la centenaria escuela Normal Rural de Ayotzinapa, presumiblemente a manos de las fuerzas de seguridad, ha enlutado de sobremanera al pueblo suriano. Lo ha enardecido. Lo ha hecho revivir horrores que creía superados porque ha trabajado arduamente para dejarlos atrás. Pero además, ha impuesto un nuevo nivel de entendimiento del gobierno por parte de nuestros funcionarios públicos. Y, en otro orden de ideas, un dejo de ironía al gobierno de Ángel Aguirre.
Aguirre ha sido el único gobernador que ha visitado la Normal de Ayotzinapa. La proveyó de camión y tractores; escuchó de viva voz  a sus alumnos, convivió con ellos. Cada vez que se ha requerido ha enviado a sus colaboradores a atenderlos. Aguirre ha mostrado un especial interés por esa escuela y  tal vez eso haya sido un error, pues entre la tradición de protesta de los “ayotzinapos” –como los conocemos desde hace algunos años-y ese interés del gobierno, podía surgir –y surgió- la oportunidad de que actores adversos al régimen extrapolaran las posturas de gobierno y de estudiantes para confrontarlos. Como ahora. Lamentablemente, a costa de vidas humanas.
Sobre esa ironía puede observarse que en ese afán de confrontar a ambas partes las fechas resultan simbólicas: a tres años de que finalizara su gobierno, Figueroa es obligado a renunciar a su cargo por la muerte de campesinos a manos de una policía estatal y Aguirre lo sustituye. A tres años del final del gobierno de Aguirre, la muerte de dos estudiantes propicia que los grupos políticos pidan su destitución. Y la desaparición de poderes.
Sin embargo, Aguirre no está dispuesto a repetir la historia; a veinticuatro horas del suceso ha cesado al Secretario de Seguridad Pública y al Procurador de Justicia; su gobierno no los conservará; ni los defenderá a ultranza como Figueroa hiciera con sus subalternos; los ha apartado de las investigaciones y los ha devuelto a una ciudadanía común para el libre análisis de sus respectivos errores. Del procurador: no vigilar las estrategias de su policía; declarar que los agentes ministeriales no iban armados; insistir en que ellos no dispararon y no observar que uno de los detenidos haya sido –según declaraciones de ese estudiante- torturado y obligado a disparar un arma AK 47 para que la prueba de radisonato fuera positiva y lo inculpara de la muerte de uno de sus compañeros.
Del Secretario de Seguridad, su ineficaz trabajo de inteligencia, la mala coordinación de las fuerzas de seguridad en el entorno; la ausencia de una estrategia de contención y de persuasión de protestas en conjunción con otros órganos y actores del gobierno. Y -hoy lo sabemos- no evitar la infiltración de actores ajenos al evento de protesta y de negociación.
Hoy, nadie parece recordar que Aguirre había propuesto a otros personajes para estos puestos. De hecho, había propuesto a un militar para la Secretaría de Seguridad, pero el PRD, en un afán que saltó a la vista de forma ineludible, exigió como cuota del partido ésos y otros puestos para miembros destacados de sus filas; aún cuando desde un artículo, Navarrete Gorjón, uno de los más finos y profundos analistas locales, había aplaudido la propuesta de Aguirre de que inclusive el secretario de Seguridad fuera de otra entidad del país, sobre todo para “evitar enlutecer un hogar guerrerense” en caso de que, como ocurría en otros estados, las mafias atentaran contra la vida del procurador o del secretario de Seguridad Pública. El afán de espacios de poder y de influencia en este gobierno por parte del PRD, impidió que la experiencia de Aguirre actuara a favor de su gobierno y, por supuesto, a favor de los guerrerenses todos. Ahí están los resultados.
Hoy, ni los grupos perredistas que ayer catapultaron a estos funcionarios a esos puestos, los apoyan. De hecho, desde hace meses que los habían abandonado a su suerte e, inclusive, en una inusitada muestra de rechazo, la buena prensa perredista había empezado a satanizarlos. Es evidente que sin ese apoyo el trabajo de ambos se dificultara. Pero más evidente resulta el hecho de que esos grupos no tuvieran interés en que Aguirre formara y realizara un buen gobierno. Hoy, fieles a sus prácticas no reconocen su error y, como cuando se equivocaron con Zeferino, tampoco recuerdan que ellos los empujaron a Casa Guerrero. Hace unos meses, insatisfechos con las canonjías recibidas a cambio, los abandonaron como ya es costumbre en el perredismo local.
Y, expusieron al gobierno de Aguirre a este grado de inoperancia en el que ya nos debe, a los guerrerenses, el esclarecimiento total de este fatídico suceso. La identificación y aprehensión inmediata de quienes ajenos o no al suceso accionaron de forma homicida sus armas y le arrebataron la vida a dos jóvenes estudiantes. La devolución de la confianza no en su gobierno sino en el gobierno y en las instituciones. Y el planteamiento inexcusable de una forma eficaz de convivencia no nada más entre ciudadanos, sino entre éstos, el gobierno y sus instituciones. La protesta de los “ayotzinapos” y la muerte de los estudiantes debe enmarcarse en un ámbito más amplio y profundo de visión de la lucha social.
Es inevitable que la herida que hoy se ha abierto en la comunidad estudiantil de Guerrero sangre al más mínimo roce; pero también es un hecho que si Aguirre ya dio el primer paso para no volver a tropezar en este caso debe dar los demás: depurar sus cuerpos policíacos, capacitarlos, hacerlos ingresar en la dinámica social que hoy vive Guerrero aún inserto en sus grandes contrastes: carencias propias de un entorno rural y exigencias de un sentido altamente urbano y tecnologizado (la cantidad de videos que han aparecido ejercen una distancia que podría catalogarse también de irónica con referencia a Aguas Blancas).
Para ello, debe reforzar los elementos de cohesión social que hasta el momento le han dado resultado en la consolidación del abatimiento de los índices de la violencia en Guerrero y en la reactivación de nuestra economía regional; pero, además, debe otorgar atención directa a las familias de las víctimas, exponer propuestas de mejoramiento de las condiciones de la Normal de Ayotzinapa –con la mitad de lo que el Congreso donó al CRIT se hubieran solucionado muchas de sus exigencias- y acabar con la tradición de satanismo que los gobiernos anteriores han cimentado sobre el prestigio de esa escuela normal y a la que ha ayudado sobremanera su aguerrida forma de hacerse escuchar.
Hoy, nuevamente, Guerrero está herido. Lastimado. Sangra y llora por sus hijos. No podemos remediar lo ocurrido. Nos quedan la esperanza y la confianza en nosotros mismos. Debemos trabajar porque el pueblo suriano jamás vuelva a vivir horas amargas como ésta. Y vigilar que los avances que hemos conquistado no nos sean arrebatados por nadie, menos aún por agentes protervos que, incapaces de valorar y respetar la vida humana, hoy han cubierto de luto a Guerrero.  
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Britney Spears en Acapulco


Yo, ciudadano
Britney Spears en Acapulco
Gustavo Martínez Castellanos

La noticia de que la princesa del pop visitará Acapulco –aunque aún no sepamos cuándo- como lo declaró el gobernador Aguirre es una noticia interesante. En primer lugar porque da cuenta de que este gobierno puede traer una figura de la farándula de talla global, de menos de cuarenta años, y cuya fama no se haya gestado antes de 1990. En segundo lugar, porque reafirma la especie de que la agenda local sigue siendo dictada desde el D. F. (donde la diva ya se presentó y festejó su cumpleaños) y en tercer lugar porque es posible que el evento sea promovido como cultural de la misma forma que todos los demás hasta ahora realizados por este gobierno perredista: desde conciertos de rock hasta el “Cruce de culturas” pasando por “Acuérdate de Acapulco”, “El libro y la palabra” y “Acapulco en su tinta” cuyas potentes resonancias dan cuenta de los tremendos avances en materia cultural en Guerrero durante estos primeros ocho meses de gobierno.
Vista así, la presencia de Britney Spears en Acapulco reforzará el afán transculturizador del PRD que no ha cejado en su tarea de intentar borrar los más profundos e importantes estamentos de nuestra identidad suriana para trasplantar, a través de diferentes medios, una visión cultural urbana y centralizada a través de ese potente foco de emisión cultural que es la capital del país. Así, décadas de lucha por la defensa de las expresiones regionales se van al caño gracias al PRD.
En ese devenir han tenido mucho qué ver los medios de comunicación; a mediados del siglo pasado desde los timbres postales hasta el cine –sin obviar la radio- y ahora, la televisión, la internet y los periódicos. Sobre todo, los que han echado raíces aquí pero cuyas direcciones y anhelos no dejan de apuntar hacia el D. F. y su rarísima visión de nosotros: El Sur y La Jornada
Por todo ello, no sorprende que se haya aprobado un presupuesto de ocho millones de pesos para el rarísimo proyecto “cultural” de terminar una catedral en Acapulco. Si en la dinámica cultural local se destinan millones de pesos para encuentros de escritores del Pacífico, de escritores jóvenes y escritores guerrerenses, certámenes de Acapulco en su pinta en los que un grupúsculo maneja el dinero de forma tal que atiende y sirve a gente de fuera discriminando y despreciando a los de casa, ¿por qué no iba a ser posible que se destinaran ocho millones para terminar una iglesia? Si, para culturizar a Acapulco y a Guerrero, se traen bandas de rock extranjeras y del D. F., comediantes Stand up y grafiteros de la capital del país, trovadores cubanos y norteamericanos y octogenarios actores franceses y divas españolas ¿por qué no se iban a autorizar ocho millones para un edificio religioso?
Más aún, si en los cortísimos periodos que han estado fuera del presupuesto esos escritores jóvenesguerrerensesdelpacífico protestaban por falta de recursos y ahora que son burócratas y están enquistados en los presupuestos del IGC están tan calladitos ¿por qué no se habrían de aprobar ocho millones de pesos para un proyecto como el de esa catedral?
Todo está revuelto. Para alabar y limpiarle el rostro al ex director de cultura de Acapulco, José Dimayuga, El Sur publica los panegíricos del empleado de la Universidad Loyola del Pacífico, Xavier Reyes Martínez; pero para protestar por el desvío de los recursos de la cultura local no lo busca ni lo cuestiona. De la misma forma, El Sur no ha buscado la calificadísima opinión al respecto de otras estrellas suyas como Antonio Salinas, Iris García, Federico Vite, Carlos Ortiz, José Dimayuga, Giovani de la Rosa (de reciente adquisición) y Citlali Guerrero, la eterna burócrata. A leguas se ve que El Sur los está protegiendo porque el tema es delicado y pueden, como casi siempre, soltar una que otra estupidez. Y además, porque ahora que también ellos sangran al presupuesto, ni drogados (o ebrios, total: para ellos todo “es de alcohol y desmadre”) se atreverían a cuestionar ni con el pensamiento a sus gravísimos patrones: el politburó perredista y a funcionarios –de cualquier partido- porque éstos podrían preguntarles a su vez: Y tú ¿cuánto has robado?
Tampoco hemos escuchado la opinión de Alejandra Frausto, quien la semana pasada filtró en Proceso que el presupuesto de Cultura asignado es tan bajo que tiene que hacer uso del presupuesto de Turismo. Ahora cuenta con ocho millones menos ¿y no dice ni pío? La merma fue para el pueblo, pero desde el presupuesto de gobierno; sería bueno que el gobernador –o cuando menos su secretario de Finanzas (o su vocero)- también opinara al respecto: ¿dinero público –y de cultura- para terminar una iglesia?
Quienes también están muy calladitos son nuestros diputados federales quienes aprobaron esa aberración pasándose por el arco del triunfo todo republicanismo, laicismo gubernamental y juarismo obligados. ¿De quién  habrá sido la idea de invitar al arzobispo Garfias Merlos a presentar como proyecto cultural la terminación de una iglesia? ¿De Ríos Píter? ¿De su canchanchán, Ilich Lozano? ¿Del entusiasta Fermín? ¿De Claudia, la de ilustres apellidos? ¿Moreno Arcos, Carabias, Salgado, Florentina, Albarrán, Aguirre? Porque no pueden negar que aprobaron esa designación de recurso entre todos. Pero ¿quién le dio entrada? ¿Quién?
Es evidente que de no corregirse este desvío de recursos sentará precedente y de ahora en adelante cualquier congregación –religiosa o no- podrá meter sus proyectos particulares a los presupuestos de cultura y al rato tendremos muchos edificios de particulares o de cofradías pagados cómodamente con nuestros impuestos. Mientras tanto, escritores, artistas e intelectuales locales siguen sumergidos en un silencio cómplice. De esa profundidad es su preocupación por Guerrero.
Concuerdo con el arzobispo Garfias Merlos en que lo “caido caido” y “a rajarse a su tierra”; si al Teletón el Congreso local le regaló 36 millones y a los jovenesguerrerensesdelpacífico les dan lana a cada rato nomás para venir a embriagarse (con cuates y todo) ¿por qué a la Iglesia Católica que ha pugnado por la paz, que ha excomulgado a los narcos y ahora hasta alfabetiza le iban a negar el dinero que necesita para terminar un templo? En lo que no concuerdo es en que, en tanto cultura, la religión (y sus iglesias) quieran ingresar a los presupuestos del rubro porque si así es la cosa, ¿qué vamos a hacer cuando hasta las sinagogas, -pasando por las iglesias protestantes y las mezquitas (que también las ha de haber en Guerrero)- quieran su parte del presupuesto? Esta aberración de nuestros legisladores volvió caja chica de toda obra pía o asistencial al golpeadísimo y raquítico presupuesto de cultura. Y si ya la cosa cultural local estaba mal, ahora quedó peor.
Los diputados que metieron al presupuesto en este embrollo están obligados a remediar esta situación y evitar que vuelva a ocurrir, la cultura en Guerrero necesita lana, no salir trasquilada.
En ese afán, también la Iglesia debe procurar respetar las formas; un templo en obra negra no puede ser un proyecto cultural. La religión y la espiritualidad como expresiones humanas regionales sí son manifestaciones culturales, si el proyecto buscara financiar estudios y análisis de esas expresiones en Guerrero yo lo defendería a capa y espada porque desde hace años he propuesto ese análisis entre otros que dan cuenta de nuestra identidad como guerrerenses. Pero para terminar de construir una catedral, la iglesia ecuménica y milenaria tiene otros eficaces mecanismos. Fidus.
Ante estos y otros desatinos que dejan profundas huellas en esta praxis gubernamental del PRD no nos sorprendería que la visita de Britney fuera preparada como evento cultural; total, si de ese presupuesto se saca hasta para hacer concursos y encuentros literarios amañados ¿por qué no se le habría de pagar la visita a la Britney? (Mejor que el IGC invite a Bob Dylan, quien además tiene una bella canción llamada Goin’ to Acapulco. “And I'm just the same as anyone else”)…
Varia. Ante la demanda de información sobre los puntos de venta de Siete modelos femeninos para William Shakespeare informo: el libro se vende por Internet (http://www.editorialpraxis.com) de dos formas: la clásica, con tarjeta de crédito o débito en mano; o a través del depósito a una de estas cuentas (56511564868 Santander-Serfín; Carlos Adampol Galindo), (2648690995 Bancomer; Carlos Humberto López Barrios) el monto del libro ($100.00 cien pesos) más $30.00 para cubrir el envío a cualquier parte de la república (si se compran $200.00 o más, el envío es gratis); escanear la ficha y enviarla con la dirección y el nombre del comprador a carloslopez@editorialpraxis.com; antes de una semana el (los) libro(s) llegarán a su domicilio.
En Acapulco, sólo puede comprarse en la papelería “Papel Martínez Hnos” sita en Av. Ruiz Cortines No, 19; junto a la Facultad de Turismo.
Y no, no fui a la Feria Internacional del Libro. Gracias por preguntar. 
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

miércoles, 30 de noviembre de 2011

"Z": vive


Yo, ciudadano
Z: vive
Gustavo Martínez Castellanos

El retorno a la escena pública del ex gobernador Carlos Zeferino Torreblanca Galindo demuestra una vez más que en política nadie muere definitivamente. Su reaparición en Guerrero –toda distancia guardada- generó las mismas reacciones que su tocayo Salinas generaba cuando de pronto aparecía en México a unos meses de su autoexilio en Dublín.
El impacto que ocasionó su retorno fue tal que muchos medios y analistas recordaron atropelladamente su praxis como Ejecutivo estatal. Una muestra de ese impacto la dio El Sur –archirecontraenemigo jurado de Zeferino- que en la segunda línea del cuatro párrafo de la quinta columna de la página seis de su edición de este miércoles, lo vuelve a llamar “gobernador”. Aunque también podría tratarse de una estrategia publicitaria. Es El Sur.
Y no es para menos, la presencia de Zeferino en Guerrero se debe –aclaró- a que el gobierno de Aguirre lo acusa infundadamente de malversación de fondos públicos en su sexenio. Y a que El Sur lo acusa de ser candidato del PAN a la alcaldía de Acapulco; idea que, definió el ex gobernador, le parecía mejor que ser candidato a una senaduría.
Decida ser lo que decida ser, no puede pasarse por alto que la presencia de Zeferino en Acapulco aclara muchas cosas. Como el hecho de que las acusaciones y declaraciones en los medios en su contra sólo son eso: declaraciones y acusaciones. Éstas últimas, infundadas; porque de lo contrario, él no hubiera regresado, no hubiera hecho la reunión que hizo, no hubiera declarado todo lo que declaró. Ni anduviera tan tranquilo.
Cualquier ciudadano medianamente enterado de esas acusaciones, hubiera esperado que, en cuanto Zeferino asomara las narices en Guerrero, la Procuraduría lo aprehendiera. Pero eso no ocurrió. Eso demuestra que Zeferino está perfectamente enterado del estado que guardan esas acusaciones en su contra y del ánimo mediático que a través de ellas se pretende. Y de que López Rosas, ahora Procurador, otra vez no puede tocarlo.
Además, su regreso genera incertidumbre en el ámbito político local que se encamina a las elecciones del próximo año con candidatos casi posicionados. Para Acapulco, Walton, Rumbo, Fermín, Flores Maldonado y los que PRD y PRI decidan añadir o reposicionar. Con Zeferino en ese ánimo ¿qué partido lo apoyaría? ¿Cómo? ¿A cambio de qué?
Porque es evidente que él se sabe con plenos derechos para contender. Y todo mundo sabe que cuenta con la lealtad de un grupo que él ayudó a crecer política y económicamente y que hoy es dueño de muchas de las más rentables franquicias del país y de Guerrero. Con ellos y loas activos que acumularon en su sexenio, Zeferino puede regresar para quedarse.
Sobre todo porque ha roto con todas las usanzas políticas, como autoexiliarse en silencio. U obedecer “las tres cartas”. O reprimir cualquier aspiración política. Con él y con René Juárez, Aguirre tiene que reinventar la forma de hacer política en Guerrero para mantener el clima político apropiado para el desarrollo social y para unas elecciones pacíficas el año que entra. Hoy lo sabe: debe tener más prudencia.
Los analistas, por su parte, tendrán que abandonar la visceralidad. Si Zeferino está más vivo que nunca es porque ha sabido aprovechar el sistema político vigente y porque ha sido muy creativo. Es momento de que esos analistas también aprendan a leerlo y a traducirlo adecuadamente si en realidad quieren trabajar en favor de la sociedad suriana.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;

domingo, 27 de noviembre de 2011

Festival de Cine en Acapulco


Yo, ciudadano
Festival de Cine en Acapulco
Gustavo Martínez Castellanos

El cine ha hecho de Acapulco una ínsula. Desde 1928 que se grabó aquí por primera vez una película, hasta hoy día, el cine que ha llegado a nuestro puerto sólo se ha quedado en la efímera forma de una filmación o en la ostentosa presentación de reseñas y festivales. Y se ha vuelto a ir. A reserva de 1914, que fue motivo del holocausto del teatro Flores.
El cine es otra de nuestras no-tradiciones, una más de nuestras no-tecnologías; la más grande de nuestras no-expresiones. Porque, y a pesar de ser Acapulco la ciudad en la que más películas se filmaron después de la posguerra, aquí no hacemos cine. Y por lo que se puede vislumbrar, en un futuro próximo, tampoco se va hacer.
La sentencia no es vana. Por principio de cuentas no tenemos industria fílmica como el Distrito Federal, Baja California o Durango. No tenemos escuelas de fotografía y de actuación, ni institutos de letras que promuevan el guionismo. No tenemos una clase económica que se interese en la producción; ni tenemos la estructura social ni cultural para promover el consumo, el análisis y la emisión de propuestas con referencia al cine de arte. Al buen cine. O cuando menos, al cine. A secas.
Peor aún: el cine que nos llega es lo más vacuo e insustancial de Hollywood. Peor que peor: las distribuidoras ni siquiera envían el cine más vacuo e insustancial de otras latitudes. Bollywood, por ejemplo. No sé si esta condena a una sola visión justifique la obstrucción tanto de universidades como de medios locales para promover el cine de arte en sus respectivos espacios. Lo único cierto es que, en materia de cine, somos una ínsula. Un punto perdido en el océano de esa gran carencia cultural.
Esa carencia causa pasmo cuando vemos que el Instituto Guerrerense de Cultura avala el Festival Internacional de Cine de Acapulco con sus desaciertos. El mayor: la falta de una motivación local para erigir de un festival de cine una vertiente cultural. ¿Qué director, que fotógrafo, qué musicalizador, qué guionista, qué escenógrafo, qué editor, qué actor acapulqueño o guerrerense puede avalar la presencia de un festival así? Ninguno. No hacemos cine. ¿Qué película? Ninguna: no hacemos cine. No hacemos cine.
Así, el Festival Internacional de Cine de Acapulco, es, como la Fiesta de la nao, las Jornadas Alarconianas y demás, otro desatino cultural. Otra mentira en ese rubro.
O, visto desde un ángulo práctico: es otro subterfugio de promoción turística. Pero nunca de promoción de la cultura local, porque -así como no pertenecemos a una tradición náutica (como industria y objeto de investigación) tampoco hacemos teatro. Ni hacemos cine. ¿Qué hacemos? Al menos en Acapulco hacemos turismo y lo hacemos tan mal que nuestros índices de ocupación decaen a grado tal que tenemos que echar mano de los recursos de cultura para tratar de levantar esos índices con éste y otros subterfugios.
Sin embargo, las cosas no están tan mal como parecen. El Instituto Guerrerense de Cultura puede empeorarlas. Y lo hace con gusto y mucho ahínco.
En esta emisión, el Festival Internacional de Cine de Acapulco incluyó una sección llamada “Aquí se filmó” en la que presentó películas que, aparte de todas las ausencias descritas líneas arriba, desdice su nombre: son películas cuyas historias inician en otras partes, con protagonistas y problemas de aquella latitudes y cuyo guión exige filmar en  “Acapulquito” a cuenta de que éste puerto era por excelencia el centro de diversiones de la clase pudiente mexicana de inicios de la segunda mitad del siglo XX y era prestigioso filmar aquí. Era.
Pero ninguna de esas películas inicia y termina en lo que es Acapulco, es decir, la ciudad, no sólo sus playas o la zona turística. Ninguna toca nuestros problemas ni lo que somos, ninguna presenta rasgos de nuestra cultura porque ninguna hace recurso ni de nuestra idiosincracia, nuestros regionalismos, nuestra espiritualidad o nuestra cosmovisión. Y cuando se da el caso de esa oportunidad (pienso en Subida al cielo o Simbad el mareado) los protagonistas hablan, actúan y piensan como entes ajenos a nosotros.
Ese desconocimiento (o desdén) por lo que somos los acapulqueños va de la mano de una estética fílmica que privilegia la toma panorámica de las bellezas naturales de la zona turística; nunca nuestros barrios pobres o nuestros sitios sagrados (Palma Sola, el panteón San Francisco entre otro) o nuestra urbanística; (contra la visión de Fun in Acapulco, 1963 en la que Elvis Presley en un excelente montaje recorre el Barrio de La playa en bicicleta). Esa estética llegó a extrapolaciones tales como La Perla (Emilio Fernández, 1947) en la que Acapulco sólo es el fondo o paisaje de un excéntrico potpurrí de “mexicanadas” (como “romperle el hocico” al Popocatépetl)  extraídas de un sinnúmero de tradiciones regionales.
El terrible –e imperdonable- desconocimiento (o simple y vulgar ignorancia) tanto del arte fílmico como de lo que somos por parte de los funcionarios del Instituto Guerrerense de Cultura dio como resultado esa aberración semántica (y semiótica) llamada “Aquí se filmó”; porque, por si fuera poco, sobre todos los yerros mencionados aún falta señalar la carencia absoluta de perspectiva y análisis necesarias para la elaboración –y erección- de un programa así. Una investigación somera nos dirá que la ausencia de una industria y de un centro de análisis fílmicos en Acapulco; así como el hecho de haber sido usado –y seguir siendo usado- como telón de fondo de historias ajenas, se debe a que el resto del país nos ve como pro-vincia; es decir, “territorio a vencer”. O vencido.
En efecto, seguimos siendo una colonia para el gran capital. Su cine (que no nuestro) lo ha dicho en cada una de las películas que ha venido a filmar: somos su set y en él jamás dejará un poco de su ciencia, tecnología y filosofía para beneficio de este territorio (que considera suyo) y de sus hijos. Le conviene que sigamos siendo ésa ínsula.
Visto así “Aquí se filmó”, no hace otra cosa que recordarnos nuestras insalvables carencias. Nuestro infinito atraso. Nuestra condición provinciana. Y la torpe promoción cultural que el Instituto Guerrerense de Cultura hace de todo eso.
Sin embargo, no todo es malo. En cada película “filmada aquí” podemos atestiguar cómo con el paso de los años la belleza prístina de nuestro entorno se fue perdiendo bajo un mar de concreto y de edificios, marinas y muelles, puentes y demás desatinos urbanísticos. Ese ejercicio de testimonio que nos presenta el cine que “Aquí se filmó” bien puede servir para estudios de deterioro y depredación ambiental que puedan explicar la contaminación de nuestras playas, la pérdida de nuestros valores locales y, por ende, la huída del turismo internacional, que incluye a los cineastas que de otros países también vinieron a filmar aquí.
Sería bueno reconocer que sin programas como “Aquí se filmó” análisis como éste no podrían ser posibles, pero creo que es mejor proponer al IGC que se preocupe -aunque sea un poco- por conocernos y analizarnos y por emitir propuestas que abatan nuestros atrasos y carencias. A su titular, pedirle que cambie de asesores; que no olvide que le advertí que la iban a hacer quedar mal, porque están igual o peor que ella en materia de cultura local.
Y que deje el ejercicio de la promoción turística a la Secretaría de Turismo.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;

viernes, 25 de noviembre de 2011

Siete modelos femeninos, la presentación


Yo, ciudadano
Siete modelos femeninos para William Shakespeare
Gustavo Martínez Castellanos

El sábado 19 presenté este primer libro mío. Rodeado de muchos amigos, algunos a quienes no veía desde años atrás, como a mi brother Alex Raviela, o a mi entrañable Gloria Olivares. Otros a quienes no conocía más que por el intercambio de ideas por e-mail como al maestro Robespierre Moreno Benicio, padre de una niña que fue mi alumna cuando daba talleres en Hornitos 7. Y otros que me dijeron que me leían porque algún amigo les reenviaba mis artículos y que aprovecharon la oportunidad para conocerme en persona.
Puedo decir que estuve abrazado por mi gente. Mis consanguíneos, mis amigos, mis compañeros escritores, Daniel Baruc, Patrice Stinckwich. Flanqueado por mis compañeros de Culturacapulco, que tal vez hicieron mal al no pensar con calma si querían presentar Siete modelos y aceptaron sin cortapisas; como Pavel que era el primer libro que presentaba y que a pesar de su juventud y de su inexperiencia lo hizo muy bien. O Ari, que ya había presentado libros pero que reconoció que Siete modelos era complicado “No creo que sea posible que haya un libro como éste publicado en Guerrero”. Idea que anticipó Aída cuando dijo que “‘Antoine’ era, después de ‘Sin niños’, el mejor cuento jamás escrito en Guerrero”. O como Astrid Paola que nos hizo reír a todos con su sinceridad: “Empecé a leer el libro con el cuento ‘Astrid’, ustedes saben por qué”, dijo. Le pregunté Por qué, ella respondió “Porque yo me llamo así. Pero nada qué ver”. Sí, para todos –y eso me incluye - Siete modelos tiene una naturaleza difícil de abordar. Perturbadoramente dúctil.
De esa fractura que flotaba en el ambiente nos salvó Isabel Reyes quien dirigió el programa con todo el salero y la prestancia que desborda como la negra hermosa y nuestra que es y que otorgó al evento un aire de fiesta costeña, de las nuestras. “Fue una cumbia”, reconoció ahí un amigo. “Fue una presentación muy cálida, sin estiramientos”, me dijo después Gloria por teléfono. “Tal como yo la quería”, reconocí.
Antes del final, uno de mis hermanos me pasó una nota que decía que el licenciado Alfredo Díaz Solano, director de cultura municipal, estaba ahí en representación de mi amigo el Doctor Manuel Añorve, gracias, Manuel. Quien no envió representación fue mi amigo el licenciado Ángel Aguirre. El sábado 12, mientras él asistía al funeral del licenciado Blake, el licenciado Armando Añorve me tomó la llamada y de la forma profesional y digna con que siempre trata a todo mundo recibió mi invitación de viva voz y me avisó que el gobernador estaría el martes en Acapulco; pero en toda esa semana ya no pude contactarlo; anduvo muy ocupado. Como haya sido, le envío un afectuoso abrazo.
En cambio, a Alejandra Frausto, directora del IGC, le dejé la invitación en su oficina y tampoco asistió. Fue una pena, sé que le hubiera agradado atestiguar el evento literario de un desconocido escritor costeño que sin recursos del gobierno publica un libro, lo presenta, llena una sala para 80 personas y vende ahí mismo 40 ejemplares. Será para la otra.
Gracias a mi amigo Carlos López, director de Editorial Praxis, por la publicación de Siete modelos femeninos para William Shakespeare, el libro había sido condenado al olvido y él lo rescató de ahí. Gracias Carlos. También agradezco a mi amigo Sergio Salmerón, gerente del Hotel Playa Suites, por facilitar la sala para que Siete modelos fuera presentado dignamente en Acapulco. Gracias Sergio. Qué es un hombre sin amigos.
Gracias a Aída, Pao, Ari, Pável e Isa. A mis amores: Mary y Rosita.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;
* Nos vemos en la Exposición "Mona Lisa y algo más"  mañana viernes 25 de noviembre a las 18:00 h en el Centro Copacabana (frente al club de Golf) Invita el taller de Aída Espino
* Para quienes me preguntaron donde podían adquirir el libro Siete modelos femeninos para William Shakespeare les envío el link: http://www.editorialpraxis.com

jueves, 24 de noviembre de 2011

Aviones


Yo, ciudadano
Aviones
Gustavo Martínez Castellanos

Quiero ofrecer una disculpa a mis lectores por no haber subido desde el sábado la reseña de la presentación de mi libro, Siete modelos femeninos para William Shakespeare; la cena de celebración con mi familia, la boda de una de mis hermanas el domingo, la tornaboda el lunes en la playa, un viaje que inicié el lunes en la noche y que terminó ayer, y compromisos varios impidieron que me sentara a realizar la reseña. Aún más, la boda y la tornaboda me indicaron que escribir sobre este fin de semana en Acapulco era más urgente.
Mientras los novios se desposaban ante un juez en un local de la Condesa, el cielo brumoso de la bahía era insistentemente trazado por potentes aeronaves. Abajo, las playas estaban abarrotadas de turistas y acapulqueños. Había mucha gente en restaurantes y tiendas y una cantidad excesiva de autos en la costera. Todo esto había iniciado el sábado, llegó a su clímax el domingo pero terminó subrepticiamente la mañana del lunes.
Casi todos los invitados se estremecieron con el rugir de los potentes motores de los aviones. Casi todos tomaron fotos. Casi todos se asomaron aunque fuera una vez al balcón para verlos –sobre todo a los imponentes helicópteros de la Armada de México que hicieron maniobras en la cuenca del arroyo de la cañada de los Amates- y después de un rato, casi todos estaban cansados de respirar el penetrante tufo a combustible quemado que dejaron en el aire las intrépidas naves. A la noche, nadie las recordaba. Había sido un suspiro.
 Desde que se presentó el Air Show en Acapulco por vez primera manifesté mi desacuerdo con que ese tipo de eventos se realizaran aquí. En ese entonces gobernaba Guerrero Zeferino Torreblanca; y, Acapulco, Félix Salgado. Y la izquierda local estaba metida en el clásico lío definitorio de toda izquierda contemporánea: ideas vindicatorias, teoría marxista, praxis burguesa. Por ello, como aquella vez, por “rescatar a Acapulco” muy pocos políticos, ideólogos y ecologistas sintieron resquemor por la presentación del “Air Show”. Y quienes se sintieron obligados a pronunciarse en contra fueron finalmente “convencidos” de sus virtudes por ambos gobiernos. Y por una prensa “de izquierda” pero bobaliconamente entusiasmada con ese circo burgués y otros no menos bizarros.
Por mi parte mi desacuerdo fue y aún es por razones apegadas a nuestra realidad.
Acapulco no es un pueblo con tradición tecnológica como aquellos en que se diseñan, construyen y venden aviones. Allá los espectáculos aéreos sirven para probar a sus pilotos y para hacer menos macabra la misión de muerte y destrucción de esos aviones (y de esos pilotos) porque casi todos son aparatos de guerra. En México sólo vivimos eso con los vuelos rasantes de provocación del  ejército mexicano contra los zapatistas en Chiapas.
 Acapulco, en cambio, es un lugar cuyo mayor referente es la naturaleza: el paisaje, la ecología, el clima; elementos que juntos se convirtieron en ventajas de muy alto nivel en el mercado turístico. Además de nuestra cercanía con Estados Unidos y Europa que, con referencia a Centro y Sudamérica, nos mantiene en un nivel privilegiado.
Esas ventajas, sin embargo, devinieron en desventajas en cuanto se implantó aquí el modelo turístico estadunidense que exige hotel con playa; pavimentación y construcción en donde sea (acantilados, estuarios y ensenadas) y un uso rapaz del paisaje, la ecología y el clima, entre más valiosos, más caros; es decir, inaccesibles para las clases media, baja y depauperada. Ese esquema dio como resultado una ciudad inoperante, caótica, ineficaz; tanto para el descanso como para el desarrollo de la industria y el comercio. Por si fuera poco, la voracidad de líderes y políticos y de compañías tanto extranjeras como locales, originó una rémora de prestadores de servicio que cada temporada expolia, defrauda y maltrata al visitante. De esa forma el turista sale de Acapulco jurando no regresar nunca. Y no regresa. Ya lo vimos. La puntilla la vino a dar la violencia que vive el país todo, y que aquí se agudizó por dos factores locales: la siembra de enervantes en la sierra y su trasiego por costa y el alto consumo en los sitios turísticos. Acapulco, el más dinámico.
Traer de nuevo al turista a Acapulco y a Guerrero, requiere entonces de un trabajo de reversión de ésos, nuestros grandes problemas locales: la polución, es decir, playas limpias, transporte no contaminante ni por gases ni por ruido; el ambulantaje (el lunes  había más ambulantes que turistas en las playas), ordenamiento del transporte urbano y el abatimiento de todas las mafias -incluidas las de temporada-, sólo por señalar una: hay lugares en la costera en la que restauranteros y tenderos impiden que el visitante estacione su auto si no va a consumir en sus locales. Ante este panorama, un análisis somero indica que la inoperancia de la ciudad y sus aberraciones –como evento urbano- no son los únicos responsables de la huída del turismo sino una increíble falta de conciencia con base en un sentido de identidad y de pertenencia con referencia a nuestra ciudad y lo que es.
Debo insistir en que es urgente revalorar nuestras virtudes y bondades en función de nuestros valores humanos, nuestras tradiciones y costumbres, nuestros ecología y paisaje. Nuestra cosmovisión. Trabajar en eso requiere de otro tipo de esfuerzo entre sociedad y gobierno; por poner un ejemplo diré que debe ser similar al que realizó la ciudad de Guadalajara para obtener el galardón de que estos Panamericanos hayan sido calificados como los mejores de toda la historia. Por supuesto, hay muchísimos factores culturales y económicos a favor de la Perla Tapatía para ello; pero hay muchísimos más en experiencia en materia turística en la Perla del Pacífico, pues, en turismo, Acapulco es potencia. En México y en el mundo nadie puede negar eso. Nuestra idea de la tecnología, entonces, tendría que ver de forma muy particular con el turismo y todas sus concomitancias: desde innovaciones en materia de servicio al cliente hasta la experimentación en materia gastronómica y coctelería. Por supuesto, el cuidado y preservación de nuestra ecología y de nuestros lugares emblemáticos –y sagrados-, el conocimiento de nuestra historia local y la orientación tanto de la ingeniería civil como de la arquitectura en función del arribo a una mayor operatividad del urbanismo y del abatimiento de energéticos fósiles para preservar limpio nuestro entorno y prístino nuestro paisaje. El turismo es lo nuestro, visto como una parte –muy pequeña pero específica- de nuestra identidad. Alentar su investigación, su promoción, su enaltecimiento como el producto de nuestras potencialidades nos puede ayudar a reinventarnos, a recuperarnos y a pelear por el quinto lugar en el ranking mundial que los gobiernos de Felipe Calderón y Ángel Aguirre nos propusieron hace seis meses.
Sí, este fin de semana el empresariado local tuvo un respiro económico, pero no hay que olvidar que fue gracias también a muchos factores conjuntos: el puente del día veinte, el “fin de semana más barato”, el adelanto del aguinaldo. ¿Cuándo se repetirán esas condiciones? No observar eso puede significar un gran error en este momento.
Por ello, insisto en que gobierno y sociedad necesitamos trabajar en lo nuestro y, desde sus raíces netamente culturales, perfeccionarlo. Debemos concienciar al empresario y al prestador del servicio, y otorgar al acapulqueño y al guerrerense identidad. Sentido de pertenencia. Bonitos aviones. Ya se fueron. Ahora sólo quedamos nosotros. Nosotros.
Felicidades a mi hermanita Rosy y a Andrés por su boda, que Dios los bendiga siempre. En la próxima entrega, la reseña de la presentación de mi primer libro. Vale.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;

viernes, 18 de noviembre de 2011

Acapulco, ciudad de 212 años


Yo, ciudadano
Acapulco,  ciudad de  212 años
Gustavo Martínez Castellanos

Acapulco hoy es punto de cruce de culturas. Su rostro es multirracial, su cosmovisión es ecuménica. Su esencia es la anfitrionía.
Acapulco se funde en el entorno de un estado en el que las expresiones culturales son tan disímbolas como intensas. Y es summa de ellas.
Su manifestación es incesante: profundiza en los colores y las formas que se materializan en sus artesanías, en el brillo de sus abundantes minerales y en el elocuente espectro de sus sabores y sus aromas, desde su variada floricultura hasta su gastronomía. Desde el litoral hasta la serranía. Acapulco es eje de tierra, mar y cielo.
Esa profusión de sentidos tiene un par en las múltiples lenguas que habitan la entidad y que van de las expresiones autóctonas (náhuatl, tlapaneco, mije,  amuzgo) hasta los idiomas en que ha hablado la diplomacia en Occidente y que han encontrado un hábitat cosmopolita en su vocación turística. Al abrigo de todas esas expresiones lingüísticas, Acapulco alberga casi todas las posturas filosóficas y religiosas del orbe. Es, en potencia, el punto geográfico en que se dan cita todas las manifestaciones humanas.
Acapulco es “el lugar”.
Ya desde su más temprana historia Acapulco fue asiento de tribus nómadas que dejaron testimonio de su paso grabado en los monolitos de Palma Sola, Pie de la Cuesta, Caletilla, Punta Bruja, la Sabana. Nombres inmortales. Expuestas a los puntos cardinales, esas antiguas huellas, aún sorprenden a los investigadores por lo hermético de sus mensajes. La diversidad de sus “alfabetos” denota, en los espectros de lectura científica, las graduales migraciones que inauguraron el destino hospitalario de nuestro anfiteatro. Ese destino potenció su influencia durante la conformación de los señoríos mesoamericanos, posiblemente albergó el embrión de culturas tales como la olmeca y la tolteca y sirvió de enlace a las rutas mercantiles del litoral Pacífico hasta Centro y Sudamérica y acució el dinamismo de los nacientes mercados de los poderosos asentamientos del valle de México.
Ya desde aquel prístino enclave histórico, Acapulco fue rosa de los vientos, norte de todas las brújulas, polo de migraciones.
Al ingreso de América a la zona cultural de occidente, el eje migratorio de nuestro puerto trazó la ruta de tornavuelta del otro lado del mundo y fue vértice del sistema axial que unió a Europa con Asia durante doscientos cincuenta años.
La expansión del mundo, sin la participación de Acapulco -la puerta dorada hacia el Oriente- hubiera sido imposible. El tráfago mercantil que enriqueció no sólo las industrias de Europa sino la visión del planeta tuvo en Acapulco su más grande y seguro puerto y, a su vez, su más vívido y entusiasta punto de encuentro pues en él se daban cita, por vez primera en el orbe, todas las razas.
Aún antes de que el orden novohispano decayera, Acapulco ya era albergue de las naves de las nacientes compañías navieras de este litoral.
La gesta de independencia, atrajo, además, a personajes significativos de diversas naciones que adoptaron del desarrollo de nuestra lucha libertaria el embrión de un nacionalismo sin cotos que consiguió, después de once años de lucha, ver en nuestra tierra suriana la consecución de la paz y el devenir de una nueva y valerosa nación.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, nuestra rada vio ondear sobre sus aguas las banderas de cien países, no siempre en son de paz, pero indudablemente atraídos por su leyenda secular de áureo puerto hacia el oriente.
En el siguiente siglo su vocación hospitalaria detona en cuanto llega a ser considerado el puerto mexicano del Pacífico. Siempre surto de naves de gran calado, ya mercantes, militares o diplomáticas que llegaban con príncipes y magnates en su interior, Acapulco es ya referencia obligada en las estrategias de expansión mercantil de las grandes potencias o de cita de los grandes itinerarios de los viajes de placer
Durante esa etapa que abarcó las dos guerras Acapulco no sólo fue refugio y hostal para el viajero de mar, sino un pretexto para incursionar en el universo del mundo intocado con las ventajas del mundo moderno.
En efecto, desde el triunfo de la independencia, los caminos por tierra se cerraron y debido a ello Acapulco conservó su belleza virginal hasta bien entrada la segunda mitad del siguiente siglo. Es en este periodo en el que con el auge de la industria turística  mundial Acapulco deja del ser “un puerto mexicano del Pacífico” para llegar a ser el puerto mexicano por excelencia. Y oleadas de visitantes inundan todos sus espacios. Proyectos mundiales se signan en su interior. El mayor océano del planeta, y que baña sus playas, es cuenca que vertebra no sólo una de sus costas, sino, nuevamente, todas.
La significación que encierra el hecho de que este 17 de Noviembre se recuerde en Acapulco que hace 212 años recibió la cédula real que certificaba su derecho a ser llamada ciudad es histórica en el sentido de que se inserta sólo en una parte de lo que Acapulco es: en el espacio geoeconómico que significó al imperio español un punto de entrada y salida de mercancías para su pujante sistema de explotación.
Hoy, a doscientos años que Acapulco fuera un puerto novohispano, y a ochenta y cuatro años de haber sido unido a la capital del país por una carretera transitable, la valoración del adjetivo ciudad es distinta, no sólo porque pase por una criba legal, sino porque los criterios que generan y arman una idea de la ciudadanía han cambiado.
Bajo la expresión de la democracia, el evento urbano que ha cubierto lo que Acapulco era, tiene un destino que cumplir. Y un cúmulo de problemas que enfrentar, de cuyo no se han atendido con el interés adecuado el de la identidad y el del sentido de pertenencia ni de sus habitantes ni de la ciudad misma. Tampoco se ha atendido su vida intelectual, estética y espiritual. Incluida su vertiente religiosa. En el concierto que forma el murmullo de  todas las ciudades del orbe ¿cuál es el armónico que emite Acapulco?, ¿es propio? ¿Es?
Tenemos una ciudad y la celebramos a diario, y esa celebración deviene en profundo sentido de desprecio porque no sabemos qué vestigios concretan sus sustratos, no sólo los arqueológicos, sino los antropológicos y los sociales. ¿Cómo se es de Acapulco? una gran pregunta que nadie ha querido responder. O no ha podido responder. El gentilicio es profundo porque continúa siendo una oscura e ingente interrogante. Una duda que ninguna de nuestras universidades, ni los archivos eclesiásticos, ni la creatividad local han abordado. Apenas, si acaso, una réplica en contrastación movida por algún sentimiento telúrico y chouvinista atraviesa de vez en vez nuestras charlas al respecto. 212 años de duda, son muchos para una sola ciudad. Y eso, apenas desde la emisión de la cédula real.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;
Este sábado 19 a las 18:30 Hrs. en el salón Palma Sola del Hotel Playa Suites, será presentado mi primer libro: Siete modelos femeninos para William Shakespeare.  Mis alumnos –formados en Acapulco por este acapulqueño- serán quienes lo presenten.

Dos del fin de semana en Acapulco


Yo ciudadano
Dos del fin de semana en Acapulco
Gustavo Martínez Castellanos

Uno. Que “Guerrero Seguro” está funcionando en Acapulco lo demuestra el hecho de que nuevamente las patrullas de Tránsito se atreven a circular por la ciudad y a levantar autos supuestamente mal estacionados; que era algo que ni por asomo hacían hace un mes debido al temor de levantar por error algún auto cuyo dueño fuera narcotraficante.
Los ciudadanos descansamos entonces de la extorsión de las autoridades locales, que si bien no atacaban al crimen organizado tampoco nos molestaban. Ahora, que poco a poco asoma cierta atmósfera de seguridad –debida al ejército y a la policía federal-, las fuerzas del orden locales nuevamente salen a levantar indebidamente autos e infracciones.
El domingo pasado pudimos atestiguarlo cuando regresamos al lugar en que habíamos dejado el auto y ya no estaba. Una señora que vende raspados nos dijo: Hace cinco minutos que se lo llevó la grúa. Fuimos a las oficinas de tránsito y lo que vimos era increíble: una grúa del gobierno municipal depositaba en el corralón hasta dos autos al mismo tiempo. Allá, al fondo, estaba el nuestro. Preguntamos por el encargado y nos señalaron a una señora sin uniforme que vestía pantalón de mezclilla  y blusa a colores. Junto a ella un muchacho alegaba que el auto detenido era de un agente ministerial.
Preguntamos a la señora bajo qué criterios habían recogido el auto si no estaba mal estacionado y ella respondió que había una cámara grabando en la costera. Preguntamos por su ubicación y ya no quiso responder. Más tarde llegó su jefe, un señor que iba en bermuda, chemisse y mocasines y que al igual que ella no llevaba ni distintivo (la placa oficial) ni el gafete reglamentarios. Cuando le preguntamos dónde estaba la cámara que grababa en la costera a los autos mal estacionados él nos aclaró que no había tal cámara (¿y el C-4?) que la señora se había referido a la cámara del chofer de la grúa con la que fotografiaba los autos que iba a recoger, que en cuanto llegara nos enseñaría la foto que él había tomado del auto que reclamábamos. Preguntamos si aquella cámara era oficial y que si archivaban las fotos. Nos dijo que no, que sólo era la cámara personal de ese empleado. Cuando le preguntamos por qué confiaban en un empleado que para cubrir su cuota dominguera posiblemente arrastraba los autos hasta el lugar que le convenía, ya no quiso responder.
De la información recabada puede colegirse que el ayuntamiento de Acapulco ha depurado sus técnicas para extorsionar sólo a los ciudadanos, porque hasta ahora ningún medio de comunicación ha informado que esos patrulleros hayan hecho uso de sus cámaras personales para documentar la presencia de miembros de los grupos delictivos que aún tienen en jaque a la ciudad; muy al contrario, cuando saben de algún percance así, huyen de la escena y dejan al ciudadano indefenso, de otra forma Acapulco no estaría aún señalada en medios extranjeros como una de las tres ciudades más peligrosas del planeta.
Lo inverosímil de que el ayuntamiento esté cubriendo con grúas propias su cuota de autos confiscados es porque esa concesión pertenecía a las compañías locales de grúas que también realizaban prácticas de extorsión ciudadana al por mayor. Ese domingo, el corralón estaba lleno de autos recién levantados (eran las 3 de la tarde) y seguían llegando más. Se ve que el ayuntamiento necesita recaudar mucho dinero; lo que no sabemos es para qué, si inclusive los inútiles camellones que hace un año se remozaron en Cuauhtémoc en vísperas de las elecciones ya se están deshaciendo.
No podemos dejar de señalar que el Ayuntamiento de Acapulco viene haciendo lo mismo que hace el crimen organizado: generar desconfianza y recelo por nuestra ciudad.
Para no tener que lidiar con la pesadísima burocracia local el lunes en la mañana, pagamos el arrastre y sacamos nuestro carro. A cambio de los $297.00 que nos costó la extorsión obtuvimos la información siguiente: los domingos los empleados de Tránsito  trabajan sin uniforme, sin distintivo y sin gafete (¿quién garantiza que son empleados municipales?) El ayuntamiento vulnera nuestras garantías al confiar en el criterio de una persona para detener nuestros autos. Y como no hay cámaras de vigilancia en la Costera, cualquier pillo puede hacer lo que se antoje y nunca quedará testimonio. Así ¿cómo vamos a recuperar la tranquilidad y el turismo extranjero en Acapulco?
Dos. Alejandra Frausto nuevamente metió la pata; ahora con el certamen literario “Acapulco en su tinta” que terminó premiando a un defeño. Mala calca del “José Agustín”, ese certamen no premia a los escritores locales como su nombre lo alude y no lo hace porque la tremenda ignorancia de Alejandra Frausto le volvió a ganar la batalla: permitió como parte del jurado a otro miembro de las huestes de Jeremías y Citlali: José Dimayuga.
Se dice que este personaje es gente de teatro y que porque tiene una novela publicada ya es narrador. Lo que es cierto es que hace años formó en Acapulco un grupo que se autodenominaba “Gay Power” porque estaba principalmente formado por cultureros de preferencias sexuales distintas. Su mayor logro fue que la sociedad acapulqueña no se escandalizara con sus historias de amor cuyos ecos resonaban hasta en las redacciones de algunos periódicos y en ciertos niveles administrativos y políticos locales. Sus fiestas eran legendarias, a grado tal que más tarde Citlali Guerrero se declararía porque “nos siguieran invadiendo escritores extranjeros” y continuara campeando “el espíritu dionisiaco” en esa ínsula barataria en la que tanta fama alcanzó. En un afán de reafirmar su orgullo gay publicaban portadas escandalosas en las revistas bajo su férula y textos de la laya del “Elogio de la verga” que José Dimayuga firmó siendo Director de Cultura Municipal.
Porque, en los dos golpes que Jeremías y Citlali asestaron contra la gestión de cultura municipal de Aída Espino, Dimayuga se prestó a cubrir el puesto y a respaldar el desvío de los recursos de cultura de los trienios de López Rosas y Félix Salgado, a quienes la honestidad de Aída les resultaba cáustica. Con López Rosas, José Dimayuga justificó la desaparición de dos y medio millones de pesos en cuatro meses; y, en el trienio de Félix Salgado, la de veinte millones con los cuales se pagaban a sí mismos Jeremías, Citlali y Dimayuga jugosos sueldos y otros servicios; esa jauja llegó a beneficiar a su voraz grey y a los afiliados al “Gay Power” con quienes adquirieron fuerza y presencia en Guerrero.
Hasta que desde este espacio se empezaron a denunciar sus trapisondas.
Ya habíamos anticipado que Citlali iba a hacer que la balanza de este certamen se inclinara a favor de uno de los suyos. También anticipamos que no confiábamos en la administración de los recursos de cultura bajo la dirección de Alejandra Frausto hoy rodeada de estos personajes de negrísimo historial. En aquella ocasión, pregunté al gobernador si esa era la idea que de cultura tenía para Guerrero. No ha respondido, y creo que no lo ha hecho porque se ve que la política cultural de Guerrero parece dictada desde el Distrito Federal por Marcelo Ebrard por la profusión de conciertos de rock, trovadores cubanos y grafiteo y disipación a granel. Sólo falta que, fiel a su verdadero patrón, Alejandra Frausto también ponga playas artificiales en Acapulco. Ganas no le han de faltar a sus colaboradores si con eso consiguen manejar una cantidad mayor de dinero.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com