martes, 4 de febrero de 2014

Espacios comunitarios



Espacialidades
Espacios comunitarios
Gustavo Martínez Castellanos


     Acapulco es cada día una ciudad insuficiente. Desde hace una década su urbanismo resulta inoperante para las necesidades y la forma de vida que las nuevas tecnologías han impuesto.
Los espacios libres que aún existen en el entorno urbano no cuentan con los servicios que hay en otras ciudades: limpieza, salubridad, instalaciones lúdicas (zona de juegos para niños, para adolescentes, para adultos y para adultos mayores) seguridad, acceso a internet, botones de emergencias y bebederos para contrarrestar el consumo de bebidas azucaradas.
     Salvo el parque Papagayo –de cuyo muchas sus áreas también carecen de estos servicios- no hay otro espacio urbano dentro del anfiteatro que reúna los aspectos inherentes a la convivencia al aire libre con la naturaleza.
     En efecto, están el Parque de la Reina en el muelle pero, inclusive, carece de los suficientes árboles para proporcionar sombra y vida silvestre, mientras que los parques de La iguana y de La laja son eminentemente barriales, ubicados en colonias que padecen una constate ausencia de seguridad y por lo tanto detentan altos índices delictivos y de homicidios.
     Caso contrario representa el parque Merle Oberón en Costa Azul, pero que, al igual que los otros dos, padece de falta de espacio.
     Un caso especial representa el corredor –hoy “parque”- Durango de la colonia Progreso. Ubicado sobre el camellón de la avenida del mismo nombre tiene la desventaja de ser angosto, de estar dividido en partes –delimitadas por los cruces de las calles Oaxaca, Bernal Díaz, Niños Héroes y Michoacán- y de estar completamente cercado por una valla que permite su acceso sólo en determinados horarios.
     El espacio público por excelencia, el Zócalo, es la suma de los anteriores ejemplos. Es muy pequeño, no cuenta con ninguno de los servicios más importantes y en esta administración ha sido reducido a tianguis.
Otrora el corazón de la ciudad, el zócalo hoy ya no resume tampoco, como otras ciudades del país –el Distrito Federal, por ejemplo- los poderes gubernamental y religioso.
     El rezago en la legislación y la vigilancia en la materia que ha padecido endémicamente nuestra ciudad han propiciado que, al igual que en otros enclaves, grupos o comunidades se apropien o adueñen de esos espacios.
     El espacio público por excelencia, el Zócalo, es la suma de los anteriores ejemplos. Es muy pequeño, no cuenta con ninguno de los servicios más importantes y en esta administración ha sido reducido a tianguis.
      Otrora el corazón de la ciudad, el zócalo hoy ya no resume tampoco, como otras ciudades del país –el Distrito Federal, por ejemplo- los poderes gubernamental y religioso.
     El rezago en la legislación y la vigilancia en la materia que ha padecido endémicamente nuestra ciudad han propiciado que, al igual que en otros enclaves, grupos o comunidades se apropien o adueñen de esos espacios […]
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