jueves, 27 de septiembre de 2012

Acapulco, basura y economía II


Yo, ciudadano
Acapulco, basura y economía II
Gustavo Martínez Castellanos

El problema no es que en Acapulco el empleo se haya desplomado o que actualmente, como en las peores crisis del motor económico local, el turismo, los analistas no sepan qué se pueda hacer (y los políticos, menos). El problema es que los gobiernos estatal y municipal sigan actuando como si la solución sea el turismo y en ese afán destinen la mayor parte de los recursos tanto económicos como sociales a rescatar el nicho.
Otro problema; en la actualidad, el empleo en Acapulco se ha diversificado tanto que la visión turística resulta, en gran medida, anacrónica. Hace veinte años no había tantos ingenieros en sistemas computacionales ni en otras disciplinas, ni químicos ni arquitectos; todo se importaba de la eterna cantera de profesionistas defeños; aquí sólo producíamos contables, turisteros, mucamas, meseros y todo el abanico de la industria de la diversión en sus más patéticas visiones –porque, por poner un ejemplo, no hay escenógrafos, ni alta costura, ni músicos-. Nuevamente, el problema es la perspectiva con la que asumimos nuestro ser. Y nuevamente: es impostergable pensar a Acapulco. Pensar a Guerrero.
“El pobre” es un subproducto de la ciudad; ahora con marinas y muelles por todas partes, a punto de detonar como una nueva urbe: condominios de más de siete pisos que trasgreden todo ámbito legal, ecológico y paisajista, y que dan cuenta de las arengas del gobierno por “remodelar o vender” a tono con la visión del hombre más rico del planeta.
En esa perspectiva, el pobre es aquel que no aspira ni siquiera a un empleo y si lo consigue no sabe qué hacer con él. Salido de su hábitat rural presta su fuerza de trabajo en cualquier actividad –sin estar “a prueba” y sin ningún derecho, (modelo perfecto de la reforma laboral que en estos momentos mastica el Congreso)- y termina rodeado de hijos a los que no puede mantener porque no sabe o porque no puede –falta de documentos, capacitación, malicia- insertarse en ningún ámbito empleo.
Durante mucho tiempo, este ciudadano pudo adquirir un oficio –albañil, carpintero, talachero, chalán y después chofer de camión o taxi amarillo- pero el narco le cerró el paso para subarrendarlo como menudista, “halcón” o sicario. De cualquiera de esas formas terminaba su vida de forma violenta –no importa la condición: los cambios de códigos no perdona ni sexos ni edades, así atestiguamos hace un mes una rara racha de muertes violentas de mujeres embarazadas-, por ello, prefirió los ámbitos menos “álgidos”: de “viene, viene”, “lavacoches”, “pepenador”. Forma una auténtica tribu urbana que elude de cualquier forma la subcontratación del narco para preservar la vida; son otro parámetro de la guerra de Calderón: prefieren ser pobres entre los pobres que flamantes sicarios abatidos a tiros con un inolvidable corrido que los englobe.
Cada tarde llegan en familia, rodean el contenedor, lo “limpian” y después se van.
 Una tribu gitana tendría brillo y prosapia ante estos trashumantes que se saben sin origen y sin mañana. Como pobres aparecen en las estadísticas. Y es cierto, los miserables (o “en situación de pobres extrema”) son otros, de ellos hablaré en la próxima entrega.
Parece ser que después de culturizar a los Países Bajos ya regresa el IGC a Guerrero ¿vendrán tras él contingentes de turistas o de inversionistas?, ¿y la tuerca de “El toro”?
Nuestro buen amigo el doctor Jaime Gracía Leyva nos ha enviado la invitación al “Segundo Congreso estatal de desarrollo lingüístico Ñuu savi”;  reenvío en datos adjuntos.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com







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