jueves, 24 de enero de 2013

La tierna república de la consciencia


Yo, ciudadano
La tierna república de la consciencia.
Gustavo Martínez Castellanos

Los pueblos surianos se volvieron pragmáticos: tomaron por su cuenta y riesgo la seguridad de sus comunidades, de sus vecinos, de sus familias y de sus bienes.
Esta acción que redefine sus rasgos característicos es una manifestación que parece ajena a su Historia pero que está fuertemente ligada a ella: no la rebelión, no la violencia como forma de expresión, sino la toma de conciencia -y su praxis inmediata- como resolutivo eficiente de su problema más apremiante: la seguridad. La libertad en acción.
Resguardados por ellos mismos, estos conglomerados no sólo reafirman su presencia -su ser- sino que recuperan la certeza del concepto población y lo redefinen en el entorno de un marco jurídico dado que enfrenta al Estado a una paradoja: si el Estado los ataca, peca de abuso de autoridad; y si los reconoce –o los legitima- el Estado admite que ha fallado y, con ello, se niega a sí mismo. De cualquier forma está encajonado.
Otorgarles el papel de “cuerpos de seguridad” le resulta contradictorio, pues con ello él mismo contradice el principio de unicidad que ampara al ejército y a las policías, entidades que tienen como “comandantes” “supremos” a burócratas que fungen como figuras jurídicas. En el caso de los pobladores que se dan seguridad a sí mismos y a sus comunidades el “comandante supremo” es la comunidad, la gente, el pueblo.
Otra contradicción más atenta contra la existencia de la ley: ¿a cuál obedecer tanto en los procesos legales como en la ejecución de las penas? ¿a los reglamentos escritos o a la voz viva del pueblo que se expresa en esos guardianes y en sus respectivas ágoras?
Una más ataca la condición de garante que se adjudica a sí mismo el Estado: al declararse incompetente para dar seguridad a los pueblos no puede declararse competente para garantizar los derechos de quienes atentan contra la seguridad de esos pueblos. A esas alturas el Estado ya no puede promocionarse como garante de absolutamente nada.
Es posible observar que la fuente de esa manifestación de solvencia que evidencia la ineficacia del Estado es la misma fuente de una expresión popular, es decir, no es política ni ideológica: es vital, auténtica. Y por lo tanto, en un nivel elemental, legal.
Algunos analistas han dicho que esa fuente se alimenta de intereses ajenos a esa autenticidad vital. Y han intentado satanizarla.
Pero hasta el momento no se han detectado otros motores de su dinamismo que los ya expuestos. En cambio, es importante observar que éste carece de líderes y de estructuras definidas a la vista. Y es animada sólo por su eficacia y su contundencia a otras regiones del estado: desde la Costa Chica hacia la Costa Grande y a la Tierra Caliente.
Ante la visita del Ejecutivo estatal estos guardianes populares ni lo increparon ni le hicieron reclamos ajenos al que los motivó a empuñar un arma para darles seguridad y garantías a sus familias y a sus vecinos. Silencio y praxis populares.
En el entorno signado por los ecos de la primavera árabe y de la voz de los indignados: ¿estamos ante la experiencia de ver nacer un nuevo Guerrero?
Es posible, los partidos, los políticos y los líderes han sido rebasados. La decepción por el gobierno y el temor nacido de la inseguridad, son grandes. Hoy, parece ser que la conciencia popular ha sido sacudida: lo que no haga ella por sí misma nadie lo hará. Es necesario cuidar ese tierno brote de conciencia: a él pertenecemos todos.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com


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