viernes, 6 de mayo de 2011

José Agustín se fue a Cuba: Diario de brigadista IV


Yo, ciudadano
José Agustín se fue a Cuba: Diario de brigadista IV
Gustavo Martínez Castellanos

¿Por qué alfabetizar en Cuba y no en la sierra de Guerrero?, preguntaron a José Agustín, su respuesta, jocosa: “Margarita Dalton me invitó”; no encubre la verdad: “Yo quería ver de cerca la revolufia”. Como Reed en México. Y en Rusia. No fue el único. Familiares suyos  –y de otras familias- se sumaron a la gesta cubana. Sus primos, Humberto Espinobarros Ramírez alfabetizó en la provincia de Santiago (y nunca coincidieron); y Aída Espinobarros fue una de las primeras milicianas cubanas.
¿Por qué en Cuba y no en Guerrero? Allá había una revolución en ciernes, decidida a ejercer cambios sociales y económicos a través de un profundo cambio filosófico que auguraban –por fin- la erección del Mundo Nuevo. Aquí, la revolución de 1910 se anquilosaba en la consolidación de la burguesía local que aún repite los más aberrantes esquemas de explotación capitalista. En Guerrero, el caciquismo: summa de aquél.
José Agustín presenta en su texto una verdad única: en Cuba las invasiones (Bahía de Cochinos y sus réplicas) se sabían como tales y el pueblo se preparaba para repelerlas; aquí, se recibían con más concesiones a la floreciente industria turística y a otras áreas estratégicas de la economía regional y nacional. Allá el ejército revolucionario luchaba por la libertad de su pueblo; aquí, como lo vimos ese mismo 1961 guerrerense –y más tarde en Taltelolco-, el ejército mexicano asesinaba a su propio pueblo. Allá la revolución continuó con un ideal de erradicación del analfabetismo; aquí, la revolución generó instituciones que privilegiaron la erección de una clase pudiente que aplastara las legítimas aspiraciones de un pueblo rural en su esencia cansado del atropello al que lo expuso la historia desde 1521. Cuba, era una esperanza. Un respiro en el tiempo occidental que nos tocó vivir.
A contrapelo del proyecto burgués de la revolución mexicana, aquélla izquierda, -verdadera teoría y praxis- producto también de aquellas instituciones, apoyó a Cuba en su periplo épico. El joven José Agustín se fue a Cuba.
A medio siglo de aquella revolución, la presencia cubana en Guerrero para erradicar el analfabetismo encontrará una sociedad esperpéntica, contradictoria e inverosímil: cuenta con la infraestructura educativa y los recursos económicos no sólo para erradicar el analfabetismo sino para sustentar investigación de alto nivel y, sin embargo, no lo hace. Aún más: cuenta con diez años de gobiernos de izquierda pero la miseria de su mapa cultural da cuenta de la miseria de sus “intelectuales” y de sus tabloides que eluden su papel de conciencia crítica a cambio de prebendas y otros privilegios. Una sociedad que Horacio Castellanos retrata en El asco. De la revolución del PRI a la del PRD transita todo aquello que como pueblo nos ha esclavizado. El analfabetismo en Guerrero no es un problema: es un síntoma. Su erradicación exige otros cambios. Verdaderos cambios.
La publicación de  Diario de brigadista a medio siglo de lo que testimonia no es un ejercicio de nostalgia, es una profunda crítica a una sociedad que sustenta en sus atrasos la razón de su sentido de ser. Alfabetizar, así, es más un pago histórico que una apuesta al futuro: éste ya se ha ido. Alcanzarlo exige que esos años de atraso -cincuenta ó cien- en Guerrero, desaparezcan. Exige una revolución que arranque de raíz lo que fuimos. Cuatro años y medio es poco tiempo, pero bien puede ser el inicio de ese verdadero cambio.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

2 comentarios:

  1. "DIARIO DE BRIGADISTA", CRÓNICA Y TESTIMONIO DE UN JOVEN JOSÉ AGUSTÍN ALFABETIZADOR EN CUBA, ME DA PIE A REFEXIONAR EN QUE SÍ, ES NOSTÁLGICO EL VOLVER LA VISTA A CINCUENTA AÑOS YA PASADOS, SIN EMBARGO EL TEMA DE LA ALFABETIZACIÓN EN GUERRERO, SIEMPRE ES ACTUAL, SOBRE TODO CUANDO LOS ORGANISMOS QUE VERDADERAMENTE PUEDEN Y DEBEN RESOLVER EL ASUNTO, NO QUIEREN HACERLO.

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  2. Creo que de algún modo José Agustín nos da una pauta entre los años ya pasados y la época actual. Ahora todo es más acelerado, no hay tanta dedicación ni detalle en las actividades.
    Nos da una probada del pasado y nos hace digerirla para admitir que a esta época le hace falta el fuego de antaño. Darnos cuenta de que con estos avances podemos ir realmente hacia adelante, y no ir atrás como parece que la cultura se desarrolla.
    Nos hace reflexionar sobre el futuro, y cuáles serán nuestras anécdotas para los nietos: "Y siempre estaba en la computadora al pendiente de que mis amigos iniciaran sesión". No es nada halagadora esta anécdota.
    De algún modo se respira la nostalgia, y nos pone de frente a lo que tenemos. Un libro que abre de par en par la reflexión.

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