domingo, 8 de mayo de 2011

Sicilia


Yo, ciudadano
Sicilia
Gustavo Martínez Castellanos

No lo conocía. No lo conozco. Pero bajo la férula de la herida en su costado el mundo se vuelve un contrasentido: los países emergen sobre la piedra sacrificial manchada de la sangre de sus hijos. Y los caminos se hacen al andar.
Cuánta falta nos hace un Paz, un Sabines. Un Pellicer. Ante su ausencia y del sentido creador de la palabra, Sicilia camina. Se ha levantado y anda. Devuelto del horror de su  muerte al horror de la muerte del alma. En la dura realidad que lo atormenta, como el sol que le golpea la cara, que aprieta sus pies, su meridiana sombra a cada uno de sus pasos, el polvo del camino, se rebela. En cada paso, en cada huella. Signo de negruras encendidas se transforma en voz, en puño, en garganta. Ráfagas mascullan proclamas.
Una cauda de rabias y presagios lo corteja: rey del dolor, lo agota el desasosiego, un olimpo de tristezas lo contiene, el dolor erizado en pedernales rasga su piel y la conciencia de un pueblo que aprendió a ser dulce en sus canciones, triste en su historia. Y ante sus gobiernos, camina y aprende a ser rabia.
Como un puñal que rasga el luto de la tierra en duelo, la caravana pasa. Quemados los barbechos, marchita la pitanza. La tierra arrasada por sus dueños llora con él y con sus deudos: la enhiesta caravana. Sicilia avanza.
Su marcha pura, espejo al inframundo. Arriba, el cielo. Los necios pies que caminan y caminan. Marchan. Abajo, bajo tierra, el tumbo que sacude el sueño eterno, el fin del tiempo acude, ya está aquí; míralos volver sobre la tierra, exigir bocas abiertas, ojos exiguos, puños apretados de tierra Paz y Justicia, ya. Justicia y Paz. Justicia.
La caravana avanza.
Cubren los caminos, las veredas. Los suburbios, las calles. Los parques. No hay qué los detenga: semáforos, el estupor de los niños. El ojo de la cámara de vigilancia que los sigue. Mudo. El guardia, el policía; ven que sus viudas ya marchan. Marchan. El político. No hay quién los detenga. Llenan todo por llenar la plaza, ceremonial espejo do convergen, reverenciales, todas nuestras coordenadas.
Altar y sepulcro: lo que fuimos. Somos.
¿Qué seremos?
La marcha
Cada luz, cada vela encendida, apenas alimenta los cansados rostros, un par de ánimas, bajo los tenues toldos, bajo del líder, ala. ¿Cuántos sin luz, sin su consuelo? ¿Cuántos sin luz y sin justicia? ¿Cuántos volverán en otra marcha a exigir sin voz, sepulcro?, ¿luz? ¿Recuerdo? Pan. Ya, marchan.
Los pies cansados, la mirada. 
Sicilia avanza.
Agotada la palabra en la poesía, la poesía se hace marcha. Cada huella, cada puño es un signo de poema, se escribe en tanto avanza. Deja la tierra, estela, jeroglifo, página. ¿Ha dónde ha de llegar? El alma entumecida de un país de muertos, los mira pasar por la pantalla. Condómino insensible, vecino irremediable, evita asomarse a su ventana, elude ver a los suyos decir adiós, es por ti también esta silente caravana… Sicilia avanza
No lo conocía. No lo conozco. Sólo se que hace poesía cuando marcha…
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

2 comentarios:

  1. PASO A PASO, LA MARCHA; RABIA, DOLOR. ALGÚN PALIATIVO HABRÁ.

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  2. A veces me pregunto si todos necesitamos que nos maten un hijo para empezar a despertar y levantar la voz.. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Excelente texto que invita a la reflexión.

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