jueves, 14 de julio de 2011

¿Qué hacemos con el alcalde?


Yo, ciudadano
¿Qué hacemos con el alcalde?
Gustavo Martínez Castellanos

Acapulco lleva más de un mes sin agua. No me refiero al Acapulco Dorado o al Diamante, sino al Acapulco de carne y hueso el que vive en las partes altas del anfiteatro y que padece constantemente la falta del vital líquido.
En protesta por eso, hace unas semanas un grupo de aguerridos colonos tomó uno de los entronques más importantes del sistema vial de la ciudad. En lugar de los responsables de la paraestatal encargada del abastecimiento del agua llegó un piquete de aguerridos policías a enfrentar a los vecinos quejosos. Después de los insultos y amenazas entre ambos bandos el final del suceso fue coronado por una sesión de golpes entre el comandante policía y una vecina. Sí, una inerme mujer que sólo exigía, acompañada de una docena de vecinos indignados, el agua por la que, además, paga aunque no llegue a su domicilio.
El acapulqueño, como ya se ha visto, se ha vuelto un pueblo pacífico. Relajiento y pachanguero siempre lo ha sido, pero su anterior rijosidad, su territoriedad a mansalva, su peculiar idea del valor, se han ido apagando a medida que la modernidad ingresa a sus barrios. No el estado, ni el municipio, sino la televisión, la radio, la web, desde donde el nuevo acapulqueño consume otras formas de convivencia vecinal, comunal y citadina.
En mal momento esos avances tecnológicos tornaron manso al acapulqueño de barrio porque en ese momento apareció la violencia encauzada por el narco que aprovechó con creces eso y otros avances. Aunque nadie quiere admitirlo esos avances iban de la mano: con las tribus urbanas, los grafitis, las sociedades de convivencia y otros alcances urbanos, creció el PRD en poder y presencia en el ámbito político y, entre ambas, los sicariatos. No digo que sean concomitantes –aunque es evidente que muchas de las libertades obtenidas se convirtieron en libertinaje y cortina de humo del avance del crimen organizado-, lo que quiero decir es que entre más tolerantes se convertían nuestros vecinos, el estado más se alejaba de sus funciones de resguardar la tranquilidad y operatividad de nuestros barrios.
Aún con eso, un puñado de vecinos sacó la casta costeña y tomó sin más armas que su coraje e indignación, aquel crucero. Y la respuesta del municipio fue la violencia. Y la indiferencia, porque a casi un mes de aquél desaguisado –que no pasó a mayores gracias al criterio paisa que padecemos- el agua sigue sin llegar a nuestros hogares.
En tanto, nuestro alcalde baila con quinceañeras, se pelea con la secretaria federal de turismo, acusa al presidente Calderón de sabotear al puerto –ya no le cuidaría la silla-, disiente con el gobernador respecto a los presidenciables de “la izquierda” para el 2012 y se prepara para acceder a una senaduría de la mano de Peña Nieto. Y no tenemos agua.
¿Qué hacemos con nuestro alcalde? es una pregunta difícil porque a pesar de que  Acapulco le respondió con un rotundo No a sus aspiraciones a ser gobernador él sigue sin querer entender que primero debe resolver nuestros problemas expedita y eficazmente. Menos ahora que su partido obtuvo sendas victorias en las elecciones pasadas y con las cuales él se siente muy fortalecido y con un pie en el Senado.
A un mes sin agua, creo que no nos queda de otra que salir a las calles a protestar y, en su momento, no votar por nuestro aún alcalde ni por su partido, pues esto debe ser parejo: si él no han querido entender que debe resolver inmediatamente los problemas de nuestra ciudad, nosotros no estamos dispuestos a soportarlo nuevamente en el poder.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

Les reenvío este link sobre Defensa de Derechos Humanos, espero que lo vean y que se sumen a la causa; nos beneficia a todos:  http://www.yomedeclaro.org/

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