miércoles, 14 de noviembre de 2012

La fiesta de la nao o por qué los globos de este gobierno no se elevan


Yo, ciudadano
La fiesta de la nao o por qué los globos de este gobierno no se elevan
Gustavo Martínez Castellanos
En uno de los viajes de la nao de China llegó a Acapulco la primera palmera que apareció en nuestras costas. Todas crecen inclinadas contra el viento que viene  del mar.
Más de cinco siglos después, en Acapulco, un piquete de pillos asaltó el presupuesto del área para un festival con tintes culturales que celebraba la fiesta de cada arribada de esa nave construida en cualquier parte del mundo hispano, nunca en México. La última versión de esa fiesta inverosímil encajó perfectamente con la noticia de que el gobierno de Peña Nieto gastará mil millones de dólares en astilleros gallegos en detrimento de nuestra economía, nuestro empleo y los astilleros nacionales. Medio milenio más de atraso.
El arribo de cada nave se daba a finales de noviembre; en esas fechas los alisios –o vientos dominantes del norte- y la corriente marítima hemisférica empujaban a la nao hacia la costa americana una vez alcanzado su máximo punto en el septentrión oriental.
El sitio en el que se resguardaba la nao en su estancia en Acapulco es el actual club de yates. En un rincón de ese rincón de la bahía, subsiste el viejo astillero en el que se le hacían reparaciones; ahí, hoy, todo carpintero rivereño sabe lo que cualquier parachute ride nunca debe olvidar: navegar con el paracaídas siempre abierto contra el viento: es decir, contra el horizonte, porque el viento siempre sopla del mar. Siempre sopla del mar.
El comercio con oriente fue un negocio hispano, pero, según el director del Fuerte de San Diego, también un hecho histórico; por eso –aduce- se hace la fiesta de la nao. Sin embargo, olvida que la toma del fuerte de San Diego por Morelos también es un hecho histórico y por él no hace ni promueve fiestas. Su estulticia e ignorancia son lastimeras, y recientemente alardeó de ellas al decir que Morelos sitió al Fuerte unos meses, cuando en realidad sitió a la ciudad de Acapulco y a su fortaleza por más de dos años.
La fiesta de la nao, así, es otra celebración al conservadurismo local (Elthon John en Chapultepec), a tono con las fiestas patronales católicas con las que, este año, se confundió: los cohetes de su clausura estallaron junto a los cohetes del día de San Judas. Pero no sólo eso, también se fundieron con la celebración de la erección del estado de Guerrero: mientras en Chilpancingo había júbilo por la creación de nuestra entidad en Acapulco había júbilo por el comercio español que motivó nuestro atraso y miseria económicos.
Pero no todo es fiesta; días después, contra la muralla de hoteles que cercan la playa, una parvada de globos aerostáticos pugnaba por elevarse y sus dueños lo impedían porque el gobierno ignoró todo lo que cualquier lanchero o pescador sabe de sobra: el viento que sopla del mar los hubiera estrellado contra los hoteles, las luminarias o contra el cableado eléctrico, y aquello hubiera acabado en un desastre sobre la ciudad. Otro.
Por eso la cultura en Guerrero tampoco despega: este gobierno encubre nuestras carencias con fiestas y además las etiqueta como eventos culturales mientras lo que somos, nuestro conocimiento y análisis más elementales son soterrados al arcón de trebejos.
En el colmo, la idea de fiesta de este gobierno es macabra: en el póster del Air Show de este año parece que los aviones de guerra riegan napalm sobre nuestra costa. Anticipando ese desastre, la SCT les negó el permiso para volar sobre la bahía y la ciudad.
Agradezco la invitación a la fiesta de la Nao, no fui pero estuve pendiente. También agradezco la idea de que la fiesta de la nao se funda con el Fandango Guerrerense, auténtica celebración nuestra. Espero que algún día sean sólo una, un solo fandango: el nuestro.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;






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