Yo, ciudadano
Autodefensas:
cultura
Gustavo
Martínez Castellanos
La
semana anterior se dieron tres sucesos inéditos en México. El primero tiene que
ver con el hecho de que el ejército mexicano haya detenido a un grupo de
ciudadanos armados y finalmente lo haya dejado pasar. El segundo deviene del mismo
hecho pero desde otra perspectiva: que un grupo de ciudadanos armados haya
encarado al ejército dos veces para exigir su derecho a transitar libremente
por la región y las dos veces haya hecho valer ese derecho. El tercer hecho
tiene que ver con los dos anteriores: que por primera vez, mexicanos armados, sin hacer caso a uniformes
o a órdenes superiores, ideologías, creencias y visiones hayan entablado el
diálogo y hayan salido de una coyuntura de crisis -que pudo derivar en el uso
de la fuerza y en violencia- sin que nadie saliera lastimado. Todo esto ocurrió
el miércoles 13, en Tixtla, Guerrero.
La
explicación a este fenómeno la dio un día después el gobernador, pero del
estado de Morelos, Graco Ramírez, al declarar que “las autodefensas son
expresiones culturales”. También dijo que
eran político y “hasta criminales”, pero lo importante es que les haya dado la
calidad de culturales que hasta ahora todo actor político regional les ha
negado.
Reitero:
son la expresión del universo que conforman como excluidos de la modernidad. Su
identidad se cifra en el conglomerado y se centra en la existencia de éste en
un sentido multidireccional: una de sus vertientes apunta hacia el hecho de que
soldados, policías y “autodefensas” son parte del mismo pueblo. Otra vertiente señala
hacia lo contradictorio del hecho de que se les respete en tanto expresión ciudadana pero se les denigre en cuanto
deseen transitar libremente por sus regiones. Con ello, hacen que volteemos
hacia la erección del “cuarto nivel del estado” que apunta hacia la
conformación de Reservaciones –como en
Estados Unidos- de las que no están autorizados a salir; aún cuando en México el
mestizaje significó la fundación del país, y en donde desde el escudo nacional
hasta la casi totalidad de nuestra toponimia tiene orígenes indígenas.
La
movilidad cultural de las comunidades y poblados enriquece y dinamiza la vida de
las ciudades. En Acapulco –por poner un ejemplo- revitaliza el tejido social
desde sus raíces a través de tradiciones, costumbres y de la cosmovisión de
cada expresión que pasa no sólo por lo intangible sino también, de forma
poderosa, por la gastronomía, la herbolaria y el mestizaje. Mención aparte
merecen las variadas lenguas que aquí se hablan.
La
declaración de Graco Ramírez, en ese sentido, expone la tremenda complejidad
del problema: las autodefensas nacen de la expresión más viva y sentida de
nuestro ser regional; devienen de lo más intrincado del entramado del tejido
social y de lo más íntimo y profundo de todos sus substratos.
¿Cuándo
entenderán y atenderán eso los gobiernos, los medios y los grupos de poder en
México? Reprimirlas por reprimirlas es cegar esas fuentes que dan sustento a
las regiones que son todos los méxicos que existen y que en realidad somos. Su
expresión, ya como ser cultural ya como voz de desacuerdo, es la voz de nuestra
alma nacional.
Manuel
Zepeda, director del IGC, me envió saludos a través de mi alumna Astrid Paola. Muchas
gracias, en ésta le pido formalmente una entrevista. Espero que pueda dármela
ya que desde el 28 de agosto de 2011 le
pedí una a Everardo García Mondragón con el gobernador Ángel Aguirre y hasta
ahora me han negado ese derecho. Lo espero.
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