miércoles, 19 de enero de 2011

"El ciudadano Aguirre"


Yo, ciudadano
El ciudadano Aguirre
Gustavo Martínez Castellanos
Los lugares comunes que concita un debate siempre evitan escudriñar la profundidad del evento. La sobriedad en los atuendos de Añorve y Parra contra la costeñez sin mácula de Aguirre, la diferencia de estaturas (físicas, morales y de miras), la fluidez en el hablar, la improvisación y la agudeza y la claridad de las propuestas ocupan nuestra atención.
Es difícil hablar de la réplica en un evento de esta naturaleza en la que el formato -más que la gentileza y la diplomacia- impiden a los de la voz decir lo que en realidad piensan de sus oponentes. Aparte de que los discursos están perfilados desde las campañas y del hecho de que –en este caso- ha habido mucha violencia -tanto verbal como física.
Por ello, en el análisis del debate debe irse más allá de esos hitos y ubicarse en otra perspectiva. Sólo así podremos apreciar los detalles: La agresividad institucional de Añorve -fundamentada en una idea política de posesión de la razón y del territorio- se nos presenta no porque agrediera iteradamente a Aguirre sino porque desde el inicio del debate hasta el final Añorve obvió los comicios: de entrada anuló a Parra al preguntar con quién debatiría –como que si el evento hubiera sido preparado para él- y, al final, alzó los brazos ante la cámara como si le hubieran entregado la constancia de mayoría. Más aún, ante los hechos que en la réplica Parra y Aguirre argumentaron, siempre tuvo una actitud de desdén o de justificación, automática y exculpatoria. No como si pretendiera minimizarlos, sino como si no existieran. Como si él y su partido no fueran los autores del desabasto de agua, de la inseguridad, del desempleo, de los bajos índices turísticos, de la mala calidad de las obras realizadas en esta administración y del endeudamiento del erario de Acapulco Si no está viviendo un sueño, Añorve tiene tremendos problemas para leer a sus asesores de imagen. O, caso extremo: es un irresponsable sin remedio. O, sus asesores son esos irresponsables. Con un gobernante con un comportamiento así, desligado de la realidad, es fácil caer en esas aberraciones políticas que terminan poniendo chamarras de colores a los jóvenes.
Marcos Parra, tuvo momentos estelares. Sublimes. En instantes nos hizo recordar la anecdótica participación de Fernández de Ceballos que se alzó con las encuestas después de debate de 1988. Pero él no es “el jefazo”. Ni creo que quiera serlo.
Aguirre, por su parte, sostuvo su postura de conciliación y argumentación. Tanto, que anuló catorce años. Su imagen emitió tal peso moral que su discurso tocó el consejo -casi paterno-: “es una lástima que (Añorve) no haya aprendido la lección” y pasó por alto el formato y fue amonestado por dirigirse en primera persona a su primo y ex subalterno. Y una, por pasarse de tiempo. Aguirre fue él mismo: un costeño grande que declaró en dos ocasiones su ciudadanía: cuando aclaró a Añorve –otra vez- “Mi candidatura es ciudadana”, y al ignorar la agresión primera: “¿Con quien voy a  debatir: con el ex senador priísta o con el candidato del PRD?”. El silencio de Aguirre respondió: “Con los ciudadanos Marcos Parra y Ángel Aguirre”. ¿Añorve habrá entendido eso?, es decir, ¿que Guerrero está conformado por ciudadanos con libertades y derechos? Lo dudo. La agresividad y la irresponsabilidad en su discurso en este debate nos adelantaron que, así sea pasando por encima de todo, él buscará ser gobernador de Guerrero. En ese sentido, creo que el debate prestó un gran servicio en esta contienda electoral pues “descubrió” a  los tres candidatos. Ahora, con esas bases, los ciudadanos emitiremos nuestra opinión el 30 de enero.
Felicitaciones a Lizzete López cuyas mano suave y firme, aguda atención al entorno físico y profesional representación de su papel de moderadora permitieron la realización adecuada de este evento. Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario