viernes, 26 de octubre de 2012

Viva la patria chica



Yo, ciudadano
Viva la patria chica
Gustavo Martínez Castellanos

Viva la patria chica, la primera madre, la jubilosa fiera que se oculta tras montañas y veredas, la india grande y pura, fuerte y noble, joven venada, anciana lechuza, multicolor serpiente de papel de amate (ojos de plata y escamas de oro). La que se ha ido mostrando con sus dientes de mármol y verdes serranías en cada vereda en cada camino, en cada abrazo del Balsas y en cada recodo de costa a todo aquel que la busca. Y la encuentra.
Viva morena, dura, de pechos grandes, muslos de caoba, acezante tigra, toda oscuras rayas, profunda en el brebaje y el hechizo, chispeante en la sonrisa y la palabra. Maderas y metales encendidos, la patria chica refulge entre la noche camino de rescoldos en el universo, así transcurre, enorme río borrando los pasos de cometas comiéndose satélites y dioses quitando con sus manos niñas todas las demás cosmogonías.
Viva mestiza, salpicada a estrellas, caracolas marinas y brillos de barroco, elevada en torres y en mixtificaciones, andar en zancos de retóricas y artes liberales, erecta como una verdad, sirviente como un bálsamo. Si la fuente salta en el cántaro de su barro más profundo guarda una idea, la bebe a sorbos, en el sediento camino de los siglos y a su paso, la libertad y la verdad florecen.
Viva blanca y virgen, arrebatada de plata y perlas. Nubes que bajan a abrevar en los arroyos la espuma que desechan los encajes y que bordan al mar contra la costa. Luna de siempre, hueledenoche tibio, coco candente, albo vestir de gaviotas y algodones. Bajo la bruma en la mañana, duerme en un nicho defendido por calles y crucetas ontológicas, y cuando despierta, el sol presume haber parido un lucero.
Viva rebelde, indomable, sedienta de libertades y caudillos, castiza, medieval, barroca. Encendida a cada proclama, manos pendientes del filo y de bridones,  bronca en el puño y en los dientes, ardua con punzones de metales. Ante el empuje del tiempo, aferrada al estamento primigenio: mi casa es mi sombra, mi patria lo que mi ojos ven. El aire que me llena los pulmones es mío desde ante de ser mío como mía es el agua que imagina mi sed, bañada de reductos milenarios y sales originales. A cada raíz que busca subterráneos sueños corresponde un latido de mi corazón: fruto y piedra fundamental, tormento y terror de mis enemigos. La libertad ni se da ni se pide: se vive ¿Acaso hay otra cosa?
Viva nueva. Un tañer de campanas la levanta en las mañanas y la eleva al cielo, vuelo de palomas, tejados felices, sierra y mundo. Torres de comunicación y aviones extraviados, hoteles de quince pisos y malls repletos. Allá donde la autopista se funde con el vuelo del zanate esculpe el cielo una pregunta, otra: ¿y luego?
Luego la nada. Surgida de un sueño de guerreros contumaces, la patria chica se erigió a sí misma en las crónicas primeras. Oculta en la retórica sumisa de los tinterillos y los leguleyos: susurro en el cuarto de un enfermo, pero viva y potente como un meteoro.
Ese sueño sueña que es soñado: algún día regresarán esos gigantes que entendieron con el corazón y el alma el soplo divino de la erección de la patria chica y ella volverá a ser mansa; pan de maíz, agua de coco, miel y fruto. Jaguar que duerme eternidades mecido sobre el núbil muslo de la historia.
Te abrazo Guerrero, donde quiera que estés.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;

1 comentario:

  1. Grandioso, Gustavo. Muchas gracias por esta poesía necesaria.

    Ari

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