miércoles, 31 de octubre de 2012

Del día de muertos



Yo, ciudadano
Del día de muertos
Gustavo Martínez Castellanos

Tres eventos culturales a revisión: el concurso de poesía, cuento y dramaturgia María Luisa Ocampo, la fiesta de la nao y la celebración de día de muertos.
La celebración de día de muertos de este año viene signada por el hecho de que será la última del sexenio de Felipe Calderón. Esta observación va acompañada de dos datos únicos: por primera vez en la historia de ambas naciones –y de sus respectivas celebraciones- los medios electrónicos admiten, por un lado, que ni el Hallowen pudo ingresar a nuestra cultura; ni nuestra celebración de Días de Muertos terminó del todo pura.
Esta declaración que escuché a una comentarista de Milenio noticias iba acompañada de una palabra difícil de digerir para la idiosincrasia de ese medio: sincretismo.
Por supuesto, la visión es una concesión a la cultura estadunidense y, como siempre, una merma a la nuestra: el Halloween no ha podido crear un espacio de interacción cultural en México con nuestra celebración de Días de Muertos porque aquella sólo se celebra -y de forma mexicanizada- en ciertos estratos, para mayor precisión: los de clase media. Aunque no sé qué celebren estos días –si es que algo celebran- nuestras clases altas nadie puede negar que nuestros intelectuales se inclinan indefectiblemente por la profundidad de Días de Muertos en todas sus manifestaciones. Y, en el otro extremo, la cultura popular.
En ese sentido sobresale el segundo dato: el fin del sexenio de Calderón conlleva un tremendo empuje publicitario que intenta cubrirle las espaldas en la recta final de su mandato (le queda sólo este mes). Una avalancha de innovaciones, bondades y virtudes del sistema dando cuenta de nuestros “avances” y de nuestros “progreso y desarrollo” puede verse en a publicidad del gobierno federal. Avalancha que intenta sepultar la cifra de más de 60 mil muertos que costó su guerra contra el narco (más 150 mil, según cifras de Washington) y el análisis que pudiera decirnos qué tanto hubiéramos avanzado en serio en todos los rubros de la vida nacional (desde la economía hasta derechos humanos) si el ejército ni hubiera tomado las calles e intimidado con su presencia todo el espectro de nuestras cotidianidades.
Más aún: el análisis que con referencia a la muerte y sus manifestaciones ha vivido el pueblo de México en este sexenio en particular.
¿Murió también el México que le cantaba a la pelona, el que se enamoraba de ella, el que la tenía “parida”, el que le pedía un beso, amor, lealtad y entrega de mujer? ¿El que la retaba, la pedía, la exigía a gritos o en silencio no como un sedante para el dolor sino como una constatación de que la muerte no es el último escaño de la vida; sino uno más; otro, cotidiano y relativo? La muerte nuestra de cada día, pero hogareña, dulce, materna; la que nos legaron nuestros grandes movimientos armados y el sincretismo único de las visiones precolombina e hispánica durante la conquista, ¿ha muerto, como dice la televisión?
En el vacío de ese análisis, la publicidad delgobiernodelpresidentedelarepública pretende insertar esa idea del amalgamiento con el Halloween, también para acallar la especulación: si a cada generación le es dada armar el rostro, el sentido, el objetivo de la muerte ¿que es lo que esta generación nuestra, de la guerracontraelnarco, dejará?, ¿cuál será nuestro legado a esa historia de nuestra cultura de la muerte? Espero que no el silencio.
En las siguientes: el María Luisa Ocampo y la fiesta de la Nao.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario