lunes, 29 de agosto de 2011

Hacer bien el trabajo


Yo, ciudadano
Hacer bien el trabajo
Gustavo Martínez Castellanos

Algo que no deja de llamar la atención es el hecho de que, después del  horror que sacudió a México por los sucesos en el Casino Royale, las descalificaciones en contra de la petición de tregua del Procurador Guerrerense hayan bajado de nivel hasta desaparecer por completo. Algo que no fue resultado del impacto de la noticia generada en Monterrey, sino debido a un análisis tardío. Otro, serio nos diría que siempre es mejor pedir una tregua a las partes en pugna que vivir el riesgo de que una actúe como lo hicieron quienes bloquearon las salidas del Casino Royale y le prendieron fuego al edificio con más de cincuenta personas dentro, entre empleados y clientes. Hoy, el silencio de los detractores de López Rosas y de los medios que potenciaron la malinterpretación hacia su postura, le da a éste la razón. Además, el silencio de los medios, da cuenta de otros factores que, como siempre que se trata de la lucha de grandes intereses, se han mantenido debidamente ocultos.
Uno de ellos es la vena humanista de López Rosas. Hacia 2002 cuando se postuló para alcalde de Acapulco y empujado por la insania de algunos medios y actores políticos, fue al cementerio a pedirle perdón a la tumba de la pequeña Merle Yuridia porque consideró injusto que lo acusaran de que su actuar como magistrado fuera insuficiente para condenar y castigar a su asesino. En el 2003, ya como alcalde, hizo eco de dos proyectos disparatados de René Juárez: traer a Guerrero al Papa y poner un segundo piso a la avenida costera. Aún más: concedió a un tabloide una entrevista en la que el tema era: ¿Qué haría López Rosas si Dios viniera a Acapulco? En esa entrevista a tres voces el alcalde, el tabloide y los entrevistadores obviaron su izquierdismo y su consecuente materialismo. Pero por aquellos días el PRD, sus tabloides, sus aliados y sus sesudísimos intelectuales le perdonaban todo a aquel alcalde de profunda raigambre local. Lo necesitaban.
Hoy, no le perdonaron la petición de tregua y pasaron por alto muchas cosas muy interesantes de esa petición: al pedir tregua entre bandas y respeto por los códigos (de guerra) López Rosas pedía que los bandos en pugna se percataran de que si no se detenían terminarían por aniquilar a la ciudad a través de aniquilar sus medios de producción, sus fuentes de generación de ingresos y la confianza tanto de inversionistas como de los grandes consumidores. López Rosas no es economista, pero ha sido alcalde, y sabe muy bien qué sostiene a una ciudad como Acapulco. Que su petición podría tomarse como una invitación a continuar delinquiendo a quienes nos han vuelto reos del horror, nadie lo puede negar, como tampoco nadie puede negar que lleva el llamado a evitar la exacerbación. Una banda, cuando menos, respondió positivamente y por fin pudimos acceder a un día sin asesinatos, el jueves 25. El llamado había funcionado. Que esa banda haya intentado encajonar al gobernador exigiéndole que declarara que él no tenía nada qué ver con uno de los bandos en pugna no le funcionó, porque el gobernador ya había aclarado eso (y fuera del contexto de la condición que imponía esa banda). Por lo contrario, esa misma exigencia era ya una iniciativa a entablar diálogo con el gobierno, a escucharlo y a acceder a menguar o a detener las acciones sangrientas. Porque es muy probable que detrás de la petición haya habido un acucioso trabajo de inteligencia. Todo eso tenía que tomarse como un logro político-diplomático, un avance que benefició a Acapulco y alejó a nuestra ciudad aunque sea por un corto lapso de los terribles resultados que arrojan las pungas entre bandas en otras regiones. Véase el caso Casino Royale. Sin embargo, la mayor parte de los analistas lo leyó mal.
Tal vez porque, en efecto, el llamado a la tregua y la respuesta a ese llamado tienen muchísimas implicaciones políticas, sobre todo en tiempos preelectorales. Pero, de momento, debemos observar el avance conseguido por el fiscal guerrerense.
Y en esa misma tesitura deben tomarse otros llamamientos que, desgraciadamente,  muchos líderes de opinión y medios de comunicación han leído con las peores intenciones. Uno de ellos es el que lanzaron las funcionarias de Turismo en el sentido de que Acapulco era seguro pues no había sufrido merma por la violencia en esta temporada.
Las réplicas fueron todas negativas y exentas de análisis en muchos aspectos inherentes a la praxis profesional de esas funcionarias. La primera radica en el hecho de que una de las partes más importantes de su trabajo consiste en promocionar los beneficios de los lugares turísticos a su cuidado, no las desventajas. La segunda es que si bien esa praxis debe pasar por la criba de la verdad esa parte corre a cargo de que quienes consumen esas promociones estén ciertos de que no sólo Acapulco es inseguro, por una parte, y por otra, y de que quién visita cierto lugar lo hace bajo su propio riesgo. Otra más: la seguridad de esos lugares no es un aspecto de su competencia, sino de las fuerzas de Seguridad. Un aspecto que debió haber llamado la atención de esos medios que se cebaron descalificando a estas funcionarias  fue el símil que la titular de Sefotur emitió en una de sus declaraciones: “Miami y New York eran lugares muy inseguros hace veinte años y aún así la gente iba a ellos” pues con ello quiso decir, por una parte, que la inseguridad no detiene el flujo de visitantes a ningún lugar (en medio de ambas guerras, los turistas seguían visitando Irak) y, por otra, que los periodos de agudización de la inseguridad son fluctuantes: van y vienen. Algo más, de parte mía: ¿Qué hacen los norteamericanos con los altísimos índices de inseguridad de sus ciudades? Películas. En México y en Guerrero, en cambio, linchamos a quienes -a través de hacer su trabajo-, tratan de mantener a flote  a la industria turística.
Ambos ejemplos de discursos dan cuenta de que necesitamos también de una prensa y de líderes de opinión con una seria capacidad de análisis. Y con menos insania. La inseguridad nos golpea a todos, por eso, insisto: abatir sus índices y consecuencias nos compete a todos. Véase al alcalde Manuel Añorve, por fin se ha sumado a esa causa y ha dejado de lado sus guerras particulares para ponderar los alcances del gobierno de Aguirre. Entre ellos, no abandonar nunca la promoción de Acapulco, traer embajadores de diversos países que comprueben que la prensa exagera nuestra situación de inseguridad, gestionar la Feria de las culturas y una serie televisiva sobre Teddy Stuffer (con “Canana Films”), llevar nuestra cultura a la capital del país, coordinarse todo el tiempo con los funcionarios de todos los órdenes de gobierno para beneficiar a Acapulco y a Guerrero, atender nuestros problemas internos de manera directa con sus principales actores y apoyar siempre a sus colaboradores (en este caso, Graciela Báez, López Rosas, Ramón Almonte).
Nadie puede decir que no está trabajando y que no está presentando resultados: Acapulco tuvo en este periodo uno de sus más altos índices de ocupación hotelera (85% en temporada de lluvias). Todo eso, en menos de cinco meses, con una tremenda crisis nacional en materia de seguridad, nuestros ancestrales rezagos y el déficit financiero y de credibilidad que dejó el gobierno anterior. Nuevo León, para nosotros hoy es un parámetro. Nadie puede decir que López Rosas y Graciela Báez bajo la dirección Aguirre y Aguirre mismo, están haciendo mal su trabajo. Lo único que podemos lamentar en ese aspecto es que la prensa y los analistas no estén haciendo bien el suyo.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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