martes, 30 de agosto de 2011

El Sur, una vergüenza


Yo, ciudadano
El Sur, una vergüenza
Gustavo Martínez Castellanos

He recibido algunos comentarios y preguntas a la luz de los textos sobre la cultura en el puerto que he subido a mi blog. Pero dos preguntas han llamado poderosamente mi atención y quiero comentarlas en este espacio.
A la primera, ¿por qué José Agustín no asistió a la premiación del certamen en su honor?, mi respuesta es: no lo sé. Aída Espino envió a su hotel (Playa Suites) un chofer por él una hora antes del evento y había hablado con él siete horas antes de enviar al chofer. Además José Agustín tiene quince años de información sobre el certamen que lleva su nombre en Acapulco porque siempre ha estado al pendiente de él. A las ocho de la noche, antes de iniciar la ceremonia Aída volvió a hablarle por teléfono y después de que colgó informó a la audiencia que José Agustín estaba indispuesto debido a una indigestión.
Eso fue lo que ocurrió y es todo lo que puedo decir al respecto de la ceremonia.
Al día siguiente, fui a su hotel a entregarle a su esposa Margarita un par de libros míos (dos premios nacionales) compromiso que tenía con ella desde hacía casi un año. Me encontré con ambos en la salida, los acompañaba una hermana de ella. José Agustín se veía animoso pero cansado, llamaron insistentemente mi atención los hematomas en su rostro. Nos saludamos, intercambiamos impresiones, Margarita recibió los libros, José Agustín los tomó y dijo que los subiría a la habitación para no andar cargándolos porque en ese momento salían a comer. Margarita le pidió que no subiera, Agustín insistió. Ella accedió. Vimos alejarse al gran escritor con pasos muy lentos y cortos. Nos sentamos en el lobby a conversar, Margarita comentó que desde el accidente de Puebla ya no era el mismo. Era evidente. Que los hematomas se los había hecho en una caída reciente en casa, pero que se negaba a atenderse; entre otras muchas cosas. José Agustín bajó; traía los libros en la mano. No pude abrir, dijo. Yo también odio esas tarjetas que han sustituido a las llaves de las habitaciones de hotel, bromeé. Margarita tomó los libros y se los dio a su hermana. Conversando un poco más y nos despedimos, yo tenía una reunión con mis alumnos y el escritor Daniel González Dueñas en el Starbuck’s Condesa y ellos iban a buscar un restaurante para hacer la comida del día. Quedamos de vernos en el Starbuck’s cuando terminaran, pero después me habló Margarita para decirme que unas personas de parte del alcalde habían ido por ellos al hotel para llevarlos al evento final del Encuentro de Escritores Jóvenes, que no podían negarse a ir aunque José Agustín se sentía cansado; me pidió que nos viéramos allá. Yo le dije que en cuanto termináramos nuestra tertulia con Daniel. Ésta se prolongó hasta después de las nueve de la noche; a esa hora el evento ya había terminado y habían llevado a José Agustín a cenar a un restaurante cercano. Daniel,  Aída y yo fuimos al 100 % Natural de Hornos en cuyo muelle, cuando era niño, me echaba clavados al mar con mis hermanos, primos y amigos; yo quería que Daniel conociera esa zona especial para mí. Es una costumbre, con Aída fuimos ahí varias veces con José Agustín, Margarita y otros escritores amigos que han deplorado conmigo cómo Acapulco se nos escapó para terminar siendo “un bodrio de urbanización” (Sabina). En ese muelle aún se puede disfrutar del paisaje y de la fresca nocturna de cada temporada del puerto.
Esa noche ya no recibí llamadas de Margarita, ni he sabido nada de José Agustín, ni por parte de Aída ni de nadie más. Sólo puedo agregar que hay cosas que no puedo ni quiero comentar porque considero que ingresan a un ámbito de privacidad intocable.
La otra pregunta que llamó mi atención fue la siguiente: “¿Por qué no aparece la nota de Aurelio Peláez ‘El Encuentro de Jóvenes escritores, vaca que no da leche’ cuando le doy clic al link que envió en su artículo anterior?” Mi respuesta es nuevamente: No lo sé.
Cuando leí esa pregunta abrí mi blog; vi que continuaban ahí los links y cliqueé el de El Sur; sorpresivamente, apareció la leyenda Not found; posiblemente porque personal de El Sur, que supongo que es el único que posee las claves de seguridad de acceso a su espacio, lo quitó. O lo cambió. Esto, aparte de significar otra vergüenza más de las tantas que ya acumula El Sur, es un atentado contra la libertad de expresión.
El Sur tiene rato desdiciendo en cada palabra, cada nota, cada número su propio pregón de que el suyo es un periodismo independiente, de izquierda (¡!) comprometido con la verdad y en defensa de las libertades de los ciudadanos. Estos  “autoguayabazos” dejaron de leerse en febrero de 2009 mes en dejó aparecer en El Sur “-la 2-” columna  que escribía Juan Angulo, su director. Pero pueden leerse en cada aniversario cuando sus anunciantes se los envían y El Sur los publica para legitimarse a la sombra de la auténtica lucha social suriana y para encubrir que en su ascenso calificaron de “vendidos y espurios” a Novedades de Acapulco, El Sol de Acapulco, Diario 17 y muchos otros medios locales.
En ese afán de construirse una imagen, El Sur ha ignorado, mutilado y/o tergiversado de la forma más cobarde muchísimas de las cartas y réplicas que les envían sus lectores en desacuerdo con su forma de hacer “periodismo”. La práctica de su doble discurso se ha consolidado debido a su pátina de izquierdismo. Y a la ayuda de poderosos amigos.
Pero ahora, al impedir acceder en la web a “El encuentro de escritores, vaca que no da leche”, artículo de Aurelio Peláez (uno de sus fundadores y más emblemáticos articulistas) El Sur no sólo ha atentado contra la libertad de expresión sino que ha dado cuenta del nivel de manipulación de la verdad que impunemente practica. Aunque siga proclamándose como “un referente obligado de la investigación y el análisis en Guerrero”.
Toda censura es mala, pero la autocensura es peor. Es abominación en materia de medios. Al impedir acceder en la web el artículo de Aurelio Peláez El Sur no sólo censura a Peláez; sino que se autocensura. Voltea hacia lo que es y se señala con índice de fuego: “Eres un error”, se dice. Algo peor: “Eres un error cuando me conviene que seas un error”.
¿Por qué un medio como El Sur haría algo así? La respuesta es sencilla: para no ensuciar con sus propias acciones este Encuentro de Escritores Jóvenes y, a su vez, para no ensuciar la campaña a senador del alcalde Manuel Añorve, patrocinador del Encuentro.
¿Qué otros atentados contra la libertad de expresión llevará a cabo El Sur para no perder la dádiva del alcalde? Tampoco lo sé. Aún falta el Encuentro de Escritores del Pacífico que organizan los esposos Jeremías Marquines y Citlali Guerrero, (ella trabaja para Ángel Aguirre y él no ha dejado de insultar a Ángel Aguirre en un blog desde abril). Ellos tienen excelentes ligas con El Sur mismas que éste utilizará para venderse mejor al alcalde.
Que sea El Sur una vergüenza para el periodismo, para la izquierda y para Guerrero es algo que poco a poco está saliendo a flote. De momento, para consumo de ese amable lector que me envío la segunda pregunta, le envío una copia del texto que El Sur censuró y con el que se autocensuró sin pudor alguno.
Mi solidaridad con Aurelio Peláez.
Encuentro de Escritores Jóvenes, vaca que no da leche
Aurelio Peláez (El Sur,  17 de julio de 2010)
Comenzó el Tercer Encuentro de Escritores Jóvenes (no confundir con su par del Pacífico, que no es lo mismo pero es igual). No acabo de entender el fin real de la jornada. Lo que sí sé es que a lo largo del año leo varias y variadas notas de la rebatinga por el dinero para organizar este encuentro, que generalmente termina invertido en la barra de un bar o en el jolgorio –y las corretizas– de las habitaciones de hotel pagadas por el erario a una serie de invitados cuyo criterio para acceder a estos viáticos también desconozco.
No me espanto de lo de la barra del bar y del jolgorio, de los agasajos y regocijos, ni de los refocilgos propios de tal comunidad y convivencia. En principio estoy convencido de que todo lo que se invierta en el rubro cultura es bienvenido. Es más, nada es desperdicio. Lo que me desconcierta es que estos Encuentros son cada vez una inversión perdida a la fiesta de un ghetto de personas, o lo que es lo mismo, una vaca que no da leche.
En el principio, los promotores y detentadores de la franquicia parten del hecho de que la cultura –y la vida cultural en Acapulco– comienza con ellos. No dista mucho de la cosmogonía de mis anteriores amigos, los antecesores inmediatos de este acto, El Sur también existe (a pesar de todo), que partían de la idea de que “en Acapulco no había cultura” ni se apoyaba a los creadores. Angélica y Beto, pues.
Tales ideas por reflejo me obligan a sacar mi 45. Pero mis discos lp de esa revolución, resguardo aún varios rayados acetatos.
En el principio, los promotores y detentadores de la franquicia (de ambos encuentros) parten del hecho de que la cultura –y la vida cultural en Acapulco- comienza con ellos. Está bien, pero la ignorancia cultural es una laguna del tamaño que se forman en mi colonia, Las Cruces. No hay manera de entender porque se forma un charco donde antes estaba lo planito. No hay forma de explicarse el criterio para mandar a traer tanto invitado –gastos pagados, pero ni tanto, con tan poco no me corrompo maestro (o sea que hay cuan más necesitado)– sin una explicación por lo menos curricular o bibliográfica de porqué se los trajo.
El pecado original de estos compañeros es una descomunal ignorancia de la historia de la ciudad a la que dicen representar. Maestro Anituy, perdónalos, no saben lo que hacen.
En esos vientos, todavía no entiendo porque Citlali Guerrero y Jeremías Marquines querían dar un reconocimiento al poeta Alí Chumacero hace dos años en el festival de la Nao. Quizá porque nomás ellos lo habían leído, porque el chuma cero, chuma uno, chuma dos, en su obra, nada tiene que ver con Acapulco.
Los temas que determina el Encuentro a tratar durante estos días afloran la aldeanez. O sea, me tiro a los pies del invitado en turno porque en realidad, traen la neta. He revisado los programas de los últimos encuentros y me da pena ajena que los jóvenes –presuntos– que se quejan de la falta de apoyo, asuman una actitud de subordinación ante lo que venga de fuera, así sea mediocre. ¿Qué Elmer Mendoza invitado? Sus novelas están bien, pero a cuento de qué.
Digo que tampoco mis amigos de El Sur también existe se salvaban. Esa idea de martirizarse de que nosotros hacemos cultura acá olvidadotes del centro, de las becas y los apoyos, nomás terminó por alejarme de ellos.
E igual, cada año peleando el presupuesto para invitar a gente de fuera para que viniera a decirnos la neta, y tras un fin de semana de comilones a cuenta del Conaculta o el ayuntamiento se van, y nos volvemos a quedar pobres.
He revisado –y asistido– sin querer queriendo algunos de los actos del Encuentro de jóvenes: a ver, mi amigo Carlos Ortiz moderando casi todas las mesas de presentación. El mismo que según he leído en los comentarios de ese Aleph que es el Facebook, por comentarios de otros presuntos –escritores– implicados, confiesa que los libros que presenta, no los ha terminado de leer.
A ver: mi amigo Paul Medrano, re-presenta su novela Dos Caminos, tras cuatro meses de que lo hizo en el Palacio de Minería, en la ciudad de México, y en donde de ninguna forma ubica uno que su escenario es Acapulco, como se ufanan sus presentadores. A Paul le temblaron las patitas para decir las cosas por su nombre. Es más, Paul en su autopresentación en la solapa de libro, reseña todos los lugares donde ha trabajado y colaborado y en ninguno cita algún medio de Guerrero. Aunque nosotros lo defendamos como un tamaulipeco adoptado como guerrerense, por su propia autobiografía, él se deslinda de esa circunstancia.
No sé si haga falta apoyo del estado para ser escritor, y otro para organizar encuentros y reconocerse escritor. Y una extensión al bar para celebrarse escritor. Lo que sí sé que hace falta de todo eso es libros, digo, mínimo.
Y bien, esta buena intención del Encuentro se ha convertido en un galimatías. ¿Qué producción literaria ha salido de estos aquelarres? Sólo fotos en Facebook de unos actos que pocos reseñan y con participantes al punto de un colapso etílico (tampoco me espanto, prudencia y adelante). Lo que sí sé que hace falta de todo eso es libros, digo, mínimo.
Espero que estos esfuerzos tomen un cauce institucional, y que en los próximos se trascienda de la pachanga del ghetto de siempre, a un proyecto en donde al menos se entienda que la vida cultural existe más allá de la calle Juárez.
P.D: Abrazos a mi compadrazo Manuel Maciel, a Marisol y a mi ahijado Emiliano. Con este Manuelazo organizamos con una patona de Bacardí, una de tinto Domecq y otra de la que se ha extratraviado el nombre, el Primer Encuentro de los poetas muertos de hambre y su consecuente bebida de los poetas muertos de hambre hace 22 años. Qué poder de convocatoria y a cuenta de nuestros raquíticos bolsillos.
Este es el link en el que hasta hace tres días El Sur exhibía esa nota, hoy la ha censurado impidiendo el acceso a ella.

En la cena en el muelle, Daniel, que es cinéfilo profesional, hizo referencia a la guerra que W. Randolph Hearst, el magnate norteamericano de medios, emprendió contra Orson Welles y su Citizen Kane y refirió también que si éste no hubiera convencido a RKO Estudios de exhibir la película a cualquier costo, el film hubiera sido destruido sin remedio.
Por supuesto, con las distancias de rigor, esa historia de intolerancia y censura sin límites se repite a cada rato en cada latitud del planeta según sea el nivel de la megalomanía que padecen quienes se consideran con todo el poder.
O con la posesión de la verdad absoluta y sus utilidades…
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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