miércoles, 15 de agosto de 2012

Guerrero: 230 años


Yo, ciudadano
Guerrero: 230 años
Gustavo Martínez Castellanos

Parece como si Octaviano hubiera esperado para irse el día grande del nacimiento de Guerrero, el gran guerrillero de la historia de México. Aunque se adelantó, podemos verlo con un pie en ese pasado que nos dio patria y, el otro, en su presente, en el quiso enderezar el rumbo de esa patria. Se parecían mucho: rebeldes, íntegros, morenos. A 230 años del natalicio de Guerrero, duele el silencio en su entorno.
Pocas obras hablan de él. Poco análisis. Como si pena y vergüenza lo rodearan. Como si el Motín de la Acordada hubiera sido la primera y más grande asonada del país y la quema del Parián pudiera oscurecer todo lo que fue. Tal vez por eso, la historia, que narra sus grandes méritos, ahí prefiera guardar silencio. Como cada noche del Grito el discurso oficial calla su nombre. Tal vez en consonancia con el desafuero de la carta en la que Simón Bolívar lo fustiga: “engendro de india y feroz africano”. Bolívar que -había viajado por Europa y había sido educado en el liberalismo- y quiso hacer de América Latina un solo país, empero, terminó desterrado. Cursó por última vez el Magdalena escupido y asediado; seguido por el grito de la chusma: “Longanizo”.
Cruel el destino de los padres de la patria.
Guerrero, ni adinerado, ni palaciego; altamente intuitivo, herido por la decisión de los  diputados, no esperó más y, creyó, como muchos combatientes, que merecía aquel objeto final de la lucha: el poder. Y la gratitud y la obediencia de un país por cuya libertad luchó durante 10 años en la serranía suriana. Década de hambre, dolor, sangre y muerte.
Terror de los españoles, sólo aceptó la oferta de una paz por la promesa de la formación de un nuevo país. Y la esperanza de  volver al hogar. Pero Iturbide, lo sabemos, lo relegó –el dibujo de la entrada del ejército trigarante a la ciudad de México lo ilustra. Ahora, las elecciones y Victoria lo volvían a relegar. No, otra vez. Y, mal aconsejado (por las logias: Krauze) tomó el poder por las malas.
Su martirio oculta una historia de intrigas que es imposible armar sin la investigación, el análisis, los historiadores. Y una buena biblioteca. En Guerrero ¿quién esperamos que haga esa tarea, no que vindique al patricio, sino que lo explique en ése, uno de los hitos determinantes de nuestra historia? Llevamos dos gobiernos de izquierda y hasta ahora ninguno se ha preocupado por alentar o propiciar siquiera una discusión que abandone el cenáculo, la loa, la rima escolar. O las reseñas de las mismas fuentes que, así, prolongan el mito, ocultan al sujeto, pervierten el hecho y echan más paladas de inopia a la imagen del caudillo suriano. Y silencio de vergüenza a su entorno.
Hace unos días, leí en un envío que en Tixtla los organizadores del aniversario del general lamentaban que el IGC no los hubiera apoyado. Después, el gobernador declaró que la federación no valora a Guerrero. Vuelvo a preguntar: y nosotros ¿lo valoramos? Parece ser que no. Parece ser que la patria, su patria, su estado, vuelve a ser injusto con Guerrero: es un icono pero no deseamos conocerlo ni explicarlo. Cuando su memoria y su fiesta deben ser elemento de celebración y análisis; júbilo y orgullo. Un constante conocerlo y explicarnos. Pobre Guerrero. Cruel destino el de los padres de la patria. Por como va el PRD, con el paso de los años, el recuerdo de Octaviano transitará la misma ruta: el olvido.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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