jueves, 30 de diciembre de 2010

¿Aguirre o Añorve?


Yo, ciudadano
¿Aguirre o Añorve?
Gustavo Martínez Castellanos

Aguirre, el político
Termina 2010. En Guerrero, las campañas también se acercan a su fin, la forma en que los candidatos cierren el año decidirá en buena medida su triunfo o su derrota en los comicios del 30 de enero de este 2011 que ya toca a nuestras puertas.
Caballo que alcanza…
Ángel Aguirre Rivero llegó desde atrás. Ni Marcos Parra tuvo arranque de campaña tan incierto como el del ex gobernador. Traicionado por su partido, por su primo –y pupilo- y por la cúpula priísta guerrerense, Aguirre era un hombre sin oportunidades ya no digamos para ganar, sino ni siquiera para contender. Y lo que por momento se tomó como indecisión de parte suya para abandonar su partido, no era mas que su estilo particular de hacer política: despacio y con una firmeza no exenta de suave pericia. Sin dar el siguiente paso sin estar lo suficientemente seguro en el anterior. Así lo demuestra el hecho de que no fue sino hasta que tenía asegurados del apoyo y la representación del PRD, PT y Convergencia fue que abandonó al PRI y se lanzó con todo a la contienda por la gubernatura.
Hacer política
Esa forma invisible y silenciosa que tiene de armar sus plataformas de acción –y que tan característica le es- la ha depurado hasta niveles que rozan los linderos de lo estético.
Por ello, tanto priístas como perredistas lo acusan de pertenecer a ningún lado. Y de carecer de principios morales. Y, sin embargo, no han podido detenerlo. Aún más: lo han visto crecer exponencialmente. El pasmo que han sufrido sus opositores les ha impedido asimilar que la experiencia política de Aguirre lo sobrepone a todos; pero, principalmente a aquellos políticos inmersos en una visión política fundamentada o en la obediencia ciega o en el avasallamiento absoluto. Con su salida del PRI, Aguirre impuso una nueva forma de hacer política en Guerrero: la de los políticos, sobre la de los grupúsculos y la de los partidos. Así, de antemano, también le ha puesto coto a los cacicazgos y a los políticos encajonados por sus partidos, usanzas, creencias, costumbres y tradiciones políticas. Así, también ha innovado las formas de hacer política en Guerrero.
No ser de izquierda
Sin embargo, Aguirre ha ejercido ese cambio en el peor de los escenarios: al interior del PRD, el partido mayoritario de la coalición; desde cuyas cúpulas se han orquestado importantes ataques a su persona y a su proyecto político. Al inicio, el gobernador atacó acremente su candidatura. A la par, los grupos como el del diputado Ríos Píter. Y, hasta ahora, la insidia de algunos gurúes que publican planas con declaraciones en su contra en el diario más izquierdista. Así, esa “izquierda” mina su propia línea de flotación por si descubre que no podrá tripular la nave. Ante esas agresiones, sin embargo, Aguirre ha respondido con tolerancia, trabajo, diálogo y una inagotable inspiración para el ejercicio de la política aunque ni sus adversarios políticos, el PRI y el PAN, hayan sido tan duros con él.
Ejes y Compromisos
En ese ejercicio Aguirre ha aceptado no sólo tolerar el espíritu segregacionista de esa izquierda maula sino también su vena panfletaria. Así, proclamó como suyo, primero, un texto equívoco titulado Los Cinco ejes de la transformación cuyo contenido parecía dejar todo en manos de la Divina Providencia o de los poderes de una varita mágica que en cada pase armaría una cajita feliz en la que aparecerían empleos, alimentos, medicinas, uniformes y útiles escolares gratis para todo mundo. Afortunadamente, la oposición copió esa gracejada y con ello obtuvo los resultados esperados: el descreimiento del pueblo.
Sin embargo, después, firmó el anticipo de un texto impuesto también por esa misma izquierda histérica. En él aceptaba, entre otras cosas, rechazar el proyecto de construcción de la presa La Parota bajo la amenaza de que si no firmaba el documento original el grupo de López Obrador no apoyaría su campaña. Aguirre aceptó. Pera lo reconsideró más tarde, después de una reunión con el gobernador. Ese problema del municipio de Acapulco y punta de lanza de esta izquierda neurótica, dio pie a nuevas anatemas contra su persona. Y a un reposicionamiento del priísmo que alardeó de su inamovilidad como una virtud. Pero no detuvo ni la postura política de Aguirre, ni la representación de la coalición, ni la campaña.
Político consumado
Con todo en contra –nuevamente- Aguirre ha llegado desde dos escaños atrás: primero sin partido y después con un partido que no lo quiere; a rebasar al PRI que había regresado al poder en la ciudad más importante del estado. Ni las defecciones de muchos izquierdistas, ni sus agresiones, ni la campaña en su contra orquestada por el PRI y por muchos priístas lo han detenido. Aguirre ha conseguido eso al anteponer a todo la política como un mecanismo –mejor aún: un arte- de armar consensos, puentes, vías, redes, estructuras de entendimiento entre los actores políticos de cualquier facción y la ciudadanía en cualquier escenario. Aguirre ve todo como oportunidades. Inclusive los ataques en su contra que ha usado para medir la temperatura emocional de sus adversarios y también para taxar el importe de sus futuros arreglos.
El poder no se pide, se ejerce
Así, invitó a todos los partidos a sumarse a su campaña y obtuvo una inmensa base popular. Así, mantuvo unido en torno a él a los diputados priístas y obtuvo una fracción mayoritaria a su favor en el Congreso. Así, dijo No a la Parota, siguiendo al PRD. Y luego dijo Sí al consensuar con Zeferino y consiguió lo que Añorve no pudo: convertirse en el candidato del gobernador. Así, al destrabar los conflictos entre Zeferino y el Congreso consiguió erigir la Comisión Especial sobre la Parota, involucrar a esa Soberanía en el conflicto y abrir a la Cecop un acceso para ser escuchados ahí y en las boletas electorales. En el ínterin, Zeferino obtuvo un Contralor, los diputados y empleados del Congreso su aguinaldo y él un presupuesto para su proyecto político administrativo.
Empero, Aguirre no se ha regodeado con esos logros y, ante nuevas arremetidas de sus opositores –de dentro y de afuera-, ha negado todo ese trabajo político porque no quiere ser visto como Armando Chavarría. Él es Ángel Aguirre Rivero, el hombre que hace campaña y a la vez incide en la política local. Mientras sus opositores sólo hacen campaña.
Eso explica el hecho de que a donde llega siempre hay un mar de gente esperándolo, porque como lo expresé en “Aguirre, la esperanza” sus afanes -que califiqué de mesiánicos- logran ese efecto de multiplicación de panes y peces (a lo Vicente Leñero) y ascienden a un nivel de conjunción de voluntades que vivifican y empoderan al pueblo.
Así, Aguirre cierra este año. El año en el que pudo no haber sido candidato y en el que tomó –según sus palabras- la decisión más importante de su vida. No se equivocó. Ni quienes le auguramos el triunfo a través de nuestro voto y nuestro apoyo desde antes de que él tomara esa decisión. Dentro de un mes, Guerrero tampoco se equivocará y lo elegirá por aplastante mayoría gobernador de este estado. Porque Aguirre se ha hecho merecedor a ello. Y Guerrero –está de más decirlo-, ya se merece un gobernador así. Feliz año 2011.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;
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