sábado, 12 de marzo de 2011

Aguirre, el pasado


Yo, ciudadano
Aguirre, el pasado
Gustavo Martínez Castellanos

Recientemente Aguirre Rivero estuvo en la UNAM. Visitó al rector de la máxima casa de estudios para gestionar apoyos educativo y científico para Guerrero.
No es que durante el interinato Aguirre haya perdido contacto con su alma mater, sino que ésta es la primera vez que ingresa como gobernador electo al campus que lo vio crecer y titularse como economista –también estudió en C. U-. Visto así, esta visita, tuvo una importancia significativa (simbólica) para él. Y posiblemente para nuestro estado.
Por ello, es curioso que, a mes y medio de que ganara las elecciones más concurridas de nuestra historia, ninguna crónica haya intentado incursionar en su alma y relatar no sólo sus fobias y apegos políticos sino aquello que lo mueve de manera más profunda.
La biografía de Aguirre lo eleva como personaje de un texto  que anticipa grandes cambios. Sobre todo, porque le tocó vivir una época de profundas transformaciones. Él ha sido, al menos estatalmente y en la parte nacional correspondiente a la geografía electoral, un factor de esos cambios. Empero, hasta ahora nadie ha hecho la observación pertinente ni le ha preguntado si se ha tomado un respiro para hacer un recuento interno y observar el tramo salvado de este periplo que también compete a los surianos.
Si pudiéramos acceder a uno de sus más significativos momentos yo escogería ese en el que después de la vorágine de las elecciones pudo aquilatar el triunfo y volteó a su redor y vio que los rostros de quienes lo acompañaron durante los 30 años de su carrera política no estaban ahí. Ni sus símbolos, ni sus banderas, ni sus nostalgias. Ni sus voces.
Ahora Aguirre no podrá charlar con cualquiera de sus secretarios de estado y decirle: ¿Te acuerdas de? sin que una sensación blindada por una durísima cáscara de soledad lo atrape y lo confunda. De eso, sólo pueden salvarlo sus compañeros priístas que continúan a su lado. Por ello, al mirar a un Humberto Salgado encanecido por una lealtad a prueba de todo, cualquiera puede entender que, para Aguirre, la calidez de su presencia va muchísimo más allá de la fortaleza que le representa tener en él un colaborador de oro porque es, además, la constatación de que todo ha pasado pero que, aún sobre eso, Aguirre ha podido, cuando menos, salvar una idea de sí mismo y de la amistad. Y de la lealtad.
Empero, ante un gobierno que quizá perfiló de otro modo y con otros actores; aún tiene una deuda con la soledad y con su necedad por no desaparecer; aún con los mejores esfuerzos por conjurarla. Por ello, su regreso a C. U. es que resulta más que protocolario.
¿Qué recuerdos acudieron a su memoria ante Economía, “las Islas”, Rectoría y Biblioteca Central mientras en su bolsillo palpitaba el nombramiento de gobernador electo?
Es difícil saberlo. Seguramente habrán sido de satisfacción por haber pagado con esa visita y a tiempo muchísimas de las deudas que quizá tenía con sus más queridos fantasmas. Esa sensación ¿será la misma cuando vuelva a ingresar a Casa Guerrero y ocupe la misma oficina y las mismas habitaciones de hace tres lustros? ¿Cuando constate que ha regresado? ¿O cuando sienta que el tiempo se ha estancado en algún rincón de la finca? Quién esté ahí para atestiguarlo ¿podrá dar cuenta ello? y, además, ¿podrá hacerlo con la pureza que el momento exige? Dentro de medio mes Aguirre será otra vez gobernador de Guerrero. Ese retorno también significa una larga charla con las voces que le hablarán desde el pasado.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

1 comentario:

  1. El regreso de Aguirre a la UNAM, como gobernador electo de Guerrero, después de haber sido Secretario Particular de Cervantes Delgado, Coordinador de Fortalecimiento Municipal, Secretario General de Gobierno del Estado, Secretario de Desarrollo Económico, Coordinador del Programa Solidaridad en Costa Chica, Diputado Federal, Presidente Estatal del PRI en Guerrero, Gobernador Interino, y Senador, no es un acto inocente: refrenda su compromiso con su proyecto de vida y con sus sueños, enriquecidos por la experiencia.

    Qué bueno que llegó a la gubernatura sin el PRI. No está obligado a ir, codo con codo, con los gestores de la voraz corrupción, que acostumbraron a los guerrerenses a la ignorancia y a la cobardía.

    Es su momento para elegir entre ser un político más o un estadista. Crucemos los dedos porque tenga la estatura que soñó tener cuando ingresó a la UNAM.

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