martes, 26 de abril de 2011

JoChé Agustín: Diario de brigadista III


Yo, ciudadano
JoChé Agustín: Diario de brigadista III
Gustavo Martínez Castellanos

“Recuerdo el chiste que, regocijado, contaba el papá de Lilavati (ministro cubano de Industrias) acerca del socialismo –relata José Agustín-. ¿Qué es el capitalismo? La explotación del hombre por el hombre. ¿Y el socialismo? La explotación del hombre por el caballo. Juar, juar” (43). Víctimas de esa explotación lo fueron también los brigadistas “Me estoy debilitando. Flaco como cerillo apagado, en vías de transformarme en osamenta empellejada” (53), escribe y describe a lo largo de su libro sus experiencias con el hambre; nos recuerda a Hamsun o a Arreola en “Los alimentos terrestres”. Como él, los cubanos pobres comen harina, ajiaco, café y galleticas; mangos moros, sandía, yuca y pepinos. Y cuando se puede “Pollo frito. ¡Cosa más grande! (60)”. A contrapelo, el buró isleño, los “gusanos” y los “burgueses” se alimentan con lo mejor que llega a la ínsula: “bebimos muchos jaiboles y comimos langosta” (37) “¡Ah!, la ciudad-puesto de Die Habana sigue muy agringada” (41). Faltará mucho a esta revolución para llegar a todo el pueblo.
Cuba es un mosaico de contradicciones tanto culturales como económicas y políticas; su geografía es incesantemente trazada por brigadas de todo; las Obreras Alfabetizadoras (BOA) o “Patria o Muerte”, obreros con cuyo apoyo se pretende erradicar el analfabetismo antes de navidad. Las Brigadas Populares formadas por profesionistas que alfabetizan en las zonas urbanas. Las Brigadas Conrado Benítez “puros chavitos que este año no fueron a la escuela para alfabetizar a los campesinos” (69). Contrarrevolucionarios y curas falangista. Radio Swam “estación gringa que trata de sabotear la revolución”, gente que se niega a alfabetizarse (121); “otra invasión peor que la de Bahía de Cochinos (…) al día  siguiente, diez de octubre, aniversario del Grito de Yara (123)” Los BOA que abandonan la cruzada (114). La revolución que no se detiene.
José Agustín conoce a Fidel Castro, al Ché Guevara, a Almeida y a Armando Hart en el bar Antillas del Hotel “Habana libre” ex “Hilton”; conversa con el comandante, éste la agradece que esté ahí alfabetizando. “Yo veía a Fidel y a El Ché verdaderamente inmensos  -escribe en su diario-. Nunca  me imaginé que fueran tan altos” (45). Después de ese encuentro, leerá Los fundamentos del socialismo en Cuba (Blas Roca, 1943) “que no constituía solamente el programa político del partido y una exposición popular de los principios básicos del marxismo-leninismo, sino a la vez un profundo análisis de la historia y la situación socioeconómica y política del país”, según Pablo Guadarrama (Tendencias de la recepción del marxismo en el pensamiento filosófico cubano”). Después, ante los rumores de otra invasión, José Agustín decide que “si la cosa se iba a poner dura más valía que también me enrolara en las milicias y me jugara la vida por esta revolución (123)”.
Él no será un “gusano”.
José Agustín escribirá que más tarde tendrá la encomienda de alentar con sus discursos a los demás alfabetizadores; será “radiado y grabado” (125); dirigirá una obra de teatro de su autoría. Será invitado a un Congreso de Cultura en Santiago; se habrá ganado, después de ocho meses de alfabetizar, sembrar, cosechar, pasar hambres y de agotar la geografía de la isla, un lugar en la revolución cubana. Será el mexicano -el acapulqueño- que se entregó, desde lo que era, a la causa del pueblo cubano. La revolución no sólo se lo agradecerá con status; le dará algo más: transformará su visión del mundo para siempre.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

2 comentarios:

  1. Genial la manera en cómo José Agustín relata su travesía por Cuba y más aún, por la revolución cubana, es innegable la influencia de estas vivencias en su obra, las experiencias, el contraste entre la geografía cubana, los marginados y la opulencia, el mismo contraste entre su manera de escribir, tan relajada para plasmar el mundo de libros que había leído a tan corta edad.

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  2. Me parece que José Agustín tiene la ventaja de ver desde cierta distancia, la que le da su condición de extranjero principalmente. Sabe mantener esa lejanía para notar la desigualdad que permea en esa revolución, asi como ver que personajes se mueven y convergen en ella.

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