sábado, 5 de mayo de 2012

14 años


Yo ciudadano
14 años

Gustavo Martínez Castellanos

El último concierto de la Filarmónica de Acapulco padeció otra vez la ausencia de uno de sus fundadores: el gobernador Ángel Aguirre, quien últimamente parece no tener tiempo para asuntos culturales. Empero, el Ruiz de Alarcón lució completamente lleno y los fans de nuestro mayor conjunto musical disfrutaron de un evento inédito: por primera vez en 14 años, el maestro Eduardo Álvarez ejecutó el segundo instrumento con que se graduara: el violín (el primero fue el acordeón y el tercero fue toda una orquesta).
En el programa de este aniversario, también se dio otros gustos.
El primero fue abrir con la “Obertura Festiva” de Shostakovich, una pieza que hace honor a cada letra de su nombre. El segundo fue realizar ese primer dúo en su orquesta con una de sus alumnas, la maestra Laura E. Águila quien tiene un amplio currículo como ejecutante y como solista. Interpretaron el “Concierto para dos violines y Orquesta” de Vivaldi. En este caso la “orquesta”, sólo de cuerdas, estuvo formada por elementos femeninos de la OFA, y ataviadas con vestidos de noche. Ese detalle sorprendió a muchos quienes, acostumbrados a ver sólo el conjunto y vestido uniformemente, no habían podido reparar en la sutil belleza de esa parte de nuestro conjunto orquestal. Excelente detalle.
El tercero fue otorgar un reconocimiento personal a cada uno de los ochenta músicos, cuya entrega corrió a manos de personalidades locales.
Mientras sus compañeros recibían ese reconocimiento, comenté con Eduardo algunos aspectos de este concierto y de este aniversario.
El cuarto fue ejecutar el “Capricho Italiano” de  Tchaikoski sólo para calentar los ánimos del público y de la orquesta misma, en adelanto al siguiente y último gusto que Álvarez se dio: ejecutar “Pinos de Roma”. Esta obra de Otto Respighi, representa en cada uno de sus cuatro movimientos sendos pinares: Los pinos de Villa Borghese, Pinos cerca de una catacumba, Los pinos del Gianicolo y los de la Via Appia. Para Álvarez cada pinar representa una parte de la vida de Guerrero: un inicio arcádico, inocente; periodos de cierta estabilidad pero interrumpidos por etapas oscuras e infelices. La salida a esta depresión, de la que, en perspectiva suya, estamos viviendo se le prefigura potente, apoteósica; como el cuarto movimiento en el que retrata al ejército consular marchar hacia la colina Capitolina.
La pieza hace honor a esta visión en la que Eduardo Álvarez se ha envuelto como en una bandera. A su calor y su sombra, se abraza como el guerrerense que ya es, convencido de que el nuestro es un gran pueblo con una historia y un futuro luminosos.
Emocionado y orgulloso de su pertenencia, sus timbales continúan marchando en cada rincón de Guerrero a los que ha llevado en 1070 conciertos su ejército de músicos. Haciéndolos uno con él. ¿Qué le ha dado Guerrero a Eduardo Álvarez? “Todo”, respondió. En honor a esa simbiosis, repitió el cuarto movimiento y nuevamente todo el programa tomó sentido: 14 años son apenas el comienzo de esa  marcha que se antoja consular. ¿Por qué no piezas guerrerenses?, atajé. “Porque la música guerrerense la tengo reservada para la gran fiesta de quince años que le estoy preparando a nuestra orquesta”, dijo sonriendo y volvió a escenario a recibir la ovación que el público le brindó de pie. Felicidades catorce, Eduardo. No olvides el también merecido reconocimiento al espectador fiel de tu orquesta.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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