viernes, 18 de febrero de 2011

Guerrero, cultura y tecnologías


Yo, ciudadano
Guerrero, cultura y tecnologías
Gustavo Martínez Castellanos
Es posible tener una idea más clara de Egipto en México gracias a la película de Jorge Fons, El callejón de los milagros, cuyo guión Vicente Leñero extrajo de la novela homónima de Naguib Mahfuz, premio nobel de literatura en 1998. En esos cuatro retratos, el film mantiene su homenaje a Víctor Hugo y presenta las similitudes entre el  D. F. y el Cairo cuyos países comparten un pasado arcaico esplendoroso, etapas de guerras civiles y protectorados hasta el arribo de dos independencias bajo gobiernos dictatoriales. También, la detentación de cierto liderazgo en sus zonas geopolíticas. Y culturales, pues ambos cuentan con los mismos premios nobel: Paz y Literatura.
Tal vez por todo ello la prensa mexicana mantuvo una especial cobertura de la caída de Mubarak. Más aún por lo tangencial de su origen: las revueltas en Túnez; la ausencia de un líder y la enjundia con que un conglomerado respondió a un llamado rebelde lanzado a través de las redes sociales. Aquí, es necesario discriminar el uso de las nuevas tecnologías en pro de un cambio progresivo, de los usos de los gobiernos de las grandes potencias de desestabilizar a algún país cuando entran en crisis para drenar un poco de presión y desviar –así sea por unas semanas- la atención mundial. Visto así, es posible que el súbito levantamiento social egipcio –sancionado por el ejército-  no le deba todo a las redes sociales. Su poder no es tal aún que pueda derrocar o elevar gobiernos.
En México, por ejemplo, las redes sociales ni siquiera han podido evitar que las compañías de telefonía celular hagan cobros indebidos. Tampoco han generado conciencia en nuestro gobierno por disminuir la violencia en la lucha contra el narco.
En el caso de Guerrero, vimos que al inicio de las pasadas elecciones las redes sociales inmediatamente pusieron sus simpatías en Aguirre, y es posible que hayan  contribuido a que las trampas preparadas por la oposición para los comicios fueran desarmadas a tiempo. Pero no podemos hablar aún de una sociedad que se mueva a través de la independencia y responsabilidad de la comunicación instantánea. Sobre todo porque, en Guerrero –como en Egipto-, quienes pertenecen a redes sociales, tienen Internet y computadora, son minoría. Y, además, porque nuestros principales usos –como lo previó Sartori- son de socialización y esparcimiento; no de investigación, análisis e intercambio de ideas. Alejarnos de Egipto, significaría que el gobierno de Aguirre echara a andar una política cultural que contemplara un uso propositivo de la Internet y las redes sociales como herramientas de desarrollo tanto intelectual como económico que vinculara sus bondades con la generación de mercados de consumo y de compra venta de productos intelectuales. Ello requeriría de un titánico cambio civilizacional en Guerrero que bien podría empezar porque este gobierno ofrezca señal gratuita en los sitios públicos del estado y un programa cultural dirigido a la investigación y al análisis a través de la oferta de bibliotecas digitales, asesorías profesionales e incentivos tales como premios, publicaciones y otros.
La caída de Mubarak nos dice que ya no hay gobierno que pueda eludir el poder de la Internet. La ventaja es que los nuevos gobiernos tienen la oportunidad de proponer ese poder como una fuerza positiva de cambio; de conocimiento y análisis que permita a ambos: gobierno y pueblo, entenderse y trabajar juntos por el bien común. Guerrero es un estado habitado por muchísimos jóvenes que se está urbanizando rápidamente, pero Aguirre tiene a su favor el tiempo y esas simpatías. 
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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