martes, 15 de febrero de 2011

La derrota del priísmo


Yo, ciudadano
La derrota del priísmo
Gustavo Martínez Castellanos
El doctor M. Añorve reinició sus actividades como alcalde con otro baile. Una fiesta como las que hizo cuando inició sus actividades como alcalde electo. Entre ambas, ya sea festejando quinceañeras o casando parejas, fue como si nada hubiera ocurrido. Es decir, como si la elección en la que no ganó la gubernatura no hubiera sucedido. Como si la grieta que generó en su partido al haber dado un albazo a Ángel Aguirre no existiera. Como si no se hubiera comprobado que al haber dado ese albazo toda la tradición priísta se colapsó.
El priísmo es una forma de ser. Francmasonería y agencia de colocaciones para las familias de los prohombres de la revolución. En ella, antes que los méritos políticos, intelectuales o económicos priva la obediencia. La lealtad al partido. La disciplina.
¿Cuántos excelentes mexicanos y bienintencionados priístas no han sido aplastados por esa piedra angular? Miles. Monolítico, el partido no admite fisuras. Disidencias.
Añorve se recargó en esa piedra y asumió que Aguirre se disciplinaría. La piedra no se movió. Aguirre sí. Y con él un puñado de priístas legisladores. Y con ellos un buen pedazo de priístas de base. La fractura que Añorve inflingió al PRI lo tiene en crisis: Aguirre es gobernador electo. Él es un excandidato. La fisura no sólo no se cerró, se ha abierto más. Es un cisma. El triunfo de Aguirre demostró que la disciplina priísta es falible. Que se puede ganar contra el PRI sin dejar de pertenecer al PRI. Que se puede ser enemigo del PRI y no ser derrotado en el intento. Si el ejemplo cunde, ¿qué será del PRI? ¿Cuántos priístas que desean ser candidatos echarán al bote de la basura sus votos de obediencia? Y después de eso, cuando el dedo divino destape al “tapado”, ¿lo apoyarán? O, como Aguirre, se aliarán con otros partidos y sin dejar de pertenecer al PRI se opondrán al PRI y le ganarán al PRI. Terrible futuro. Pero anticipado. Todo aquel que luchó por la  democratización del PRI puede morir en paz: Se ha vuelto realidad su profecía.
El triunfo de Aguirre es un fruto prohibido. Todos quieren acceder a él. Y no tienen que abandonar al PRI, sólo tienen que sumarse al Aguirrismo (s. m. Fracción -o “tribu”- al interior del Partido Revolucionario Institucional que encara las decisiones cupulares y brinda todo tipo de apoyo a los disidentes de esas decisiones para que accedan –con éxito- a puestos de elección popular). El aguirrismo puede cundir en todo el país. O en el mundo. Puede ser una filosofía: Soy yo y las circunstancias que me imponga mi partido. Disiento, ergo sum. Soy en el mundo en tanto el mundo contradiga a mi partido. Mi disidencia debe cambiar al mundo (aunque no cambie a mi partido. El partido es lo de menos).
La expulsión de los aguirristas, vista así, es la expulsión de los jesuitas. Con ellos, el PRI se deshace de esos indeseables rebeldes pero también de la postura (¿o ya es una corriente?) que inyectó -a inicios del siglo XXI- el primer soplo de innovación al inoperante sistema electoral del PRI. Negra disyuntiva: echarlos y dejarlos en libertad para que crezcan, se reproduzcan y cosechen lo que siembren. O admitirlos para que crezcan, se reproduzcan y el PRI coseche lo que ellos siembren. Tremenda voltereta: que el PRI dependa de ellos. Incalculable ironía: que en una coyuntura política consiguieran lo que muchos grandes priístas (desde Vasconcelos hasta Colosio) no pudieron.
El PRI tiene la calavera de Yorick* en la mano. La inamovilidad de los aguirristas lo tiene en jaque. Decida lo que decida, perderá o dejará de ser el PRI.
Y el doctor Manuel Añorve, baile y baile…
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
* Sí, el monólogo “Ser o no ser” es de otra escena, pero es innegable que con la imagen de la calavera toda analogía adquiere una inusitada y deliciosa potencia.

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