Yo, ciudadano
Josefina: una gran mujer
de nuestra historia
Gustavo Martínez
Castellanos
Un “conspicuo” analista dice en la
televisión: “Si no hubiera gente corrupta no hubiera funcionarios corruptos”.
La frase es inútil si no se toma en cuenta que la gente requiere soluciones a
sus problemas y que si quien debe solucionárselos es alguien que asume su cargo
como una prebenda, un premio o un coto de poder, entonces es imposible que se
den soluciones si no es por la vía del cohecho.
La vida moderna de México -todos lo
sabemos- inició con la pesada burocracia que los exrevolucionarios crearon.
Excombatientes que saltaron del surco al Congreso, a las gubernaturas. A la
presidencia de la república. Dueños de un país casi nuevo. Fuertes, detrás de
una idea de instituciones avanzadas. Atrincherados en un partido monolítico. En
su avance en un país que debió haber pasado de la subindustrialización a la
completa tecnologización forjaron inmensas riquezas y complicidades cuyas estructuras
siguen en funcionamiento. A pesar del “cambio” o “alternancia”.
El enraizamiento de esa estructura tardó
medio siglo. Su madurez, veinte años -los más críticos de nuestra historia
reciente-, pero sus signos de decadencia se han retardado porque todo proceso
“democrático” por vivir está sólidamente fundido a esa estructura en la que los
poderes fácticos preservan contra viento y marea el “orden”. El status quo.
Parece perogrullada pero su caída
sólo puede darse a través de la violencia. Pienso no en la fuerza bruta, ni en
el derramamiento de sangre, sino en un giro repentino y eficaz de acción de
pensamiento y patriotismo que sea contundente en un acto único: el voto.
Es iluso pensar que todos los
votantes de un país despierten en una elección del sueño de opio que durante
toda su vida les han vendido los massmedia.
Además, está la sucia maquinaria del fraude electoral de cada comicios. Y los grandes
empresarios.
Visto así, que en unos comicios un
país dé un giro de timón no es fácil. Empero, la metáfora náutica exige que uno
de los tres capitanes en la cabina decida apoyar a otro.
México ya vivió la revolución
institucionalizada. Ya vivió la acción nacional. Falta que se le dé la
oportunidad a la revolución democrática. Si, como los candidatos dicen, su
verdadera y única preocupación es México, supongo que quien va en tercer lugar
tiene la obligación patriótica de apoyar a que el país viva nuevos cambios.
Nuevas rutas. Nuevas ideas. Un nuevo tiempo y una nueva realidad.
En Guerrero, tuvimos esa oportunidad
gracias al PAN. A unos días de la elección, el candidato de Acción Nacional
declinó a favor del candidato de la coalición de las izquierdas y Guerrero se
salvó de un retorno –que desde cualquier ángulo hubiera sido un retroceso
(véase el caso del municipio de Acapulco)- a la férula del PRI.
Josefina Vázquez Mota y el PAN
tienen en sus manos la oportunidad histórica de dar ese giro de timón por el
bien de México; de evitar que ingrese a una etapa de inestabilidad (véase las
muestras de rechazo contra el duopolio televisivo y Peña Nieto); de detener el
regreso del PRI al que, más tarde, sea imposible derrotar o volver a sacar de
los Pinos.
El 1º de Julio todos lo votos por la
izquierda en México serán vitales. Pero la Historia de México hoy exige un voto, uno solo,
que sería histórico porque le permitiría cambiar su historia para bien: el voto
del PAN. Josefina Vázquez Mota tiene, hoy, la oportunidad de elevarse al sitial
de las grandes mujeres de México. La elección es suya.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com
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