domingo, 10 de junio de 2012

Yo ciudadano
IGC: Balances
Gustavo Martínez Castellanos

Según el INEGI, hasta el 2010, en el estado de Guerrero habíamos 3,388,768 (tres millones trescientos ochenta y ocho mil setecientos sesenta y ocho) habitantes. ¿Cuántos de ellos se han beneficiado de los servicios culturales que el gobierno del estado nos debe proporcionar a todos por igual? Muy pocos. Posiblemente el .1 % (punto uno por ciento), es decir, unas 3000 (tres mil) personas desde que el Instituto Guerrerense de Cultura existe.
Estas 3000 personas son fácilmente ubicables: han obtenido becas, espacios, cursos, promociones, viajes, viáticos, hospedaje, publicaciones, empleos y otros beneficios en Guerrero, en el país y en el mundo con el dinero de cultura de nuestro estado en los últimos años. Y son muy conocidos, seguido aparecen en los tabloides izquierdistas locales.
La ofensiva brecha que media entre esos privilegiados y el resto de los guerrerenses (unos tres millones trescientos ochenta y seis mil) habla de la visión elitista de la postura oficial cultural; pues, al beneficiar a unos cuantos -y así justificar la parte del presupuesto que tiene permitido gastar- niega todo indicio democratizador. Aún más: exhibe la falta de conciencia de esos guerrerenses privilegiados, de los analistas y de los medios de comunicación que año con año alientan, sostienen y promueven desde sus respectivas trincheras esa discriminación pues, ellos, sus amigos, sus invitados a sus encuentros y los funcionarios de Cultura del gobierno del estado se benefician de ella.
No es noticia nueva que el ámbito cultural también sea botín. Ni que, enquistados en sus presupuestos, muchos “creadores” consigan dinero, viajes, representación, status y favores políticos; como se vio en el trienio de Félix Salgado en el que Fabiola Vega y Citlali Guerrero pugnaron por una curul en el Congreso local o una regiduría como pago a sus buenos servicios en el manejo discrecional del presupuesto de cultura. Lo que es nuevo es que alienten el crecimiento de la estructura oficial de cultura sólo para aumentar sus privilegios e ingresos. Así, a los demás guerrerenses sólo nos toco atestiguar el nacimiento de una nueva casta político-económica siempre hambrienta de poder.
Mi envío anterior suscitó opiniones que, desafortunadamente, sólo señalaban la voracidad de la actual directora del Instituto Guerrerense de Cultura y dejaron intacta esta lacerante nueva realidad en Guerrero: la discriminación gubernamental también lastima a los más necesitados desde el ámbito de la cultura.
Sin embargo, algunas de esas opiniones dieron cuenta con una claridad inédita de lo que cito arriba y de otras caras del problema. Reproduciré sólo algunas:
“La Secretaría de Cultura fue un experimento de gobiernos pasados que no funcionó”. “Una Secretaría sólo generaría más burocracia y ya estamos hasta la madre de mantener a tanto burócrata güevón” “¿Qué beneficios puede traer una Secretaría que no puedan obtenerse con una Dirección bien administrada?” “¿Por qué mejor no una Secretaría de Diversión y Entretenimiento?, se la pasan haciendo festivales”. “La diferencia entre el ‘Festival de Acapulco’ y ‘Acuérdate de Acapulco’ es que el primero lo hace Televisa” Y ésta que no tiene parangón: “Si para erigir una Secretaría de Cultura este gobierno utilizó recursos públicos, acarreados y el madruguete, ¿qué no va a hacer el PRD para ganar las elecciones del primero de julio?” Alejandra Frausto ha de estar de plácemes.
Inclusive, el emperador Maximiliano de Habsburgo envió un e-mail; mismo que no abrí porque no consumo anónimos. En este ejercicio de libertades siempre he marcado la pauta al exponer seriamente lo que pienso y firmar mis envíos. Pido a cambio lo mismo
A pesar de que ninguno de los envíos señale la discriminación con que los gobiernos se ceban en los más necesitados debemos reconocer que reflejan otra parte de la realidad. No tanto por el hecho de que la propuesta de la erección de una Secretaría haya sido completamente antidemocrática; ni porque, de hacerse, genere más burocracia; ni porque la política cultural en un estado tan atrasado como Guerrero se base en festivales de farándula, sino porque señala desde otros ángulos, el origen de las lacerantes carencias que Guerrero padece: cuando un funcionario adquiere poder en Guerrero usará toda la infraestructura a su alcance para enriquecerse y enriquecer a sus amigos para que lo catapulten a puestos de elección popular. Es decir, para adquirir más poder.
Esa verdad es altamente aplicable al IGC porque no presenta informes ni avances ni proyectos de lo que hace ni de lo que hará. Tampoco explica en qué gasta el dinero de los guerrerenses, ni pone a consideración nada. El IGC es la dependencia con mayor libertad, más presupuesto y más alta falibilidad de todas las que conforman el gobierno del estado.
Su libertad consiste en que no rinde cuentas a nadie. A nadie pide opiniones. Elabora sus programas en petit comite y proyecta siguiendo –lo hemos visto y comprobado- los altibajos del criterio de su titular. En ese libérrimo comportamiento, reparte poder siguiendo también criterios personales: contrata personas para cargos directivos por dedazo, por amistad o por complicidad. Pero además ahonda la brecha de la ignorancia en Guerrero al contratar espectáculos que no resuelven ningún problema local. Da golpes de timón según se mueva la marea política y privilegia el populismo a grado tal que parece que siempre está participando en un concurso de belleza y simpatía.
Si bien el presupuesto del IGC no es tan grande como el de otras dependencias, a cambio cuenta con recursos por los que no tiene que pagar: bibliotecas, plazas públicas, kioscos, sitios arqueológicos. Sólo se responsabiliza de las casas de cultura del gobierno del estado porque las casas de cultura de los municipios no son de su incumbencia. Más aún: cuenta con el más grande recurso de todos: la creatividad de nuestra gente. Fuera de eso, el dinero que el IGC maneja jamás es auditado.
En sentido contrario a esa disipación, el IGC es altamente falible. No ha reunido –porque no ha querido- todos los talentos para sacar adelante a todas las regiones. No ha erigido un edificio teórico ni ideológico sobre nuestra identidad ni ha marcado las pautas o las directrices de nuestro ser cultural. Tampoco ha sentado las bases de la producción de un sistema o estructura de análisis de lo que somos los guerrerenses. En pocas palabras: no ha propiciado el ejercicio de profundización que pueda, en un momento dado, determinar la existencia de un periodo dorado de nuestra cultura o de su erección.
Si el IGC no ha hecho nada de eso, entonces ¿qué ha hecho en todos estos años?, la respuesta es sencilla: cualquier cosa; por poner un ejemplo: generar en su entorno una rémora parasitaria que al aprobar todo lo que su titular propone le hace asumir que el resto de los guerrerenses participamos en ese ejercicio de servidumbre.
Analizar al IGC es un ejercicio inédito. Es tiempo de iniciarlo para evitar que esta dependencia gubernamental termine torciendo lo que somos al torcerse a sí misma. Exactamente igual que como lo han hecho otras dependencias que hoy son un desastre.
Aviso: Al amable lector cuyo envío señalaba que mis textos son de despecho porque no participo del presupuesto que maneja el IGC le informo que este Marzo rechacé el beneficio del PECDAG (60 mil pesos que gané limpiamente en diciembre) en protesta contra las sucias maniobras de los funcionarios del IGC. Servido.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario