miércoles, 25 de julio de 2012

Poder


Yo, ciudadano
Poder
Gustavo Martínez Castellanos

En un par de artículos dos connotados periodistas locales analizaron el ámbito político que emergió de las elecciones recientes. Lo que más destacan es lo fortalecido que el gobernador de Guerrero salió después de esa lid (uno lo llama “poderoso”): no tiene contrapeso por parte del PRI (sus políticos de más peso son amigos suyos); ni réplica del PRD, al que -coinciden ambos analistas- ha hecho triunfar en todo: el sol azteca, bajo la férula de Aguirre hoy  rezuma orden, poder y presencia. Yo añadiría: “y disciplina”.
Nadie puede negar que los logros de Aguirre han sido sólo suyos y de altos vuelos.
En este espacio yo había perfilado que su experiencia lo conduciría a estos niveles de detentación del poder público, y que esperaba -al igual que otros ciudadanos surianos-, que todo eso beneficiara a Guerrero y a los guerrerenses todos.
Sin embargo, parece ser que tanto poder relajó la visión que de sí mismo como gobernante el ejecutivo estatal debe tener: la semana pasada y antepasada hizo declaraciones poco afortunadas que le valieron sendas réplicas por parte de diversos actores sociales más que por políticos o analistas. La primera fue ante la orden que dio a los choferes de la empresa Maxiruta en el sentido de que si no regresaban a conducir sus camiones de transporte público urbano, perderían sus empleos. Todos regresaron bajo protesta: el temor a la violencia no los abandona ni aún después de que el gobernador diera otra orden bizarra: que los policías viales resguardaran esos camiones.
Los guardianes de la vialidad local protestaron airadamente: tomaron una avenida y replicaron que no los habían contratado para dar seguridad a una empresa privada sino para dirigir el tránsito. A la protesta se sumaron taxistas y vendedores ambulantes. La tercera orden fue del mismo tenor: “Remodelan o se van”, exigió a los hoteleros de la zona náutica de Acapulco. Hasta el momento no se sabe cuántos han obedecido; empero, varios analistas intentaron explicar lo que el gobernador quiso decir, como si la orden no hubiera sido clara y fuerte. La cuarta fue en el sentido de que las escuelas que no funcionaran debían cerrar. La réplica aún no termina: el dueño del colegio Español hizo un recuento de cómo funcionaba la escuela privada; luego, el rector de la UAG declaró que dejar fuera de la universidad a los jóvenes era empujarlos a la delincuencia organizada. La Secretaría de Educación estatal publicó un inverosímil desplegado en el que –nuevamente- se trataba de explicar qué fue lo que el gobernador había querido decir. Empero, en Tierra Caliente, lo espetaron en persona: “Primero limpie la casa por dentro y luego salga a barrer la calle”.
¿Qué tanto poder siente que tiene Aguirre que se dio la libertad de declarar todo eso y de recibir serenamente todas esas réplicas? No lo sabemos. Lo que no debemos perder de vista es que parte de ese sentido de potencia también puede pasar por el hecho de contar con dos millonarios apoyándolo: Carlos Slim quien planea comprar los hoteles que no remodelen y Luis Walton, alcalde electo de Acapulco. En medio de ambos ¿alguien sabe a cuánto asciende la fortuna de Ángel Aguirre? Tal vez, como dijo Ross Perot: es tiempo de que América no tenga gobernantes millonarios sino multimillonarios y Aguirre sienta que es tiempo de que Guerrero cuente con políticos de elevado poder económico. Si la analogía funciona, no debe olvidar los actos de civilidad y libertad en defensa de sus derechos que los surianos le antepusieron en estas semanas. Eso también es parte de su poder.
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com;

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