domingo, 2 de octubre de 2011

Segundo regreso a clases


Yo ciudadano
Segundo regreso a clases
Gustavo Martínez Castellanos

La noticia de que los profesores paristas regresarán a las aulas este lunes merece algunas observaciones. En primer lugar resalta el hecho de que en cinco años de guerra contra el narcotráfico hasta ahora una parte del profesorado acapulqueño decidiera organizarse para pedir más seguridad. ¿Qué cambió en ese lapso? Pudo haber sido el crimen organizado que, debilitado, abandonó luchas y purgas intestinas (que inclusive limpiaron de malandrines algunos estados) para voltear hacia los maestros. Aunque suena bizarro. Otra observación radicaría en el hecho de que el paro sólo fue de profesores de un sector de Acapulco: el de su periferia; el ámbito geofísico, cultural, económico y social más desatendido por las autoridades del municipio. Otro dato digno de destacarse es el que señala que el paro no fue un acto sino una secuencia de hechos. Un proceso; que, además, inició hace dos meses, pero que sólo creció en los últimos diez días.
Tal vez por eso, y por la cantidad de profesores que se sentían amenazados, sólo se han recopilado datos que ni aún juntos han podido armar una idea real de violencia. Eso podría explicar funcionarios estatales declararon iterativamente que se trataba de un caso de psicosis colectiva. Esperamos que con un estudio de esos casos en la mano.
El hecho de que fue un proceso y de que no hay datos duros de las agresiones pone en un nivel de importancia mayor la pregunta: ¿Qué cambió en cinco años de guerra?
Estas observaciones justifican la praxis del gobernador Ángel Aguirre que esperó a que sus secretarios de Seguridad y Educación resolvieran el problema para acceder a intervenir. Y ya lo hizo: los maestros acordaron el regreso a clases este lunes.
Sin embargo, el periodo de paro dio a los profesores un valor extra: a través de él descubrieron que pueden organizarse por motivos que no sean magisteriales, sindicales o idiosincráticos. Nadie cuestiona su costeñez patentizada en la ostentación de lo que han ganado con su trabajo, en glorificar el jueves pozolero, en acompañarse a cobrar la quincena. En continuar con sus guerras intestinas. Lo que es importante resaltar es que han  descubierto que cuando se deciden a rebasar a sus líderes –y a las autoridades- lo logran. Ahora es de esperarse a que si nuevamente se organizan que sea por motivos menos folclóricos. O más productivos. Como analizar su sociedad, establecer compromisos grupales de cuidado mutuo, intercambiar observaciones y experiencias educativas, razonar su sentido del deber y apreciar el valor ético que representan tanto como profesores como por ser ciudadanos. Aunque creo que todos les agradeceríamos profundamente que se organizaran para trazar estrategias que saquen a Guerrero del atraso educativo en el que se encuentra. Porque si el temor que vivieron no les despertó esa parte inherente a su ser profesional, entonces están en serios problemas. Así, lo peor que podrían hacer sería estacionarse en la banalidad, como ese grupo que actualmente pugna por el rescate de la vida nocturna del puerto argumentando que es para vivificar su economía, cuando por esas vías resulta inconcebible conseguir algo así en un lugar tan complejo como Acapulco.
 Aunque ellos no quieran o no puedan aceptarlo, los profesores son un importante factor de cambio que debe prever desde las aulas todo tipo de contingencias sociales. Que regresen a clases es una buena noticia. Sería mucho mejor si regresan con las estrategias debidas para garantizar que nunca más tengan que volver a hacer un paro para solucionar cualquier problema. 
Nos leemos en la crónica gustavomcastellanos@gmail.com

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